miércoles, 15 de febrero de 2012

Garzón o la rebelión de un juez.

Más de un cuarto de siglo ha pasado ya desde que, el por aquel entonces alcalde de Jerez, Pedro Pacheco, esgrimiera aquello de “la justicia es un cachondeo”, que escandalizó a más de uno ante nuestra jovencísima democracia y al que casi le acaba costando un disgusto por tan atrevida aseveración. Ahora, al cabo de tanto tiempo, yo mismo que siempre había tenido confianza en la justicia, a pesar de los errores que ha venido cometiendo, tengo ya mis serias dudas al respecto.

Por su parte, Baltasar Garzón ha cometido dos errores importantes en su vida aunque, probablemente, no puedan serle imputables a él en exclusiva. El primero ser el “juez estrella”. No sabemos, en la distancia, si esto es consecuencia de su propio carácter, de su extraordinaria carrera judicial, de la importancia de los casos que ha sacado a la luz –los GAL, las redes del narcotráfico, el asunto Pinochet y un sinfín de etcéteras-, o de los medios de comunicación pero, lo que debería haberse quedado en un cumplido parece que ha acabado volviéndose contra él. La prensa y las personas en general que dejan influenciarse por la misma cometen siempre el mismo atropello: de héroe a villano en un solo instante. Como lo de esa prensa que encumbra a un deportista de la noche a mañana para defenestrarlo al poco por una mala racha o simplemente por un mal gesto para con ella.

Y el segundo, haber querido hurgar en dos asuntos que parecen seguir siendo tabúes  en esta España incapaz de construir su propia historia con la integridad que debiera, sin avergonzarse de su pasado y que prefiere mantenerlo en las tinieblas antes que sacar a la luz sus certezas. Dos asuntos que parecen también seguir entrelazados entre si y que son incapaces de romper de una vez por todas sus ataduras como son la plutocracia afín a la derecha política y la dictadura franquista. Nadie puede pretender, a estas alturas del metraje, que el Partido Popular no sea fruto digno de la democracia pero –por mucho que se pretenda seguir ocultándolo-, todavía en su seno permanecen a la sombra de su logo, personas que no solo no responden a su perfil sino que se siguen manteniendo fieles a la antigua visión de la España del Movimiento Nacional y se han adherido al partido en el convencimiento que es la única manera de proteger la nación española de la conspiración judeo-masónico-comunista que, según los mismos, le acecha. Y en medio de estos es aquí donde aparece Garzón intentando poner en entredicho la relación entre las actividades de la trama Gürtel y el Partido Popular por un lado y de otro poner definitivamente en su sitio a los responsables de las decenas de millares de crímenes de lo que en los países de nuestro entorno se estudia como la dictadura más cruel y sangrienta del occidente europeo durante el SXX, como lo fue la del general Franco y sus secuaces durante casi cuatro décadas.

Queda por último, ya de soslayo, el caso de las retribuciones de Garzón en esas conferencias referidas en los EE.UU., ahora declarados prescritos los supuestos delitos –sin veredicto de inocencia ni culpabilidad, del que algún medio intentará, no obstante, sacar tajada-, probablemente más consecuencia de la obsesión por defenestrar al juez mediante otra vía más desde donde poder postrarlo ante la opinión pública.

No vamos ahora a entrar a juzgar su modus operandi en el caso Gürtel porque no tenemos conocimientos suficientes para ello pero lo que si podemos es, al menos, llamar la atención sobre las enormes diferencias de opinión sobre la sentencia que han manifestado públicamente numerosos juristas en clara contraposición con la unanimidad del veredicto del tribunal que le ha juzgado. Tanto o más sorprende lo manifestado en la sentencia del Tribunal Supremo, comparando las actuaciones del juez “con las de regímenes totalitarios”. Más aún cuando se trata de un juez con una carrera absolutamente brillante que llegó a encausar a miembros de la cúpula de un gobierno como fuera en el mencionado caso de los GAL. Y que, en definitiva, con dicha sentencia es posible que podamos ver pronto en la calle a los implicados en la mayor trama de malversación de fondos en pos a la financiación de un partido de la historia de la democracia, mientras que el juez que la destapó resultó el único condenado por la misma. Como asombroso resulta ver igualmente libre a Francisco Camps, a pesar de las evidencias irrefutables de las pruebas contra él y sus “amiguitos del alma” de la misma trama, consecuencia de haber sido juzgado desde el punto de vista de lo político por un jurado absolutamente mediatizado.

En la causa contra Garzón por los crímenes del franquismo, se le acusa de violar la Ley de Amnistía de 1977 que, a la vista de lo expuesto por la parte demandante –Manos Limpias, una especie de sindicato de carácter fascista-, debería premiar con la más absoluta impunidad a todos cuantos asesinaron vilmente no solo en tanto la Guerra Civil sino durante varias décadas después y siguieron ejerciendo la tortura todavía aún después de la muerte del propio Franco. Lo que sí es rigurosamente cierto es que, tras la vuelta de la democracia, estos no solo se fueron “de rositas” sino que hasta hoy mismo, los que siguen vivos o algunos de sus encandilados descendientes, siguen actuando con la misma chulería que entonces, sin que nadie por la vía de lo legal les haya puesto coto. Y esto también es lo que debió pretender el juez en el ejercicio de sus atribuciones, ni más ni menos, hasta que chocó en su camino con uno de los reductos del fascismo y una demanda inconexa que otro juez puso artificialmente en pie para poder aceptarla en su tribunal.

No tiene porqué preocuparnos en exceso ahora que la justicia española haya quedado a la altura del betún ante prestigiosos medios de comunicación de todo el mundo e incluso que observadores internacionales estén presenciando los juicios, incrédulos de alguna de las acusaciones, pero lo que si deberíamos preguntarnos a la vista de todo esto es cuáles son los verdaderos recursos de las sociedades democráticas ante las dictaduras de los poderes preestablecidos, los lobbys de presión, los llamados ahora think tank y en general toda esa extraordinaria maquinaria que sitúa el poder del dinero y la propia erótica del poder por encima de la vida y la dignidad de las personas.

6 comentarios:

  1. Lo que le ha pasado a Garzón era de esperar. Nuestra "democracia" ya tiene sus añitos, pero sus cimientos se edificaron sobre los remanentes fascitas. Muchos de aquellos acólitos de Franco, con el tiempo, solo cambiaron sus trajes, pero mantuvieron su ideología; innegablemente, influyeron en la elaboración de nuestra constitución y siguen apalancados en la sombra.

    Ante esta situación, la arqueología judicial se topa, naturalmente, con callejones oscuros bien peligrosos. En el momento que Garzón tocó un asunto sensible, se le cortaron las alas y punto final. Que esto se haya convertido en un circo, en el descrédito de la justicia española, es irrelevante para esos reductos fascistas.

    En consecuencia, las sociedades democráticas poco o nada pueden hacer, porque el poder que les ha sido conferido tiene trampa. Se puede votar a partidos políticos, pero estos se turnan entre ellos y mienten descaradamente; la ley se elabora y promulga en función de los intereses de los más pudientes; los servicios sociales se masacran y la población se ve obligada a luchar en las grutas de la subsistencia... ¿Qué nos queda?

    ¿El "Mundo Feliz" de Huxley, en el que todo el mundo es "feliz" pero a costa de perder todo lo que realmente importa (arte, familia, etc.)? ¿Hemos de doblegar nuestras voluntades y aceptar este atropello?

    En fin, el tiempo dirá; eso es tan seguro como que los fascismos regresarán.

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  2. Has dicho algo Oscar que es absolutamente cierto y ha causado profunda mella en nuestra historia reciente. Efectivamente la Transición a la democracia en España tras la muerte de Franco, no fue una transición tan modélica como han querido vendernos desde entonces.

    Qué duda cabe que las asonadas militares asomaban por todas partes y que los auténticos demócratas tuvieron que poner la otra mejilla para poder salir adelante pero los años fueron pasando y la clase política española fue incapaz de deshacerse de esa derecha rancia que, hasta el día de hoy, ocupa enorme parcelas de poder.

    El tiempo dirá es cierto y veremos que ocurre con todo esto.

    Un saludo.

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  3. No quiere ser fatalista, pero tal vez ahora se está sembrando la semilla de futuros conflictos.

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  4. Evidentemente Lorenzo conforme la situación se vaya deteriorando y todos los analistas -incluso los propios políticos que, lamentablemente, parecen así aceptarlo-, hablan de un periodo de varios años, cualquier coyuntura puede ser motivo de conflictos muy graves.

    Lo hemos repetido ya muchas veces pero la historia pone en evidencia que fue una coyuntura similar la que dió lugar a los populismos en la década de los 30 y todos sabemos como acabó la misma. Cuando el hambre y la miseria impregnan a grandes masas de población, como se dice, puede esta "agarrarse a un clavo ardiendo", absolutamente descentrada por lo elementos. Una verborrea facil y la inoperancia de las clases gobernantes pueden dar lugar a desatinos. Y no solo ya la guerra sino la irrupción de dictaduras que pongan en entredicho un bien tan preciado como la libertad.

    Un saludo.

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  5. no sé que ha pasado con un comentario que escribí ayer, pero nunca es tarde si la dicha es buena, fantástico resumen de Garzón, con mucho sentido común.

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  6. No se que que habrá podido pasar Mar y no he visto nada extraño en el sistema. En cualquier caso gracias por tu comentario.

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