sábado, 28 de diciembre de 2013

El mensaje fin de año

Pasada ya la medianoche cuando escribo estas líneas, el día de ayer, el presidente del gobierno ha concertado una de sus esporádicas ruedas de prensa para hacer un breve balance de su legislatura desde su llegada al cargo, de este año que termina y sus previsiones para el que viene. Ni que decir tiene que en poco o nada tienen que ver las declaraciones del primer ministro con la realidad del día a día que podemos ver y comprobar los que andamos a pie de calle y, por enésima vez, este se deja –premeditadamente o no-, llevar por una serie de algoritmos macroeconómicos que deambulan del mismo modo por su inframundo mediático.

No es preciso ahora redundar en una serie de datos que podemos encontrar en numerosos sitios de internet, medios de comunicación e incluso entre la maraña que suman estos en el Instituto Nacional de Estadística y el mismísimo Boletín Oficial de Estado, para comprobar el estado de decadencia en el que se ha sido sumiendo el grueso de la sociedad española en los últimos años y, más concretamente, desde la llegada del gobierno de Mariano Rajoy. La triste realidad actual no es otra que la marcada por esa misma decadencia a que dan lugar seis millones de personas que deambulan cada día a la búsqueda de un puesto trabajo –cada vez más precario y peor remunerado-, el brutal incremento del coste de la vida o la pérdida de derechos y libertades lo que, en definitiva viene a conducir a un futuro cada vez más incierto a millones de familias, a sus hijos y predecesores.

Exigir una vez más que ese inhumano sacrificio al que se ha sometido a tantos inocentes se perpetúe sine die como plantea el presidente –a la espera de los resultados de una supuesta recuperación que, en la práctica, solo está beneficiando aún más a los mismos que provocaron el desastre-, raya una apuesta por mandar al traste la dignidad  de la mayoría de los seres humanos por el contrario de la voraz, impúdica e inmune opulencia de la minoría causante de tanta desdicha.

No sabemos, a estas alturas del metraje, cuanto más está dispuesto a soportar el gen humano ante tal cúmulo de obscenidades pero, de no poner remedio por su parte, es de temer que ese futuro incierto acabe confirmándose como una nueva dictadura de hecho y de derecho que, en esta ocasión, lejos de estar sometida por militares quede auspiciada bajo la sombra de quienes controlan ese limbo que denominan mercado, fruto del capitalismo más infame.

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