domingo, 14 de abril de 2013

Margaret Thatcher y el principio del fin.

Margaret Thatcher
El 4 de Mayo de 1979, por primera vez en la historia del Reino Unido, una mujer alcanzaba el puesto de primer ministro. Se trataba de Margaret Thatcher que el pasado lunes 8 de Abril fallecía a los 87 años de edad en Londres. Sin duda, el legado de la Sra. Thatcher pasará a la historia especialmente por dos hechos, por una parte –aun sea para bien o para mal-, que por fin una mujer ocupara el principal despacho del nº. 10 de  Downing Street y de otra, la más importante, haber puesto en marcha de forma decidida y obstinada –lo que le acabaría costando el puesto empujada desde las filas de su propio partido once más años más tarde-, el modelo económico neoliberal  que había sido compendiando años antes y elevado a la categoría de dogma por el norteamericano Milton Friedman tras obtener este el Premio Nobel de Economía en 1976.  Probablemente y sin tan siquiera darse cuenta de ello, aquella convulsa década de los 80 en las islas británicas –con la Guerra de las Malvinas, de por medio-, estaba sembrando el embrión de la que, casi 30 años más tarde, sería la mayor crisis económica, política y social del mundo desarrollado desde la 2ª. Guerra Mundial. Por eso mismo, seguro que nadie ha podido sentenciar la falta de la Sra. Thatcher, conforme a sus ideas de política económica, de manera tan magistral como lo ha hecho el director de cine británico Ken Loach: Privaticemos su funeral. Ella lo hubiera querido.

Margaret Thatcher alcanzó Downing Street después de lo que en el R.U. se había llamado el “Invierno del descontento”, cuando una serie de huelgas habían generado un grave clima social en el país consecuencia del elevado índice de desempleo existente. Además supo aprovechar para sí  el rechazo habitual de ciertos sectores de la población, cuando el desempleo aumenta, que acaba buscando como chivo expiatorio a los inmigrantes que acuden en busca de futuro a los países más desarrollados, como había pasado en las islas británicas durante la década anterior. Todo esto y la descoordinación del partido laborista acabó permitiendo la llegada al gobierno del partido conservador con la Sra. Thatcher a la cabeza.

Enseguida, el giro en la política social y económica de la nueva primera ministra fue evidente. Aun en contra de algunos sectores de su propio partido. Fuertemente influenciada por la ultra-ortodoxia liberal refrendada en los textos de Friedman y sus precursores, como Ludwig Von Mises o Von Hayek de la controvertida Escuela Austriaca, Thatcher inicio una serie de medidas con la intención de dinamizar la economía y reducir gastos, como desregularizar desde buena parte de la industria, el comercio y las finanzas hasta sectores básicos de la estructura económica y social británica. Además de reducir los impuestos directos, aumentar los indirectos, subir los tipos de interés y bajar así la inflación, redujo de forma sensible los gastos sociales en educación y vivienda. Tanto es así que, aún habiéndose graduado en la misma, la asamblea de la
Manifestación por la huelga minera del R.U.
Universidad de Oxford le negó su doctorado “Honoris Causa” cuando fue propuesta para el mismo. Aún sus nuevas políticas el desempleo siguió in-crescendo durante la mayor parte de su mandato y las diferentes huelgas siguieron siendo una constante durante la mayor parte del mismo, aunque a la baja, consecuencia de la persistencia, a toda costa, en su política económica del gobierno. De hecho la huelga minera del bienio 1984-85 ha sido considerada como una de las más dramáticas de la historia laboral europea de la segunda mitad del SXX. Pero Thatcher aguantó, aunque ello acabará devastando a la población de las ciudades más afectadas por la debacle de la industria minera, consiguiendo además una fuerte merma del poder de los sindicatos.

Por su parte, la Guerra de las Malvinas resultó una magnífica excusa para ganarse a buena parte de su pueblo, por cuanto supo explotar la sensibilidad patriótica de los herederos del fabuloso Imperio Británico. Todo lo contrario que la Junta Militar Argentina, dirigida en 1982 por Leopoldo Galtieri, que pretendió con la ocupación militar del archipiélago desviar la atención del pueblo argentino de la desastrosa situación del país, víctima de la dictadura. La Guerra de las Malvinas, una cierta recuperación económica consecuencia del flujo de dinero procedente de los extraordinarios resultados de los yacimientos petrolíferos del Mar del Norte y el desbarajuste existente en las filas del Partido Laborista,  permitió en 1983 a Margaret Thatcher revalidar su puesto de primera ministra con una más que sensible holgura sobre sus adversarios.

Su estela siguió alargándose en las elecciones de 1987, aún reduciendo su ventaja, gracias a su carácter de Dama de Hierro, apodo que recibió de la antigua Unión Soviética –aunque sus relaciones se suavizarían con la llegada de Gorbachov- o por poner en entredicho incluso la posición del Reino Unido dentro de la, por aquel entonces, Comunidad Económica Europea. Pero dos años más tarde su liderazgo dentro del partido conservador volvió a cuestionarse, especialmente, cuando decidió imponer su “impuesto  a la comunidad”, el llamado “poll tax”, por el que todos los ciudadanos deberían contribuir con la misma cantidad de dinero, independientemente de su renta, a las arcas públicas, lo que provoco una nueva ola de rechazo popular, en esta ocasión, como no se había registrado tan mayoritariamente desde mucho tiempo antes. Por fin, el 28 de Noviembre de 1990, abandonó su cargo, por lo que acusaría posteriormente de traidores a sus propios colegas.

Tony Blair
Pero Margaret Thatcher dejó un legado y una forma de hacer política desde el punto de vista de lo económico y social que, de una manera u otra acabarían calando no solo entre sus incondicionales sino también entre los que tanto la habían venido detractando durante todo su mandato. Y no solo en el Reino Unido sino a lo largo y ancho de todo el continente europeo. Incluso de alguna manera, su influencia se dejo sentir en la reconversión de la socialdemocracia clásica a las posiciones muchos más liberales que representaban su denominada Tercera Vía, de ahí que incluso haya quien diera en llamar a Tony Blair, el líder laborista, como “una Margaret Thatcher con sonrisa”. Sin duda, la Sra. Thatcher, propició un modelo económico que permitió a las clases altas acumular y concentrar en menos manos, aún mayores dosis de riqueza y aunque otras muchas personas incrementaran sensiblemente su nivel de vida, sin embargo, el desempleo siguió manteniéndose en cotas excesivamente altas, el nivel de los servicios públicos se redujo considerablemente e incluso su carácter de mujer no beneficio en nada a la causa feminista, por lo que a juicio de muchos analistas, tanto de la época como de la actualidad, el resultado del Thatcherismo acabó siendo negativo para el conjunto de la sociedad británica. Incluso su fraternal amistad con un dictador tan siniestro como Augusto Pinochet no ha hecho más que arrojar más sombras a su controvertido mandato.

En definitiva, su estilo de gobernar, su fuerza, determinación y dureza, acabó acuñando el término “Thatcherismo”, pero si bien ya en su momento las dudas fueron más que razonables, hoy el devenir de la historia ha acabado demostrando que sus políticas de exagerada desregulación de la industria, el comercio y las finanzas, las privatizaciones y su falta de sensibilidad por los servicios públicos y el estado del bienestar, que tanto entusiasmo desataron entre sus sucesores en toda la Unión Europea –España fue también un buen ejemplo de ello-, y siguen manteniéndose hasta el mismo día de hoy en numerosos casos, han acabado dando al traste con un modelo social que hubiera permitido que, con el necesario compromiso de todos, el conjunto de la ciudadanía pudiera alcanzar un alto grado de estabilidad.

“Es asombroso que la Humanidad todavía no sepa vivir en paz, que palabras como “competitividad” sean las que mandan frente a palabras como “convivencia”.” 
José Luis Sampedro, D.E.P.

No hay comentarios:

Publicar un comentario