martes, 2 de agosto de 2011

¿Locos o fanáticos asesinos?

Anders Behring Breivik
El súbdito noruego Anders Behring Breivik asesinó en Olso y en la vecina isla de Utoya a más de 70 personas, el pasado mes de Julio. El delito de estas, ser mayoritariamente de una formación de izquierdas. Si bien al principio se barajó la opción islamista, enseguida quedo claro que se trataba de un individuo ligado a la ultraderecha. De inmediato los medios de comunicación afines a la derecha política han intentado desvincular al mismo de cualquier cariz ideológico, tachándolo simple y llanamente como un perturbado mental.

Pero ¿Anders Behring realmente está loco, al menos desde el punto de vista jurídico? ¿Por qué, precisamente, cada vez que un individuo ligado a la derecha comete una atrocidad de esta índole, rápidamente, su representación más mediática lo tacha de paranoico, mientas que cuando se trata de grupos islamistas o de cualquier otro acto de tipo de terrorista con grupos que se identifican con la extrema izquierda, esos mismos medios no los califican como tales?

Hagamos, una vez más, un poco de historia. Si hemos de entender como presa de la locura a todo aquel que haya llevado a la muerte a numerosas personas de forma violenta, la lista se haría interminable, por lo que centrémonos solo en algunos casos significativos, particularmente, los afines a la derecha política ya que los de la izquierda habremos de asumir en este caso que se tratará de perversos asesinos del todo cuerdos. Y que, además, no causaron la muerte de unas cuantas decenas sino de miles, hasta de millones de personas.

Empezaremos por Adolf Hitler, probablemente el asesino más multitudinario de la historia de la humanidad. ¿Podríamos encuadrar dentro de la más absoluta locura a un hombre que provocó la muerte directa o indirecta de 60 millones de personas en todo el mundo? Solo en el frente ruso, 23 millones o en los campos de exterminio alrededor de 6 millones de muertos. ¿Y sus seguidores? En el caso de que Hitler hubiera sido preso de esa locura ¿cómo pudo dejarse arrastrar el pueblo alemán por un enfermo? ¿O es que acaso estaban todos locos y fueron víctimas de una ilusión colectiva? Y los responsables de los campos, Auschwitz, Treblinka, Sobibor, Mauthausen, Buchenwald… ¿también estaban locos de atar?

Augusto Pinochet
Regresemos ahora algo más cerca, al Chile de 1973, cuando el general Augusto José Ramón Pinochet Ugarte, comandante en jefe de sus fuerzas armadas, perpetró un golpe de estado el 11 de Septiembre de ese mismo año, contra el gobierno legítimamente elegido de Salvador Allende. En los 17 años siguientes que duró la dictadura se estima que cerca de 4.000 personas murieron o pasaron a la consideración de desaparecidas, víctimas, como en otros tantos casos de la historia, de pensar de forma diferente a la establecida por el régimen.

Jorge R. Videla
En el periodo 1976-1983, Argentina sufrió lo que se conocería como el Proceso de Reorganización Nacional, es decir la feroz dictadura militar que envió a la muerte a un número aún por determinar de personas, alrededor de 20.000, especialmente bajo la dirección de la 1ª. Junta Militar encabezada por el general Jorge Rafael Videla. Por cierto, si queremos valorar su grado de locura, no vendría mal leer este párrafo de la entrevista hecha al mismo por la periodista argentina María Seoane:

“No, no se podía fusilar. Pongamos un número, pongamos cinco mil. La sociedad argentina, cambiante, traicionera, no se hubiere bancado los fusilamientos: ayer dos en Buenos Aires, hoy seis en Córdoba, mañana cuatro en Rosario, y así hasta cinco mil, 10 mil, 30 mil. No había otra manera. Había que desaparecerlos. Es lo que enseñaban los manuales de la represión en Argelia, en Vietnam. Estuvimos todos de acuerdo. ¿Dar a conocer dónde están los restos? Pero ¿qué es lo que podíamos señalar? ¿El mar, el Río de la Plata, el Riachuelo? Se pensó, en su momento, dar a conocer las listas. Pero luego se planteó: si se dan por muertos, enseguida vienen las preguntas que no se pueden responder: quién mató, dónde, cómo.”

¿Fueron entonces unos deficientes mentales Hitler, Pinochet o Videla, entre tantos otros, en el ejercicio de sus mandatos? Evidentemente no, aunque su enorme fanatismo los situaran en un plano distinto de la realidad. Sin embargo, como decíamos anteriormente, no parece nunca ponerse en duda el perfecto juicio y crueldad de personajes en el otro extremo del ideario político, como Stalin –probablemente el mayor carnicero que ha conocido el mundo moderno estimándose sus víctimas entre los 15-20 millones-, Pol Pot –el líder de los jemeres rojos en Camboya que, además de hacer retroceder un siglo a su país, llevo a la muerte a más de dos millones de personas a mediados de los 70- o Mao Zedong que con su revolución cultural en China se convirtió en el verdugo de varios decenas de millones de sus conciudadanos. 


 Por no hablar de grupos terroristas al uso ante los que a nadie se le ocurre poner en tela de juicio sus capacidades intelectuales, por ejemplo, las de un etarra capaz de hacer explotar un coche lleno de bombas en el aparcamiento de un supermercado, o grupos guerrilleros como en su día lo fueran en Perú, Sendero Luminoso o los Tupamaros en el Uruguay de los 60.


Aunque no lo sepamos y quizá, por diversas razones no lleguemos a saberlo nunca,  Anders Behring es posible que no sea un psicópata asesino sino un fanático fascista fiel a sus principios que exaltado por la verborrea populista de algunos grupos y partidos políticos haya actuado en el convencimiento de que su actitud, aún a costa de dar con sus huesos en la cárcel hasta el fin de sus días –si llegará a darse el caso-, servirá de acicate a otros muchos para emprender su revolución o al menos para poner en evidencia un contexto social que él y ellos consideran deplorable y por consecuencia inaceptable.

Y no es preciso andar muy lejos para comprobar como determinados medios de comunicación en España, del que es el más vivo ejemplo es el grupo Intereconomía, promueven actitudes de absoluta intolerancia, con una agresividad verbal y gráfica extrema, desde la derecha más radical contra todas aquellas personas que no son afines a sus postulados. Llegando incluso a asimilar en sus mensajes publicitarios a figuras como las de Hitler y Stalin con la de políticos como José L. Rodríguez Zapatero. Al presidente Zapatero podrá tachársele como un gestor nefasto y un renegado de los principios socialdemócratas que inspiran su partido pero, jamás podrá situársele en el mismo plano que a esos genocidas de la historia. Deberían cuidarse también representantes del PP –e incluso, por correspondencia asimétrica, desde el propio PSOE-, de evitar declaraciones que pueden resultar incendiarias, hechas con el pleno conocimiento de la manipulación de la realidad objetiva a la busca de rédito electoral, y que pueden causar un gravísimo perjuicio si encuentran calado en fanáticos y exaltados cuya vehemencia pudiera dar lugar a actos de enorme perversidad.

Acaba de iniciarse una nueva campaña electoral, esta vez tamizada por una crisis sistémica sin parangón desde la década de los 30 del siglo pasado.Aunque esto parezca extraordinariamente dificil a la vista de la experiencia de los últimos años y tratándose de los mismos protagonistas, no cabe otra cosa que desear que el tono del debate se rebaje y, en un ambiente social tan dificil al menos, no provoque la reacción de todos estos corpúsculos neofascistas que estamos viendo como cobran cada día más fuerza cerca de nosotros.

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