sábado, 4 de agosto de 2012

Un ejercicio de fe.

“La fe se refiere a cosas que no se ven, y la esperanza, a cosas que no están al alcance de la mano.” (Santo Tomás de Aquino)



Y eso fue lo que hizo ayer el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, un ejercicio de fe y esperanza durante su rueda de prensa tras el Consejo de Ministros lo que ya, por sí solo, es noticia vista su habitual animadversión a los medios. Rajoy, confesó además que pasa el 50 % de su tiempo solo, lo que todavía nos sugiere más su firme creencia en sus posiciones para resolver los problemas de España, al margen de las aportaciones, sugerencias, opiniones y propuestas de cuantos le rodean, le aplauden, le critican o abuchean desde la tribuna del Congreso, desde los medios de comunicación, internet o desde la calle. Quizá de la misma manera que su predecesor, Rodríguez Zapatero, negó primero la crisis, después se sintió capaz de afrontarla en primera persona, para verse superado más tarde ante su iracunda perversa. 

Rajoy tiene fe. Tiene fe en algo que no ha sucedido nunca en los últimos 100 años y que la empírica ha demostrado una y otra vez que cada vez se ha formulado y llevado a sus límites más extremos, a través de sus diferentes ortodoxias, ha resultado un auténtico y estrepitoso fracaso, incluso de proporciones trágicas para el conjunto de la humanidad. Ocurrió durante los Felices 20 y su terrible consecuencia, la Gran Depresión, uno de los principales caldos de cultivo de la 2ª. Guerra Mundial. Ocurrió a finales de los 70 como una respuesta a la crisis petrolera, cuando el thatcherismo irrumpió con fuerza en el R.U. y acabó relegando a la que fuera una gran superpotencia, con consecuencias dramáticas para millones de británicos. Ocurrió en esa década mágica que arranco en las postrimerías del siglo pasado y nos ha conducido a la situación actual.

Este gobierno, como sus adláteres en Bruselas, parece creer a pie juntillas que el crédito fácil –de ahí su obcecación en el saneamiento financiero a toda costa-, dará lugar a una mayor oferta y a un incremento de la demanda –otro “café para todos”-, se aumentará la competitividad –otra porfía elevada al rango de mantra-, los precios descenderán –la práctica demuestra lo contrario y ahí está la Ley del suelo de Aznar y Rato para corroborarlo-, y, en consecuencia, se generarán puestos de trabajo -¿millones?-, aunque nadie sabe con qué tipo de condiciones laborales –a la vista de lo propuesto poco más allá de los precario, con lo que hará no solo difícil el aumento de esa demanda, sino el propio consumo en sí mismo-. En definitiva, una apuesta más por esa obsesión a la que llaman “crecimiento perpetuo”, convirtiendo el dinero en un fin y no en un medio para menesteres mejores. Y para ello más desregulación, menos gasto público, menos inversión pública, más privatizaciones, etc. etc. Es decir menos “Estado” como ese elemento vertebrador del bien común de la sociedad.

Aunque la historia nos muestre los resultados de una u otras doctrinas, no es óbice para que tal vez, aunque seamos legión los que pensemos lo contrario, algún día Mariano Rajoy y sus seguidores, que ahora parecen ser menos, puedan obtener su recompensa. Pero a saber a qué precio para millones de familias.  No se trata solo de un sacrificio sino, cabía preguntarse, si merecerá la pena tanta desgracia, tanta amargura, tanto desamparo y tanto sufrimiento.


4 comentarios:

  1. Este tío es un impresentable. Ha superado todos los pronósticos, decían que iba a ser nefasto para España, pues ha resultado ser calamitoso. Que se vaya de una vez, o que lo echen. Solo por haber mentido como lo ha hecho tendría que ir a la cárcel.

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    1. Dijo el dicho: "Ya vendrá quien bueno me hará".

      Un saludo

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  2. A Rajoy no lo culpo, como tampoco culpo a Zapatero o a ningún otro político. Son lo que son, y sé por qué están ahí: para barrer en beneficio de una clase dominante. Lo que ocurrirá en el futuro nadie lo sabe, pero al final siempre acaba uno comiendo barro y el otro pisando cabezas; no hay lugar para la igualdad en una especie tan egoísta y avariciosa.

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    1. Yo sí les culpo. Efectivamente no se les puede achacar a ellos, en exclusiva, toda la responsabildiad de lo que está pasando pero sí que tienen una buena parte de ella por cuánto no se enfrentaron, ni se enfrentan ahora, al poder establecido y ello va en claro detrimento del pueblo. Y algo debe estar pasando ya en la calle e incluso parecen ser conscientes de ello, cuando han decidido fortificar el Congreso. Y eso sí que es un espectáculo lamentable en democracia, sobre todo para la clase política que un día juraron poner los intereses del pueblo por delante.

      Un saludo.

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