martes, 18 de octubre de 2011

Votar al PP, votar a los ricos, ¿a los que dan trabajo?

Mi sobrino es camionero. Un tío estupendo, trabajador, felizmente casado con mi sobrina y una hija aún más estupenda –mi ahijada, encantadora-. Además no se arruga en cuestiones de trabajo para lo que haga falta y es hasta el mejor compañero, reivindicativo y representante ardoroso de su colectivo en numerosas ocasiones. En definitiva todo un profesional como la copa de un pino y buen gestor de su negocio. En las próximas elecciones generales dice que va a votar al PP, por que cuando más negocio tuvo fue cuando gobernaban los populares. Mi sobrino trabaja en el sector de… la construcción.

De ahí la pregunta: ¿Cómo un trabajador, en su pleno conocimiento, crítico por momentos y perfectamente consciente del desarrollo de la burbuja inmobiliaria desde su creación a través de la Ley del Suelo del 98 e incluso demostrando un evidente conocimiento de  las consecuencias de la misma, puede apoyar la opción política que la puso en funcionamiento y cuyo predominio ideológico en la política del mundo desarrollado de los últimos veinte años ha llevado al mismo a la mayor recesión desde la década de los 30 en el siglo pasado?

Tal justificación basada en la burbuja inmobiliaria resulta imposible de arrogarse por cuánto esta fue promovida en tales excesos que propició un extraordinario y desorbitado parque de maquinaria e infraestructuras que serían inasumibles con el tiempo y una demanda de mano de obra tan exagerada –añadiéndose a tal fin una gran parte de la inmigración extranjera para poder atender a la misma-, que acabaría condenando a España, ya de por si con un problema endémico en el desempleo, a un número de parados indigerible por la comunidad. Unido esto, además, a un enorme problema bancario consecuencia de la avaricia de sus directivos, basado en la ficción crediticia y la sobrevaloración de los inmuebles víctimas de una especulación salvaje que elevó los precios durante el periodo 1998-2007 un 180 %, superando con creces su valor real. Como ya se ha referido en numerosas ocasiones desde innumerables blogs y argumentaciones de las voces más relevantes de la economía y, muy singularmente de forma gráfica en el magnífico comic de animación de Aleix Saló, el interés del gobierno Aznar por un crecimiento sin límites de la economía española –continuado después por el gobierno Zapatero-, apoyado en la desregularización de cuántas leyes y normas hallara a su paso, encontró en el sector del ladrillo un auténtico filón para poner en marcha ese modelo de crecimiento perpetuo,  sin pararse a valorar las terribles consecuencias que habría de tener para las clases populares que forman la mayor parte de la ciudadanía española. Una motivación mediatizada a través de grandes campañas publicitarias hasta hacer creer a la misma en la necesidad de arrojarse a un consumo sin límites en aras de la obtención de una mayor dosis de felicidad.

Al margen de lo que estrictamente se refiere a la burbuja inmobiliaria, igualmente, no hay ningún dato empírico en occidente que sostenga la afirmación de que si los que gobiernan son las derechas las condiciones de vida del general de la población serán mejores que las de otras opciones políticas de corte democrático. Sino más bien, todo lo contrario,  ya que, en la mayoría de los países de Europa occidental tanto desde que estallo la crisis en la segunda mitad de 2007 y durante los años inmediatamente anteriores fueron partidos de derechas los que condujeron las riendas de los mismos. De hecho Irlanda, la que fuera tomada como prototipo del éxito de la aplicación, en su máximo exponente, de los supuestos neoliberales, lleva un año intervenida. En el caso griego el Movimiento Socialista de Papandreu se encontró con la estafa provocada por el gobierno conservador saliente, cuando alcanzó el gobierno heleno a finales de 2009 –aunque posteriormente poco o nada hayan tenido que ver sus actuaciones con las tesis socialdemócratas-. Y qué decir de los Berlusconi, Sarkozy, Blair o Gordon Brown –los artífices del socio-liberalismo a finales del siglo pasado-, o la propia Merkel, cuestionada por unos u otros en su partido y que viene cosechando derrota tras derrota en las elecciones a los diferentes landers germanos. Y así, sucesivamente, en el resto de los países del occidente europeo.  Y no solo fuera de nuestras fronteras. En España el PP gobierna desde hace varias legislaturas en autonomías como Valencia o Madrid, por destacar las dos más importantes y no por ello dejan de acumular paro, déficits o casos de corrupción política por doquier.

A José Luis Rodríguez Zapatero se le puede tachar de muchas cosas y desde este mismo blog nos hemos referido al mismo de forma extraordinariamente crítica pero ni se le puede culpabilizar de las crisis ni que las medidas tomadas por su ejecutivo hasta ahora, por nefastas que hayan sido, sean sensiblemente distintas de las directrices marcadas desde la UE –patrocinadas, además, por el PPE, donde se integra el PP español, dada su mayoría en la Eurocámara-, por lo que no cabe pensar en justicia que España fuera a encontrarse de mucho mejor modo de lo que lo está actualmente si en vez de haber sido gobernada por un partido socio-liberal lo hubiera sido por uno de carácter neoliberal como es el actual PP de Mariano Rajoy. Además ya se nos pretendió vender que España era el país europeo más sacudido por la crisis –lo que en el tema del paro era fácilmente imaginable, como hemos dicho ya fruto de un tradicional problema de carácter endémico que padece el mismo y que acabaría acentuándose significativamente tras el desmoronamiento de la mayor burbuja inmobiliaria del continente-, cuando ahora resulta que Grecia, Irlanda y Portugal fueron intervenidos en primera instancia, Italia está al borde del colapso y la famosa deuda española no representa mayor porcentaje del PIB que la de, por ejemplo, la mordaz Alemania. Es decir que aún estando, rematadamente mal no estamos ni peor ni mejor que nuestros vecinos –salvo en el porcentaje del desempleo-, y a las pruebas esta que las actuales políticas ultra-liberales de la UE lo único que están consiguiendo es el continuo hundimiento de la patria europea.

En definitiva no existe ningún dato objetivo que haga creer que esta derecha neoliberal que gobierna el mundo desde hace dos décadas haya creado y promovido una distribución justa y equitativa de la riqueza superior y de mejor modo que la democracia-cristiana clásica y la socialdemocracia que dirigieron los derroteros del continente después de la 2ª. Guerra Mundial.  En EE.UU fue la socialdemocracia –a la americana, pero socialdemocracia al fin y al cabo-, que con el New Deal, ejemplarizado en la figura de F.D. Roosevelt, acabó con la Gran Depresión de los 30 y que sumado a la ayuda, que duda cabe, de la industria de la guerra, termino colocando a su país como la primera potencia del orbe. Mientras, a este lado del Atlántico y a través del Plan Marshall y a la aplicación de políticas públicas dirigidas por los extintos cristiano-demócratas y los partidos socialdemócratas de la época se construyó la Europa que conocimos prácticamente hasta los 90 dando lugar a la agrupación de países más y mejor desarrollados de todo el mundo en todos los ámbitos de la sociedad.

Es a partir de esa década cuando, definitivamente, el modelo neoliberal toma la iniciativa en Europa y después de colocar a sus sicarios en todas las esferas del poder político a través de los tradicionales partidos de corte conservador y la conversión de los partidos socialdemócratas a esa parodia de la Tercera Vía, han dado lugar a que se haya podido generar simultáneamente, una riqueza sin precedentes y se haya propagado la pobreza hasta unos límites desconocidos hasta ahora en este tiempo. O lo que es lo mismo, ha provocado que el porcentaje más elevado que nunca de la riqueza del mundo esté en manos  del porcentaje más pequeño de seres humanos en la forma más desproporcional de la historia conocida al respecto. En 1983 el 20% de población era dueña del 80% de la riqueza. En 2001 el 17% se había apropiado ya del 83% de la misma. Y así hasta llegar a ese “Somos el 99 %” esgrimidos estos días por Occupy Wall Street, en alusión a ese supuesto 1 % de la población que controla entre el 30-40 % de la riqueza de los EE.UU.

 “La concentración de las rentas en grupos sociales muy minoritarios, facilita el endeudamiento de la gran mayoría de la población por un lado y la actividad especulativa a los súper ricos por el otro” (V. Navarro).

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