domingo, 12 de abril de 2015

Griñán, Chaves y la democracia

Si nadie puede creerse ya, a estas alturas del metraje, que la cúpula del PP no estaba al tanto de todos los dislates que se tejían a su alrededor o que la infanta Cristina no sabía nada de los turbios negocios de su marido, difícil, por no imposible, resulta creer que Griñán o Chaves, al frente de la Junta de la Andalucía y del PSOE que lleva gobernando en la comunidad andaluza desde los albores de la democracia, no estaban al tanto del fraude de los ERE, el de mayor montante de la historia de la joven democracia española.

Pero, a pesar de eso, ni su actual astuta presidenta, ni el secretario general,  ni siquiera y aunque fuera por el bien del mismo,  los dos interpelados de motu proppio parecen dispuestos a dar un paso atrás abandonando sus escaños y sus responsabilidades en el partido.

España retornó a la democracia en un ambiente hostil donde la Transición tuvo que subrogarse a determinados aspectos de la sociedad que contaminaban y viciaban la misma, de tal modo que estaban asumidos con resignación por esta.  Tal es el caso de la corrupción generalizada en los altos estamentos del poder, algo común en los regímenes autoritarios. Y que la democracia no fue capaz de cortar desde el primer momento. Ni siquiera el regreso del PSOE a la primera palestra de la vida política cayó en la tesitura y si hubiera actuado con la debida diligencia en casos tan sonados como el de Juan Guerra -el ínclito hermanísimo de Alfonso Guerra-, quizá hubiera sentado las bases para frenar el extraordinario desatino en que se ha convertido este problema, a pesar de esos casi 40 años de democracia.


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