La historia no oculta que el entramado que tejen la miseria, los desequilibrios sociales y la religión, acaban componiendo un cóctel que se convierte en altamente explosivo, sobre todo cuando está última se radicaliza retornando a sus orígenes más primigenios. Mirar a otro lado cuando escampa y, en todo caso, reducir el problema al bramido de las bombas, sin criterio ni previsión, añade aún más leña al problema. Solo desde la cooperación, la creación de regímenes democráticos y la reducción efectiva de la pobreza, podremos eliminar una lacra que ha causado ya demasiadas muertes.
“Es la cosa que todos necesitamos, que pocos la tienen y que ninguno cree que le falta” (Benjamin Franklin)
jueves, 8 de enero de 2015
Miseria, sangre y religión
Desde que en los 70 comenzarán los primeros movimientos y atentados yihadistas, hasta los terribles asesinatos de ayer en París y entre medias el 11S, el 11M, toda la recua de crímenes perpetrados desde entonces contra objetivos occidentales y, sobre todo, decenas de millares de víctimas musulmanes que no profesan con los mismos, llevamos andado un largo camino sin que parezca desprenderse solución alguna, más allá de frases grandilocuentes, en momentos puntuales como este.
La historia no oculta que el entramado que tejen la miseria, los desequilibrios sociales y la religión, acaban componiendo un cóctel que se convierte en altamente explosivo, sobre todo cuando está última se radicaliza retornando a sus orígenes más primigenios. Mirar a otro lado cuando escampa y, en todo caso, reducir el problema al bramido de las bombas, sin criterio ni previsión, añade aún más leña al problema. Solo desde la cooperación, la creación de regímenes democráticos y la reducción efectiva de la pobreza, podremos eliminar una lacra que ha causado ya demasiadas muertes.
La historia no oculta que el entramado que tejen la miseria, los desequilibrios sociales y la religión, acaban componiendo un cóctel que se convierte en altamente explosivo, sobre todo cuando está última se radicaliza retornando a sus orígenes más primigenios. Mirar a otro lado cuando escampa y, en todo caso, reducir el problema al bramido de las bombas, sin criterio ni previsión, añade aún más leña al problema. Solo desde la cooperación, la creación de regímenes democráticos y la reducción efectiva de la pobreza, podremos eliminar una lacra que ha causado ya demasiadas muertes.
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La pobreza y la miseria, en confabulación con una educación precaria, son el caldo de cultivo perfecto para el fanatismo religioso -o cualquier otro-. Las personas que no ven sentido a su vida caen fácilmente en estas trampas, y con ello se convierten en agentes del caos, asesinos.
ResponderEliminarPor cierto, eso de reclamar territorios conquistados hace siglos... me temo que pocos pueblos en este mundo se librarían de algún requerimiento del estilo. Lo gracioso es que la tierra no le pertenece a nadie; propongo que se delimiten las fronteras en función de la estupidez intrínseca de la zona.
Sí, es evidente, la educación es un factor clave en el problema. Ya lo hemos comentado en alguna ocasión que a más incultura, más fácil resulta la manipulación. Y con respecto a lo de las fronteras pues... ya me dirás.
EliminarUn saludo.