lunes, 17 de junio de 2013

La reconstrucción europea (IV). La comunidad de naciones.

El 19 de Septiembre de 1946, en la universidad de Zürich, Winston Churchill dijo:

"Quisiera hablar hoy del drama de Europa (...) Entre los vencedores sólo se oye una Babel de voces. Entre los vencidos no encontramos sino silencio y desesperación (...) Existe un remedio que, si fuese adoptado global y espontáneamente por la mayoría de los pueblos de los numerosos países, podría, como por un milagro, transformar por completo la situación, y hacer de toda Europa, o de la mayor parte de ella, tan libre y feliz como la Suiza de nuestros días. ¿Cuál es este remedio soberano? Consiste en reconstituir la familia europea o, al menos, en tanto no podamos reconstituirla, dotarla de una estructura que le permita vivir y crecer en paz, en seguridad y en libertad. Debemos crear una suerte de Estados Unidos de Europa. (...) Para realizar esta tarea urgente, Francia y Alemania deben reconciliarse."

Aunque habría que esperar todavía 4 años para la Declaración Schuman, después de las ideas presentadas a finales de los años 20 por el conde austriaco  Richard Coudenhove-Kalergi y su proyecto panaeuropeo que la Gran Depresión se llevaría al traste, es aquí donde aparece por primera vez y en una personalidad relevante de forma pública un intento serio, después del desastre de la 2ª. Guerra Mundial, por mostrar un continente europeo unido. Como primeros pasos, en 1948 se crea la OECE, la Organización para la Cooperación Económica Europea  –más tarde OCDE-, a instancias de los EE.UU. con miras a la distribución de los fondos del Plan Marshall, ese mismo año empieza a rodar el Benelux –la unión aduanera, cara al exterior, de Bélgica, Holanda y Luxemburgo, aunque el pacto se firmara 1944-, y un año más tarde se funda la OTAN junto a Canadá y EE.UU. convertida ya en primera potencia hegemónica mundial y con miras a hacer frente el poderío militar de la URSS.

Jean Monnet y Robert Schuman
Pero no sería realmente hasta que un banquero francés, llamado Jean Monnet, ideara un plan que daría pie al ministro de exteriores de su país, Robert Schuman a promover la que se ha dado en llamar la Declaración Schuman, el 9 de Mayo de 1950, que marcaría la puesta en marcha de la gestión franco-alemana de su producción de carbón y acero un año más tarde a través de la CECA –a la que se acabarían uniendo también los países del Benelux e Italia-, y sería toda una declaración de intenciones cara al proyecto común europeo.

"Señores, no es cuestión de vanas palabras, sino de un acto, atrevido y constructivo. Francia actúa y las consecuencias de su acción pueden ser inmensas. Así lo esperamos. Francia actúa por la paz (...) y asocia a Alemania. Europa nace de esto, una Europa sólidamente unida y fuertemente estructurada. Una Europa donde el nivel de vida se elevará gracias a la agrupación de producciones y la ampliación de mercados que provocarán el abaratamiento de los precios. (...) Europa no se hará de golpe, ni en una obra de conjunto, se hará por medio de realizaciones concretas, que creen, en primer lugar, una solidaridad de hecho. El gobierno francés propone que se someta el conjunto de la producción franco-alemana de carbón y  acero bajo una autoridad común, en una organización abierta a la participación de otros países de Europa. La puesta en común de la producción del carbón y del acero asegurará inmediatamente el establecimiento de bases comunes de desarrollo económico, primera etapa de la Federación Europea(...)" (Declaración Schuman, 9 de Mayo de 1950).

Por fin y no sin ciertos avatares como el de la Comunidad Europea de Defensa (CED), que proponía un fuerte acuerdo de integración militar y no pudo prosperar poniéndose además de relieve la dificultad por lograr una integración también política, el 25 de Marzo de 1957, “los seis”, Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo firmaban los Tratados de Roma con los que quedaban fundadas la Comunidad Europea de Energía Atómica (EUROTOM) y la Comunidad Económica Europea, auténtica predecesora de la actual Unión Europea.

Christian Pineau (Francia), Joseph Luns (Holanda), Paul Henri Spaak (Bélgica), Antonio Segni (Italia), Konrad Adenauer (Alemania) y Joseph Bech (Luxemburgo) fueron los firmantes de aquel acuerdo por el que se proponía “una unión sin fisuras” paulatina y progresiva, es decir se marcaba también un objetivo político y no solo económico, aunque aún traspasado el umbral del SXXI este esté por llegar. El Reino Unido que se había quedado al margen del proceso dada su negativa absoluta a ceder ningún tipo de soberanía a cualquier institución supranacional, se dio cuenta pronto de su tremendo error, visto el extraordinario crecimiento de los países comunitarios, muy por encima incluso al de los EE.UU.  y con la llegada a su gobierno de Harold Wilson se iniciaron las negociaciones para su entrada. Sin embargo se encontró con la intransigente resistencia de Charles de Gaulle, el mítico presidente de la República Francesa, -en su idea de que la adhesión del R.U. podría restarle protagonismo en su papel de potencia dominante a Francia-,  por lo que hasta que este no dimitió de su cargo a consecuencia de los sucesos de Mayo de 1968, no se abrió la puerta de la Comunidad a los británicos.

Charles de Gaulle
 De este modo en 1973 nacía la Europa de los nueve con la adhesión al tratado del Reino Unido, Dinamarca e Irlanda, mientras Noruega se quedaba fuera por decisión propia  –a pesar de los deseos de su gobierno el pueblo noruego prefirió y así lo sigue haciendo permanecer al margen, ante sus temores por perder parte de su extraordinario modelo de estado de lo social-. Hasta que no fueron cayendo las dictaduras griega, portuguesa y española no pudieron sus respectivos países acceder a la unión por lo que tendría que esperar el primero hasta 1981, mientras Portugal y España lo harían en 1986. Así, sucesivamente hasta los 27 estados miembros de la actualidad.

Al margen de las aportaciones ya descritas en capítulos anteriores por el Plan Marshall, el crecimiento y desarrollo económico y social que experimentaron los países europeos integrados en la Comunidad –especialmente hasta las crisis de los 70-, no tienen parangón en la historia europea. Incluso, aún después de las citadas crisis y hasta la llegada de la crisis actual en 2007, Europa no ha dejado de crecer en mayor o menor medida no encontrándose en su historia reciente un periodo entre la Gran Depresión de 1929 y la actual Gran Recesión de mayor prosperidad en la misma, salvando obviamente el tremendo escollo de la 2ª. Guerra Mundial. Inspirados básicamente en el modelo keynesiano de desarrollo capitalista con un fuerte enfoque de lo social y tomando al estado como elemento vertebrador del bien común como hemos comentado ya en este misma secuencia de capítulos, todos los países comunitarios experimentaron unas tasas de crecimiento insospechadas hasta ese momento y unas tasas de desempleo como nunca se había conocido antes. En lo social, se artículo todo un marco del Estado del Bienestar con medidas de protección social, educación, seguridad social, dependencia, etc. que apuntalaron de forma decisiva ese mismo desarrollo humano del viejo continente, aún sus defectos pero que, como estamos viendo ahora, nadan tienen que ver con el menosprecio hacia estas mismas facetas de sus dignatarios actuales.

Serían las citadas crisis petroleras de los 70 las que marcarían el primer punto de inflexión en esta trayectoria al no saber resolver con agilidad los líderes políticos del momento el envite surgido del fuerte incremento de precios de las materias primas, dando lugar además a un fuerte incremento del desempleo y el malestar social surgido del mismo. Un auténtico caldo de cultivo para los teólogos liberales que nunca –a pesar de la generosidad de los datos empíricos-, fueron capaces de admitir un modelo de sociedad basado en el bien colectivo primando siempre el individualismo. Es aquí donde arranca con fuerza un nuevo concepto neoliberal  gracias a economistas que alcanzan gran reconocimiento, siendo Milton Friedman su máximo exponente que obtiene el Premio Nobel en 1976, aunque en medio de numerosas protestas por su supuesta –él lo negó siempre-, colaboración con el régimen de Augusto Pinochet en Chile, sobre el que, en cualquier caso, tuvo gran influencia en la parcela económica.

Y de la mano de las crisis petroleras llegó el thatcherismo, el primer gran pulso del neoliberalismo frente al Estado del Bienestar y la integración europea, de la mano de Margaret Tatcher en 1979 en el Reino Unido. El resultado final tras más de una década de permanencia en el gobierno británico fue de una leve recuperación económica y un aumento de las desigualdades sociales, con millones de personas al borde de la pobreza, que pareciera devolver la sociedad a tiempos pasados.  Pero a pesar de su fracaso en lo social y humano, su marchamo caracterizaría el futuro inmediato de toda Europa, lo que vino a acentuarse tras la entusiasta sensación de libertad y seguridad que supuso la caída del Muro de Berlín en 1989. Así, la socialdemocracia y la democracia cristiana que habían apostado por esa política basada en el bien común desde el fin de la guerra hasta entonces, desplazaron el eje político tradicional de tal manera que dejaron de ocupar sus espacios naturales para convertirse la primera a un nuevo socio-liberalismo (ejemplarizado en Blair, Schröder o Rodríguez Zapatero entre otros), y la segunda a un formato mucho más liberal-conservador (con casos como los de Chirac, Berlusconi o José Mª. Aznar), que en lo general cedían el paso a lo individual en detrimento de lo colectivo conforme a su doctrina. Desde entonces y hasta hoy con los dramáticos resultados que ya conocemos.

Por último y para cerrar esta serie de artículos sobre la reconstrucción europea tras la 2ª. Guerra Mundial y el modelo económico y social al que se acogió para lograrlo, no cabe ahora otra cosa que preguntarse qué dirían todos aquellos que apostaron reconstruir Europa de sus cenizas en base a un desarrollo sostenido, al Estado del Bienestar y a la solidaridad entre los pueblos, cuando en la actualidad se han perdido todos esos valores y sus herederos e instituciones se han olvidado de su bien más preciado: los seres humanos.

“Rodéense de personas que los quieran, y si no los quieren, échenlos.” (Ray Bradbury)

4 comentarios:

  1. Excelente artículo. Ahora necesitamos recuperar la Europa del bien común, el Estado del Bienestar, para contrarrestar la extensión del neoliberalismo y dar ejemplo de lo qué es un sistema económico-social humano y sostenible.
    En ese sentido, como punto de partida y brújula al mismo tiempo, , me parece excelente esta frase de la Declaración de Schuman:
    "Europa [la nueva Europa] no se har´de golpe, ni en una obra de conjunto, se hará por medui de realizaciones concretas, que creen, en primer lugar, una solidaridad de hecho"
    Un saludo

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    1. Así es Juliana, la cuestión es que los que hoy tienen la batuta para hacerlo no parecen tener el más mínimo interés en ello.

      Sin duda se hace preciso un recambio y... en ello estamos.

      Atentos.

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  2. Aquí traigo a colación un artículo aparecido en consume hasta morir.


    Hipótesis Democracia

    Marieta M. / Emmanuel Rodríguez / Lavapiés. Madrid

    Sábado 22 de junio de 2013

    Marieta M. / Emmanuel Rodríguez / Lavapiés. Madrid


    «Revolución: proceso que lleva a una parte sustancial del cuerpo social (¿el 99 %?) a deponer a las élites políticas y económicas que detentan el gobierno efectivo, produciendo una modificación completa de los principales ordenamientos institucionales. En la actual coyuntura, no se trata de una alternativa ideológica; el curso de la crisis no deja más opción que asumir este riesgo o aceptar la involución política y social. Sencillamente la revolución ha vuelto a convertirse en nuestra tarea.»

    Hipótesis Democracia. Quince tesis para la revolución anunciada. Traficantes de Sueños.

    Emmanuel Rodríguez [Observatorio Metropolitano de Madrid]

    Saludos

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