jueves, 4 de junio de 2015

Fin de partida

Es evidente que si a cualquier partido político de un país europeo con una larga tradición democrática, le estuviera pasando lo que al Partido Popular en España, acusado como tal por la justicia como beneficiario de numerosas prácticas fraudulentas, con varios de sus líderes regionales en desbandada, críticas abiertas de los mismos contra su cúpula, acorralado por la justicia con centenares de sus miembros imputados por corrupción a lo largo y ancho de España –entre los últimos detenidos, nada menos que el Delegado del Gobierno en Valencia y la Consejera de Educación de la Comunidad de Madrid-, y un sinfín de etcéteras,  traería como consecuencia la desaparición del mismo.

Sin embargo no creo, como dicen algunos analistas, que el PP vaya a desintegrarse como le pasó a la UCD. No por nada especial, sí no porque su estructura es demasiado grande y será de suponer que algunos de sus afiliados de base y mandos intermedios acabarán tomando las riendas del mismo. Que, quizá, tenga una nueva refundación con nuevas personas que estén liberadas de casi 30 años de vicios adquiridos, es posible. Que cambie incluso de nombre, que una parte se refugie por su derecha en Vox y que otra por su izquierda se marche a Ciudadanos, también.

Pero es obvio, igual que es exigible de los nuevos dirigentes del PSOE que finiquiten de una vez su problema en Andalucía, expulsando si es necesario del partido a todo aquel que haya tenido alguna responsabilidad en el caso de los ERE –el de mayor montante económico de la historia de la democracia española-, que sea como fuere, el Partido Popular debería tomar medidas inmediatas con la suficiente contundencia si quiere evitar la descomposición completa del mismo.

Lo que resulta aún más significativo cuando todavía se trata de la fuerza más votada en España pero con una cúpula y un gobierno al que sustenta, fuera de todo contexto. No se puede seguir manteniendo el argumento de la recuperación económica, en la que aparte de la devaluación salarial de las clases medias y trabajadoras o la absorción de la deuda privada por parte del estado, juegan importantes factores externos como la caída de los precios de las materias primas y la devaluación del euro. La realidad no es que no se perciba como tal en la mayor parte del pueblo, por encima de frías cifras, si no que las cosas es que siguen verdaderamente mal para la mayor parte del mismo.

No sabemos si todo esto debería pasar por la dimisión de dicha cúpula –a estas alturas del metraje poco podrá importar eso-, incluida la de su presidente y presidente del gobierno y un adelanto de las elecciones generales que al fin y al cabo están a la vuelta de la esquina, pero es obvio que, además de todas sus faltas ante la justicia, hace mucho tiempo que venimos viendo -como hasta ahora vemos también que lo habían hecho en silencio buena parte de sus líderes regionales-, que tanto Rajoy como sus adláteres más próximos, se han distanciado por completo de la realidad de la sociedad española.

Su entrega total a la causa de la ortodoxia más radical del capitalismo, y la frialdad de los datos, reflejo de esa tan manida recuperación económica que solo beneficia a grandes empresas y fortunas a costa también de gravísimos perjuicios a las clases medias y trabajadoras, tan lejos de la empírica que se diría más propia de un fatal experimento, hace necesario un decidido cambio de protagonistas impulsado desde sus bases. Si es que estas últimas tienen la capacidad y voluntad de ello, si no se conforman con ser meras comparsas de tanto dislate.

El PSOE y sus más de 130 años de historia, tienen el peso suficiente como para aguantar situaciones límites, aunque pudiera derrumbarse hasta el extremo del PASOK griego –que tampoco lo creo-, reducido a una opción minoritaria. Pero el PP está todavía controlado por muchos de los que lo fundaron y si no es capaz de superar este trance y asumir sus responsabilidades cediendo el paso a otros, en verdad va a tener difícil su propia subsistencia.

En España tienen que cambiar muchas cosas en la política. El modelo bipartidista que se ha ido consolidando con el devenir de los años, ha fracasado.  Cada país tiene su idiosincrasia y lo que tiene de bueno para uno no tiene por qué serlo para otros. O tal vez sí. En el continente europeo se dan tantos y variopintos casos, tanto en el modelo parlamentario como en el electoral, como escenarios hay disponibles. Pero lo cierto es que el modelo actual español ha resultado un fiasco.

En estas primeras décadas de nuestra democracia, el modelo bipartidista ha propiciado tal acaparamiento de poder que ha acabado defenestrando la política basada en las personas por las de partido, fortaleciendo las estructuras de estos de tal modo –los consabidos “aparatos”-, que ha generado toda una extraordinaria e infame red clientelar alrededor de los mismos con el solo fin de su propio aprovechamiento en aras de conquistar más y más parcelas de poder.

Fruto de ello toda la serie de normativas que a costa de casos como los de los viajes a Canarias de José A. Monago, las escandalosas remuneraciones por actividades privadas de los Pujalte y Trillo o las conocidas “puertas giratorias”, han ido aflorando ante la luz pública y que han sido desarrolladas en el ámbito parlamentario, para uso y disfrute de nuestros políticos, de la forma más opaca y aciaga posible.

Y si a esto añadimos el extraordinario poder alcanzado por el Ibex 35 y todo su especial ecosistema de gigantescas empresas favorecidas por un marco legal cada vez más adaptado en pos de sus antojos y beneficios, tendremos una respuesta clara a semejante estropicio.

Quizá este en la política de bloques, izquierda y derecha, en los gobiernos minoritarios y la política de acuerdos y pactos como en otros países de nuestro entorno muchos más avanzados socialmente que el nuestro, donde pueda estar el remedio a tantos males. Pero solo el camino se demuestra andando. Y, sin duda, ha llegado el momento de darle una oportunidad a ello.



2 comentarios:

  1. Magnífico artículo, rematado por una frase de Carlos Gaviria Díaz que lo resume muy bien. Nos han hecho creer que estamos en democracia -la democracia del PP o el caos-, pero lo que hemos vivido ha sido una plutocracia.

    El gobierno ha plegado sus estandartes en favor de los círculos del capital, adaptando la ley a sus antojos y necesidades, devaluando los derechos sociales tal y como pedían las multinacionales e incluso esa alocada Europa que podría acabar desintegrándose después del referéndum de Reino Unido.

    ¿Cuál es el destino? El PP va a hacer todo lo posible para convertirse en una opción atractiva de cara a las elecciones, y en caso de vencer en noviembre volverá a las andadas. Como le he dicho muchas veces a personas de mi entorno: si no eres rico, ¿por qué votas a partidos conservadores? Pues son ellos los que están haciendo que estudiar sea más caro, que tus suelos sean menores, que la sanidad vaya en camino de privatizarse, etc.

    El PSOE ha cometido muchos errores en su historia, pero al menos la izquierda tiene cierta inclinación a hacer políticas sociales, que ya es algo. Por eso quizá, como dices, el futuro esté en esos grupos de izquierda.

    Pero nadie conoce la hoja de ruta oculta de unos y otros. Me da a mí que, esperanza, poca.

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    1. No solo es una cuestión de esperanza es que, quizá, sea la única opción viable para detener o, al menos, frenar tantos agravios a las personas.

      Un saludo.

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