Después de una jornada por encima de los 45ºC, me decía llegando a casa mi mujer sí seríamos capaces de imaginar la vida de todas esas personas en países asolados por el hambre, la miseria o la guerra de los que huyen día y sí y otro también, dispuestas a arriesgar la vida atravesando el mar de manera tan incierta.
Poco menos que un carajo le respondía yo y sí no ahí quedan esos varios millares de ahogados que se ha llevado ya este año el Mediterráneo, fosa común e improvisada de miles de cadáveres de ese otro mundo, a los que la alta tecnología de toda una súper-potencia de primer orden como es la Unión Europea, cuando se trata de salvar vidas, a ellos les pasa de largo. No hace mucho venían a insinuarlo algunos dirigentes europeos, entre ellos un ministro sevillano: “absténganse las ONG de tanto esfuerzo por rescatarlos…” que con la implicación de las mismas en medio de semejante duelo, parece que la lotería de la vida distribuye más participaciones entre tanto desarraigo.
La verdad que algunos que airean sus sentimientos más viscerales tras el parapeto de las redes sociales invocando el drama de esos desdichados, incluso les desean la muerte sin el menor recato ya que dicen vienen a quitarnos el trabajo, hacer este más precario y a beneficiarse de nuestras prestaciones sociales sin el menor reparo. Lástima que nunca se acuerden éstos mismos de dónde vinieron las tripas de su teléfono móvil desde el que invocan semejante alegato, las bermudas que les hacen de taparrabos o las pantuflas con las que evitan el calor del asfalto. Aunque siempre les quedará aquello de que para vivir bien unos cuantos hace falta que los demás se quiten el hambre a tortazos.
En mi caso siempre dije que el problema no es una suerte del Mediterráneo sí no que queda mucho más abajo donde el drama se gesta desde hace años. Pero claro, arreglar aquello nos haría más costoso el susodicho taparrabos, esas mismas chancletas y no podríamos ir cambiando de celular de año en año.
Por cierto que, en este batiburrillo de cosas que me acuden a la cabeza entre golpe de calor y la sombra del aire acondicionado, vuelve a producirme vergüenza con qué facilidad derrochan cinismo algunos de nuestros más insignes políticos y sus palmeros de diario. Volcados con el drama de Venezuela -lo que es de agradecer en un país del que hasta ahora sólo se supo de sus misses y telenovelas-, ninguno de ellos ha debido darse cuenta o es que ni siquiera se han atrevido a propinarles un tirón de orejas, a sus homólogos en China tras la muerte de Liu Xiaobo, disidente y Nobel de la Paz, después de una vida de lucha en favor de la libertad y la democracia de tan gigantesco país. No sé de ningún ex-primer ministro que fuera a mediar a favor del mismo o escuché alguna palabra con dureza de nuestro gobierno o del de nuestros poderosos vecinos allende de los Pirineos acerca del tiránico régimen que asola ese país desde hace décadas.
Liu, consagrado como uno de los intelectuales más importante de China en los 80, abandonó la universidad de Columbia en 1989 para unirse a las revueltas estudiantiles de Tiananmen. Desde entonces su vida fue de continuas idas y venidas entre condenas y agravios en su lucha por la libertad del pueblo chino. Aun pudiendo exiliarse prefirió seguir en la brecha lo que le costó que una silla vacía recibiera el premio Nobel en 2010. Hace solo unos días Liu Xiaobo ha muerto casi en la soledad de un hospital donde había sido trasladado desde la cárcel para poner a fin a su otra lucha, la del cáncer.
Para nuestros favoritos de la China, amigos de lo más excelso de nuestros gobernantes, se les ha quitado un dolor de cabeza, para el resto de chinos, de esa otra China que sigue siendo una gran olvidada, se les ha quebrado una vía hacia la libertad.
Será “la caló” que quizá nos hace ver cosas que a nuestro amigo de las redes sociales, aquel que decía que para vivir unos pocos es mejor que al resto les sigan dando, a buen seguro que le importan un carajo. Al fin y al cabo a España le va bien, sí no véanlo ustedes en el telediario.
Excelente. Tienes toda la razón. No pertenezco a "las redes", pero he oído algunas cosas. Como se olvida que nuestros años mejores fueron consecuencia de saquear los países de donde proceden los emigrantes económicos. Es hora de recordar la Declaración Universal de los Derechos Humanos: todos somos iguales, todos pertenecemos a la especie humana, aunque algunos no lo parezca. No debo extenderme más, ya me entiendes.
ResponderEliminarUn abrazo
Siempre digo que si la democracia es capaz de salir viva de esta, dentro de 20 o 30 años, lo que está ocurriendo hoy en el mundo, eso que llamamos el mundo desarrollado, en general y en España en particular, será objeto de estudio en disciplinas como sociología o ciencias políticas.
EliminarPero para ello habremos de salir de ésta y, francamente, al menos en lo que nos toca a los españoles, cada vez nos lo ponen más difícil. Me gustaría ser más optimista pero creo que eso sería como engañarse a sí mismo y a todos los demás y eso no es de lo que se trata.
Un saludo Juliana y escribe cuanto quieras, ¡faltaría más!.