lunes, 9 de junio de 2014

La vuelta, una y otra vez, al 98.

“El poder de las clases dominantes sobre el proletariado y todas las clases sometidas en el modo de producción capitalista, no está dado simplemente por el control de los aparatos represivos del Estado, (…); dicho poder está dado fundamentalmente por la "hegemonía" cultural que las clases dominantes logran ejercer sobre las clases sometidas, a través del control del sistema educativo, de las instituciones religiosas y de los medios de comunicación. A través de estos medios, las clases dominantes "educan" a los dominados para que estos vivan su sometimiento y la supremacía de las primeras como algo natural y conveniente.” (Antonio Gramsci, filósofo italiano, 1891-1937).

El conocido como “desastre del 98”, las pérdidas de las últimas colonias americanas y del Pacífico a manos de los EE.UU., acabó sumergiendo en un estado casi depresivo  al conjunto de la sociedad española de la época, que tan bien retrató toda una generación de autores encabezados por Pío Baroja, Azorín y Ramiro de Maeztu y que vino a sumarse al lastre del fracaso de lo que se ha dado en llamar “el Sexenio Revolucionario” -1868-1874-, el primer intento serio de la historia de España para establecer un estado democrático. Este intento en falso por recalar la democracia en España, acabaría liquidado con el pronunciamiento del 29 de Diciembre de 1874, con el que se abriría paso Alfonso XII, poniendo fin también de este modo a la 1ª. República que apenas si había durado 22 meses, aunque de facto su duración real no llegara a culminar siquiera un año ya que, otro golpe de estado, en esta ocasión el del general Pavía el 3 de Enero del mismo año, había dado paso a la dictadura del general Serrano.


Después, la democracia no volvería a hacerse hueco en el estado español hasta la proclamación de la 2ª. República, el 14 de Abril de 1931 –por cierto a instancias de un monárquico, Juan Bautista Aznar-Cabañas, el último primer ministro de Alfonso XII y un liberal como el conde de Romanones-,  para caer liquidada definitivamente el 1 de Abril de 1939, tras el fin de la guerra civil que había dado lugar el fallido golpe de estado  del 18 de Julio, tres años antes. Después, la dictadura del general Franco hasta la proclamación de la Constitución actual y con ella el regreso a la democracia en 1978.

Sin embargo quizá la larga sombra del régimen franquista, fruto de cuatro décadas de absoluto control sobre la sociedad española, se ha empeñado en mantener ese carácter pesimista del 98 que tan buenos resultados cosechó para el mismo en su intento por evitar el afloramiento de otros valores en el pueblo que pudieran ponerle en evidencia  y lastrar al mismo con ese sentimiento de culpa que se diría enquistado entre buena parte de la ciudadanía. Como todos los regímenes de su clase e independientemente del color político que se trate, las dictaduras para perpetuarse en el tiempo necesitan sostenerse sobre tres pilares fundamentales: la desinformación, el miedo y la manipulación histórica. La adulteración de la realidad pasada es promovida en aras a exaltar el fervor nacionalista y al espíritu patriótico asimilando para sí ciertos fragmentos de la historia, mientras  el uso de otros episodios es revertido en la forma contraria.


Por poner dos ejemplos que evidencian esto último, podríamos citar en el primer caso el análisis de los avatares del imperio español del siglo XVI, la conquista del continente americano y la manera en cómo  se relataban en las escuelas franquistas. Por una parte los apelativos a la enorme expansión del mismo, algo rigurosamente cierto, y de otra la curiosa interpretación de la “colonización” americana. Al amparo de la virtuosa Enciclopedia Álvarez –el más conocido manual de uso para todos los escolares de la época-, los españoles habían ido a América a evangelizarla y proveer de sus riquezas al pueblo español con miras a suplir sus penurias y financiar las guerras que ingleses y franceses se empeñaban en declarar continuamente al imperio. Motivo por el cual, estos  enviaban a sus piratas para abordar los barcos de la corona española que portaban tales riquezas a la península con tan buen fin. En la realidad, un conjunto de medias mentiras y medias verdades que no serían puestas en entredicho hasta el fin del régimen, momento en el que descubrimos que, en efecto, en España por aquellos entonces “no se ponía el sol”, pero que los conquistadores no fueron a evangelizar las Américas, sí no más bien a saquearlas a sangre y fuego para, además de financiar las trifulcas reales, hacerse ricos ellos mismos y enriquecer a los reyes españoles que eran tan crueles y sanguinarios como sus rivales, tal como marcaban los cánones de la época, presos de una avaricia sin límites.


En el aspecto negativo de la cuestión, quizá no haya ejemplo más actual hoy que el de la utilización del término “república” en la argumentaría del régimen. La palabra “república”, procede del latín “respública” que viene a significar “la cosa del pueblo” y que viene a definir un modelo de “organización del Estado en el que su máxima autoridad es elegida por los ciudadanos o por el Parlamento para un período determinado” (RAE). Sin embargo, si todavía al día de hoy preguntáramos al respecto a los ciudadanos de este país, buena parte de los mismos, nos definiría la república como una horda de violentos comunistas empeñados en la destrucción de la propiedad privada y la privación de las libertades, auspiciados por la banda de botarates que generaliza al pueblo español. Más o menos como si fueran instigados desde el estalinismo soviético de mediados del pasado SXX. Sin embargo, en primer lugar, se confunden dos conceptos absolutamente distintos como lo son el de un modelo organizativo del estado y un modelo ideológico. Por cierto, un modelo ideológico achacado al partido comunista que jamás gobernó durante la 2ª. República y que solo obtuvo relevancia cuando tras volverle la espalda al gobierno legítimo de España las dos grandes potencias democráticas europeas de la época, Francia e Inglaterra, por miedo a la implicación de la Alemania nazi en el conflicto, fue la Rusia de Stalin la que accedió a la venta de material bélico al mismo. Y esto, por mucho que se insista, que la inmensa mayor parte de países del mundo  han adoptado para sí un modelo republicano donde se alternan gobiernos de derecha e izquierda de manera completamente normal desde hace décadas. Una percepción distorsionada de dicho concepto pertrechada por la mitomanía franquista con miras a su perpetuación en el poder.

En consecuencia, para esos mismos ciudadanos atrapados en esa espiral histórica, ese supuesto carácter “violento” del pueblo español necesita siempre una especie de “guía espiritual”, al modo en este caso de un rey, que sirva de referencia para garantizar la paz entre los españoles. Y para fortalecer tan disparatado, absurdo e irracional argumento, se echa mano al devenir histórico de la nación española en los últimos siglos, como si este fuera distinto al del resto de los países de nuestro entorno. Sin ir más lejos y aprovechando el 70º. Aniversario del desembarco de Normandía que se celebra estos días, bastaría echar un vistazo a algunas de las tragedias que representaron para el continente europeo la 1ª. y 2ª. Guerra Mundial, las sucesivas guerras de los Balcanes de finales del siglo pasado o los actuales acontecimientos en Ucrania.

Tanto es así que, a la vista de los resultados de la última consulta publicada por El País en relación a quedar en manos de los ciudadanos la continuidad o no de la monarquía y de los resultados que esta arroja –a pesar de los curiosos supuestos de alguna pregunta-, que a mayor edad entre los encuestados la percepción de la monarquía es mejor y su resistencia a un referéndum que la cuestione mayor, mientras que conforme la edad de los mismos baja –especialmente entre aquellos que ya no bebieron de los textos de la citada enciclopedia-, la continuidad de la monarquía queda en duda y su deseo de decidir al respecto resulta irrefutable.

En definitiva, ese continuo menosprecio a escuchar la voz del pueblo, a permitir incluso que esta se exprese libremente en esta u otras ocasiones, así como el cada vez mayor desapego de las elites políticas al servicio de la plutocracia, han acabado por cuestionar los principios más elementales de la democracia. Y no se trata ahora de poner en entredicho las aptitudes del rey entrante o el saliente, ni las simpatías o afinidades hacía cualquiera de estos o, incluso, la fe en los mismos, si no lo que resulta harto preocupante es la negativa constante del poder establecido para que el pueblo se manifieste más allá del mero clamor popular y más allá también de depositar un cheque en blanco en un proceso electoral, sobre si todo si se trata de cuestiones de especial relevancia.

Por último, probablemente no haya otra canción que expresara de forma más sensata y sincera los deseos del pueblo y que pretendiera romper con tan infausto mito, durante la Transición y el retorno de la democracia, como esta “Libertad sin ira” del grupo Jarcha, que bien valdría recordar en estos momentos donde de uno u otro modo, en unas u otras cuestiones, lo que realmente se pretende es acallar la voz popular y evitar que el pueblo se exprese en libertad.

Dicen los viejos que en este país hubo una guerra
y hay dos Españas que guardan aún,
el rencor de viejas deudas
Dicen los viejos que este país necesita
palo largo y mano dura
para evitar lo peor

Pero yo sólo he visto gente
que sufre y calla
Dolor y miedo
Gente que sólo desea su pan,
su hembra y la fiesta en paz

Libertad, libertad sin ira libertad
guárdate tu miedo y tu ira
porque hay libertad, sin ira libertad
y si no la hay sin duda la habrá
Libertad, libertad sin ira libertad
guárdate tu miedo y tu ira
porque hay libertad, sin ira libertad
y si no la hay sin duda la habrá

Dicen los viejos que hacemos lo que nos da la gana
Y no es posible que así pueda haber
Gobierno que gobierne nada
Dicen los viejos que no se nos dé rienda suelta
que todos aquí llevamos
la violencia a flor de piel

Pero yo sólo he visto gente muy obediente
hasta en la cama
Gente que tan sólo pide
vivir su vida, sin más mentiras y en paz

Libertad, libertad sin ira libertad
guárdate tu miedo y tu ira
porque hay libertad, sin ira libertad
y si no la hay sin duda la habrá
Libertad, libertad sin ira libertad
guárdate tu miedo y tu ira
porque hay libertad, sin ira libertad
y si no la hay sin duda la habrá

Libertad, libertad sin ira libertad
guárdate tu miedo y tu ira
porque hay libertad, sin ira libertad
y si no la hay sin duda la habrá

Libertad, libertad sin ira libertad
guárdate tu miedo y tu ira
porque hay libertad, sin ira libertad
y si no la hay sin duda la habrá (bis)

4 comentarios:

  1. Es una pena que las clases dominantes sean tan ignorantes como para despreciar a la población, sabiendo de antemano que esta situación, como muchas otras muy parecidas a lo largo de la historia, terminó fraguando cierta animosidad renovadora -con llamas y hoces de por medio-. El dominio no puede ser mantenido eternamente, ni siquiera con la manipulación de la que tanto gustan, y menos si metemos en la mezcla redes sociales y otras herramientas que favorecen el intercambio de información sin "intermediarios".

    Ocurre que, por desgracia, incluso en las revoluciones se produce un fenómeno llamativo: se da un paso adelante, pero se reproducen las mismas injusticias, en esencia, que en el modelo de gobierno anterior. Esto ocurre porque las personas, sea cual sea su ideológica, es un ser primeramente egoísta y, secundariamente, social. Esta jerarquía infame emerge en toda interacción grupal, donde a menudo la verdadera intención queda oculta por juegos de luces.

    No obstante, los ecosistemas cambian, y el paradigma político que nos ocupa también lo hará. Intentarán manipular, con muchos ciudadanos lo conseguirán, pero las mareas del tiempo no se pueden detener. Tarde o temprano, la monarquía desaparecerá, y quizá incluso la república. Posiblemente, un medio sumamente tecnológico alumbrará sistemas de gobierno plenamente grupales y simultáneos; ¿democracias? Ya veremos.

    Un saludo.

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    1. Por supuesto. Habrá un cambio, porque difícilmente podrá soportarse durante mucho tiempo más esta situación que, verdaderamente, ha agravado mucho más la crisis de todo el sistema en que nos encontramos y con las enormes dificultades que está pasando una parte muy importante de la población.

      Para bien o para mal, pero evidentemente esperemos que para bien. Aunque has dado en la llaga cuando dices que, al final, todo se acaba degenerando por cuanto la gente, por lo general, suele ser más egoísta que solidaria.

      Pero, paso a paso, tendremos que arriesgar.

      Un saludo.

      .

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  2. La historia la escriben los ganadores. Los perdedores se merecen sus desgracias, etc. Es el discurso oficial, repetido una y otra vez, hasta que la gente traga y calla. Tengo la sensación de que siempre hemos tenido regímenes fascistas, desde Nerón hasta nuestros días; solo han cambiado el nombre. Incluso la República de la antigua Grecia era un fascismo encubierto. Es más, sostengo que todos los dirigentes de todos los tiempos han sido fascistas. Ninguno escapa a la regla. ¿O acaso no fueron fascistas las políticas que llevaron a cabo los Reyes Católicos con la población judía y musulmana?

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    1. Sin duda, la historia es reveladora en muchos casos como los que citas Lorenzo. Pero, aún lo que estamos viviendo y estas experiencias, entiendo, que debamos dejar un margen, aunque sea exiguo, para la esperanza. De no ser así...

      Un saludo.

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