sábado, 20 de septiembre de 2014

A vueltas con la consulta catalana

Honrando casos como los de Escocia, Quebec y tantos otros, los nacionalismos en otras tantas ocasiones han dejado tras de sí un dramático reguero de sangre. Por eso quien osa suscribir estos artículos, como buen socialdemócrata, no cree en ellos y en base a esas mismas creencias habré de considerarme como un federal internacionalista de vieja escuela. Y así opino y creo tanto del nacionalismo catalán excluyente como del nacionalismo españolista como obcecado soberbio de sus súbditos.

Por eso en este país, al que quieren convertir desde hace tiempo en infame esperpento, no se deja de pegar puntapiés a la historia y a quienes hemos tenido la desgracia de padecer esta infame clase política con la que nos ha tocado compartir nuestras vidas y que en España parece perderse en la profundidad de los tiempos, no dejan de sorprendernos comentarios "de parte", que son incapaces de reconocer que el pueblo catalán siempre nadó a la vez en común y paralelo, dentro y fuera -por contradictorio que ello parezca-, con sus coetáneos de la Península Ibérica. Pero ello no puede entrar nunca en contradicción de un claro hecho diferencial, una lengua, una historia y un modelo de sociedad propia durante los últimos mil años tan evidente de la esfera catalana. Pocos historiadores que se precien ponen en duda que si España hubiera tenido su Revolución Industrial y su Revolución Liberal hace 200 años al unísono de sus vecinos europeos, probablemente hoy España sería una república federal al uso y/o Cataluña un estado independiente, seguro que con una magnífica relación con el estado español y, casi con seguridad también, dentro del seno de la Unión Europea. De haberse dado el contexto adecuado, es presumible que aquel movimiento cultural catalán del SXIX denominado La Renaixença hubiera calado aún más hondo en la sociedad y al uso de los diferentes pueblos europeos, por lo que es más que probable del mismo modo que Cataluña se hubiera integrado en el mapa occidental europeo, que se acabaría conformando en aquella época, en modo similar al del resto de naciones.

Por todo esto, no deja de resultar tan esperpéntico todo el revuelo que se ha formado alrededor de la consulta catalana. Tan esperpéntico como ver a CiU, convertida ahora al independentismo, acarreada de una parte por su última debacle electoral y el empuje de su obligado socio Esquerra Republicana –tradicional abanderado de la independencia catalana-, y de otra por sus políticas “austericidas” al uso y abuso del gobierno español en el resto de la península y de tan fuerte rechazo popular en ambos casos. Tan esperpéntico como ver a un buen número de partidos en sede parlamentaria invitando a vulnerar las leyes, por muchos matices que puedan expresarse tal como ha hecho el PSC, reiterando que la norma aprobada no puede amparar un referéndum de independencia y más aún, en este caso, tratándose de un partido auspiciado por otro nacional y de gobierno como el PSOE. Promoviendo de manera irresponsable además, que otras leyes y normas que estos mismos pudieran promulgar en el futuro fueran quebrantadas por terceros. Tan esperpéntico como ver a todo un gobierno de la nación española esconderse tras esas mismas leyes y dejando de lado una de las funciones más importantes de la política como es adecuar el ordenamiento jurídico a las demandas del pueblo, negando una y otra vez al mismo la posibilidad de expresarse más allá de consabidas consultas electorales.

Quizá sea esta otra versión propicia de la denostada política actual distrayendo la atención de conflictos más acuciantes y en la que, de forma particular no cabe la menor duda, mientras se siga fomentando el anti-catalanismo y el anti-españolismo como un rédito electoral difícilmente podremos afrontar la realidad de la cuestión catalana, manteniendo al conjunto de todo un país en ridículo y sumido en ese mismo esperpento.

2 comentarios:

  1. Muchos catalanes dicen que aunque lo de la independencia no les convence, van a votar que sí solo por darle en los morros al Gobierno. No discutiré si eso está bien o no, pero lo que está claro es que España debería de ser capaz de adaptarse a un modelo federal, que solucionaría en parte muchos de sus problemas.

    Pero como aquí todo consiste en seguir con las viejas costumbres, incluso cuando no funcionan, obtenemos por tanto los mismos resultados, incluso cuando no son buenos. España tiene el potencial de adaptarse al futuro, pero prefiere vivir en el pasado. Ante eso, poco se puede hacer.

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  2. Sin duda, España de responder a un modelo federal no tendría o no debería tener los problemas o debates que, sin mucho sentido,tiene hoy. El estado de las autonomías, al margen de la cuestión monárquica, podría haber resultado algo parecido. El problema radica en que nunca se ha desarrollado este como se debiera ni se han asimilado todas las comunidades todas por igual. Ocurrió desde el mismo momento de la Transición cuando se recogieron dos maneras de alcanzar la autonomía, como ser de primera o segunda, en función a ciertas cuestiones históricas que, aún teniendo relevancia en el foro interno de cada caso, en ningún otro les daba derecho a preponderar unas sobre otras.

    Un saludo.

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