domingo, 12 de agosto de 2012

La España de las Autonomías (I)

Hace ahora 5 años que la Reserva Federal Americana comenzó a inyectar dinero al sistema bancario de los EE.UU.  consecuencia del estallido de las trágicamente conocidas hipotecas subprime y toda la serie de paquetes financieros de más que dudosa fiabilidad que se habían ido gestando a lo largo y ancho del mundo y que, de las noche a la mañana, devaluaron su valor hasta límites insostenibles. Fue el pistoletazo de salida de una crisis que ha arrasado y sigue arrasando países enteros, desolando a millones y millones de familias, a la que no se le parece ver fin y  de la que lo único que se prevé a ciencia cierta es un futuro más que incierto que, por ende, está haciendo tambalear las propias estructuras nacionales y trasnacionales, como es el caso de la U.E.  
En el de España, un país ya de por si con un problema endémico de desempleo por la escasez de tejido industrial y un insuficiente Estado del Bienestar, habría que añadir además las dramáticas consecuencias de una gigantesca burbuja inmobiliaria echada a rodar en 1998, que a la vista de todos fue haciéndose cada vez más grande sin que nadie con la responsabilidad debida, ensimismados por las plusvalías inmediatas que se iban generando, se percatara de semejante desatino, peor aún al significarse como la mayor parte del soporte económico y financiero de todo el país.  Para que al final haya acabado devengando en un porcentaje de desempleados entorno al 25 % de la población activa –y los que queden por venir-, al arrastrar tras de si a toda la economía española. En una coyuntura así es del todo lógico, especialmente  cuando vemos que la clase política es incapaz de ofrecer respuestas adecuadas y que a pesar de los cambios en la dirección del gobierno los resultados empeoran día a día, que la ciudadanía se plantee nuevos pormenores, entre ellos, el propio organigrama del Estado. Otra cosa muy distinta es la racionalidad de tales planteamientos ya que, de forma parcialmente interesada, una crisis sistémica de esta magnitud puede dar lugar a manipulaciones en uno u otro sentido para reconducir a una desorientada opinión pública, presa de sus propias circunstancias, por unos vericuetos que deformen la realidad objetiva y, a la larga, resulten más perjudiciales que beneficiosos para el grueso de la ciudadanía para acabar repercutiendo, de forma más que favorable, en una cada vez más poderosa clase dominante. La crisis es un excelente caldo de cultivo para ello, la historia lo demuestra una y otra vez y, como hemos relatado en otros artículos, la Gran Depresión de los 30 como germen de los diferentes tipos de fascismos a lo largo y ancho de toda Europa, es el mejor ejemplo de ello.
Mapa autonómico actual
Esto es lo que podría estar ocurriendo en algunos temas claves en España como la sanidad, la educación, la inmigración y un buen número más de ejemplos pero, por el momento, vamos a dedicar este artículo a la cuestión autonómica que, parece, se pone dada vez más en duda a la luz de las recientes encuestas (pág. 18 de la última encuesta del CIS), pero, sin duda espoleadas por las declaraciones de algunos políticos de cierta relevancia en la escena nacional y al hostigamiento desde la administración central para con las mismas en lo referente a los consabidos objetivos de déficit.
En primer lugar para poder analizar con cierta perspectiva este tema habría que tener en cuenta dos factores que, aunque parecen interconectados entre sí, no tienen de hecho ni de derecho relación alguna entre los mismos. Esto es, por una parte la estructura del Estado y de otra la gestión política que se haga en las diferentes Comunidades Autónomas (CC.AA.). O lo que es lo mismo, una cosa es el organigrama territorial de un país y otra muy distinta como tutelen las diferentes administraciones las personas responsables de ello.
En el primer caso, la historia de la península ibérica es larga y se pierde en la profundidad de los tiempos. Hemos apuntado ex profeso el término “península ibérica” ya que el pueblo español no parece tener verdadera conciencia del concepto de España  hasta la Guerra de la Independencia contra los franceses, a principios del SXIX. Hasta ese momento la población se veía a si misma como siervos o vasallos de las sucesivas monarquías reinantes pero no como ciudadanos de un estado o una nación como tal. No vamos hacer un recorrido ahora veinte siglos atrás desde entonces ya que la casuística sobre la organización del estado o estados que han ocupado la península ha ido modificándose a lo largo de los mismos y que dentro de los cuales podrían citarse muchos ejemplos en lo referente a su mayor o menor grado de descentralización. Por citar solo algunos de ellos, recurriremos a una época larga de la historia peninsular, dominada por la ocupación árabe y donde nos encontramos un ejemplo de estado muy centralizado como lo fue el Califato de Córdoba y otro modelo totalmente contrario como lo fueron los Reinos de Taifa. Ni tampoco vamos a entrar a dilucidar aquí si en el prominente caso de Cataluña esta fue alguna vez un estado independiente o no, ya que en ello ni siquiera saben ponerse de acuerdo los propios historiadores. Aunque, a nuestro juicio, en lo básico, tal discusión proviene de que el citado concepto de Estado ha ido variando continuamente con el paso del tiempo. 
La España federal de la fallida Constitución de 1873
Acercándonos un poco más al nuestro, conforme avanza el SXIX, tal y como ocurre en el resto de Europa -lo que acabaría conformando buena parte de las diferentes naciones-,  toman auge los sentimientos nacionalistas en las diferentes zonas geográficas españolas. Especialmente en Cataluña y el País Vasco, aunque también aparecen ciertos movimientos en este mismo sentido en Galicia, Valencia y Andalucía. En el caso de los dos primeros tiene buena culpa el mayor progreso de las sociedades vasca y catalana a tenor de su desarrollo industrial muy por encima del resto de España donde no había tenido lugar una Revolución Industrial, como también en sus vecinos del norte de Europa. En cualquier caso el SXIX se caracteriza por un continuo ir y venir de conflictos tanto políticos como militares en una lucha, casi constante, entre  los partidarios del antiguo régimen de corte absolutista -estos a su vez por la cuestión dinástica-, y el nuevo modelo liberal. Tanto es así que, durante la 1ª. República, en 1873 entre los diseños propuestos para una nueva Constitución ya se contemplaba un auténtico estado federal, conforme al modelo cantonal suizo, pero que no llegó a aprobarse dada la brevedad de esta.
Y así podríamos llegar, entre asonadas militares, restauraciones monárquicas e intentos de democratización de la sociedad española a través de los movimientos republicanos, hasta el fallido golpe de estado de 1936 que motivó la guerra civil y, tras  la misma, una dictadura caudillista de corte militar y pseudo-fascista que marcaría buena parte del devenir del SXX, hasta la muerte del general Franco en 1975. En los últimos instantes del régimen, la presión externa e interna -esta última desde finales de los 60 con continuas huelgas, manifestaciones obreras, estudiantiles en las principales universidades y movimientos de todo tipo en su contra- y a pesar de la censura y la represión, se habían hecho tan insoportables para el mismo que, ineludiblemente y muy a pesar de la oligarquía dominante y buena parte de la cúpula militar que había gozado de enormes privilegios durante la dictadura, acabó dando lugar a un proceso de democratización del país que, impulsado por el recién confirmado Rey Juan Carlos I y apoyado este en la figura de un nuevo presidente del gobierno, Adolfo Suarez, es conocido como La Transición.

2 comentarios:

  1. Es toda una delicia leer estas entradas de corte histórico-analítico, especialmente para los que como yo gustan de perderse entre sucesos pasados.

    Los hechos ocurridos en el pasado condicionan y explican lo que ocurre en el presente y lo que ocurrirá en el futuro, de modo que no es un asunto baladí todo lo relativo a la historia. Como se suele decir, "de aquellos barros vinieron estos lodos".

    En cuanto a organizaciones estatales, siempre he sentido una especial preferencia por el modelo federado, con salvedades y añadidos. Menos centralismo y más independencia, localidades autosuficientes, cooperación, etc.

    Un saludo.

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    1. Como bien dices la historia nos sirve para comprender el porqué y como de las cosas que ocurren. Por lo general los hechos del presente no suceden de un modo espontáneo sino que suelen tener unos antecedentes que explican el porqué y el cómo de los mismos.

      Un saludo

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