Al
tiempo de destaparse esta maldita crisis presenciábamos, casi sin respiro, como
la sociedad griega se desangraba con la batería de medidas propinadas desde
Bruselas, por no sabemos cuántos fraudes, osadías y otros pormenores cometidos
por sus indignos dignatarios, solos y en compañía de otros adláteres, llámense
estos Bundesbank, Goldman Sachs y un sinfín de etcéteras. Como carroñeros, han
ido desmantelando al pueblo griego hasta tal extremo que llegamos a pensar
si no se trataba de un burdo experimento
en busca de un nuevo modelo de sociedad, visto tamaño estropicio y la
mezquindad con que se trataba a los ciudadanos. Hoy, cuando Grecia, ha
desaparecido de las carteleras, como en una batalla perdida tras la cual no
queda nada, todo lo más desgracia y podredumbre, estamos contemplando como las
mismas hienas se empeñan en desarbolar a la sociedad española, en un camino sin
explicación ni sentido pero que, lenta y paulatinamente, va empujando a todo un
país a la derrota. Argumentándolo nuevamente en la fe, más o menos, así describía
el futuro en rueda
de prensa el presidente Rajoy, antes de acabar el pasado año: “(...) hacemos lo único que se puede hacer,
de no ser así sería mucho peor, seguirán viniendo tiempos muy duros, pero al
final del camino veremos la luz” (…)
Volviendo
a Grecia, otrora, esta ocupo la cima de la cultura occidental. Mientras el
resto de los pobladores europeos aun andaban inmersos en las postrimerías de la
Edad del Hierro, Grecia desarrolló, hace la friolera de 2500 años, un nivel de
esplendor que traspasado al conocimiento sembró lo que habría de ser buena
parte del recorrido de la historia europea hasta nuestros días. Pero la Grecia del siglo XXI nada tiene que
ver con aquella formidable civilización, salvo el recuerdo de sus maravillosas
ruinas, aun vapuleadas por siglos de saqueo. Quizá sea ahí donde tan fatídico
“experimento” propiciado por las huestes del capitalismo más ortodoxo se haya estrellado.
Portugal,
que fuera también en su día un gran imperio, aunque casi veinte siglos más
tarde, está siendo ahora elogiada desde los dos principales focos de infección,
Bruselas y Berlín, por cumplir a rajatabla sus exigencias. Aún las penurias generadas
en su pueblo, que se debate cada día al borde de la miseria y la pobreza para
poder salir adelante. Bocados pequeños ambos que, en definitiva, no han dado,
ni tienen para dar. jugo suficiente a sus depredadores.
Pero
el caso de España es bien distinto. España, con sus defectos y virtudes, es un
país que ha dado un salto cualitativo muy importante desde el fin de la
dictadura y su integración efectiva en las instituciones internacionales y
especialmente europeas. Aún con un estado del bienestar a medio desarrollar y
unas desigualdades sociales impropias de otras cifras macroeconómicas, España
ha pasado a ocupar los primeros puestos de la lista de mercaderes del
continente hasta convertirse en una de las potencias económicas más relevantes
no solo europeas sino de todo el mundo. Un país, en ese sentido, joven y
dispuesto a todo, tanto como para ser la piedra más propicia, muy por encima de
la denostada Grecia o la diezmada Portugal, una auténtica piedra de toque para
un nuevo modo de entender la sociedad. A juicio de los nuevos intérpretes de la
historia contemporánea, las principales
potencias europeas se encuentren anquilosadas en pesadas estructuras que
priorizan la arquitectura social muy al contrario de la dirección por donde, a
su modo de entender, deben encarrilarse sus recursos. Es decir en busca de eso
que llaman “el crecimiento perpetuo”, “la competitividad” y todas esas proposiciones
de reciente hornada que parecen ser la panacea de un mundo mejor para todo
aquel que sea capaz de subirse al mismo y en el que no tienen cabida los
rezagados. En todo caso y para estos últimos “beneficencia”, un término ahora
muy en uso por quienes se empeñan en dejar atrás a los que no son capaces de
mantener semejante ritmo de vileza.
Sería
difícil encontrar una explicación más allá de lo dicho hasta ahora, cuando
-orientada desde las administraciones europeas en perfecta sintonía con el
gobierno Rajoy-, se ha emprendido una política basada en una combinación de una
crueldad rayana en lo inconcebible: los recortes sistemáticos de las
prestaciones y servicios públicos de toda índole –educación, justicia, sanidad
y un largo etcétera- y la precarización laboral, todo ello en claro perjuicio
de las clases medias y trabajadoras. Criminalizando a las mismas de una crisis
económica sin precedentes desde hace décadas, mientras que los verdaderos
culpables y promotores de la misma, banqueros, grandes empresarios y su
condicionada casta política no solo resultan impunes a pesar de haberse
enriquecido a costa de sus dislates, sino que, además, con sus actuaciones
vienen agravándola exponencialmente. O dicho más llanamente, mientras estos “se
van de rositas” sus víctimas pagan con su trabajo, su pobre patrimonio y si
cabe con su propia vida, sus excesos y sus desmanes.
Por
hacer un breve recorrido por algunos de la infinidad de casos que avalan esto
último podríamos detenernos, por ejemplo en el cuanto menos singular hecho de
que más de 200 políticos condenados por los tribunales de justicia han
sido indultados por los gobiernos de José Mª. Aznar, J. Luis Rodríguez
Zapatero, y Mariano Rajoy mientras que
cualquier otra persona puede llegar a pasar un
auténtico suplicio para evitar la prisión, por un “quítame allá esas pajas”,
incluso en aquellos casos que la sentencia llega años después de su integración
social. O la particularidad de que el único condenado hasta ahora por el caso
de la mayor trama corrupta partidista de la democracia española, el Caso
Gurtel, sea el
juez que la investigó. O que, hablando de preferentes, aún el reconocimiento del fraude
por parte de las autoridades, los banqueros que
promovieron el mismo resultan impunes, mientras sus víctimas pierden buena
parte de sus ahorros de toda la vida. O como podemos ver en infinidad de
reseñas, esos mismos banqueros que provocaron y dieron cobijo a la mayor burbuja
financiera e inmobiliaria de la historia de España brillan más en la opulencia
que cuando empezaron, aún saliendo por la puerta de atrás después de haber
llevado a la ruina a sus entidades y, de paso, a miles y
miles de familias. Y que, para colmo en el no va más del despropósito, el
gobierno pretenda ahora también que puedan
seguir dirigiendo entidades financieras, mientras, en otros rincones del
planeta, son
condenados por esto mismo.
No
hablemos ya del resultado de las Comisiones Parlamentarias a ninguna parte como
ha ocurrido con el escándalo de los “EREs” de Andalucía o el más reciente del Madrid Arena, a pesar
de, por una parte haberse apropiado de millones y millones destinados a los
desempleados y por la otra, como bajo la responsabilidad del Ayuntamiento un
auditorio que no reunía las condiciones de seguridad, ni sanitarias, que
permitieran su alquiler para eventos como el que acabó costándole la vida a 5
jóvenes en la mismísima capital de España, era explotado impunemente fruto del
amiguismo descontrolado. O, como mirar una y otra vez a otro lado mientras,
nada más y nada menos que un individuo de la repercusión de Gerado
Díaz Ferrán con todo un largo historial de quiebras y suspensiones de
pagos, alcanza la presidencia de la CEOE, la primera organización empresarial
española. O como enriquecerse desde la tesorería del partido, sin que nadie
sepa ni cómo ni de donde ¿?, mientras sus colegas “de toda la vida” se hacen
los despistados, en un disparate con tales hechuras como el del caso
Bárcenas.
Por
su parte, ahora nos estamos viendo avasallados con un encarecimiento y una
auténtica avalancha sobre los servicios públicos básicos, con el pobre
argumento de siempre, la reducción de gastos, cuando lo primero que se nos
puede ocurrir es que se trata de la prueba más evidente de la ineficacia y
negligencia de los poderes públicos para gestionar los mismos debidamente. Sin
embargo, esa otra criminalización al respecto, como decíamos antes, que se
pretende hacer recaer sobre la ciudadanía con el fin de justificar la
potenciación de la gestión privada en cuestiones tan primordiales como la
sanidad o la educación entre otros, puede hacernos pensar que existe un interés
más que obvio por poner en manos de unos pocos la vida, los recursos y las
necesidades de otros muchos. Sobre todo cuando nos enteramos que detrás de esas
grandes compañías sanitarias dispuestas a gestionar nuestra salud y nuestras
vidas están personas muy allegadas al poder establecido.
Durante
las últimas legislaturas, los sucesivos gobiernos, independientemente de su
color y condición, han venido desmantelando numerosas empresas públicas,
deficitarias muchas por una pésima gestión y otras que sin serlo han pasado a
manos privadas con procesos más que dudosos pero que, en cualquier caso, y si
esa misma gestión fuera la debida, supondrían una significativa fuente de
ingresos para el Estado y las diferentes administraciones públicas. Hoy, ante
tales evidencias, no podemos evitar caer en la tentación de suponer los peores presagios cuando estamos
inmersos en lo que podíamos llamar la 2ª. Fase de un proyecto de más que dudosos
resultados y de pésimos augurios para un Estado del Bienestar cada vez más
en entredicho.
En
definitiva, si, por un parte como vemos cada día, la impunidad es la seña de
identidad del gran capital y su flamante casta política y esta pone en manos
del primero los recursos más básicos de la sociedad... ¿donde quedará nuestro
destino?
¿Acabará
siendo España el producto de tan cruel experimento?
Buen artículo. Pero no puedo dejar de responder a las dos últimas preguntas.
ResponderEliminar"¿Dónde quedará nuestro destino?" Donde nosotros queramos ponerlo. ¿Por qué debemos permanecer impasibles?
"¿Acabará siendo España el producto de tan cruel experimento?" No hay ningún experimento. Desde su inicio el neoliberalismo siempre ha funcionado igual. Alguna vez tenía que tocarnos a nosotros?
España acabará siendo lo que nosotros queramos. Es cierto que estamos acostumbrados a obedecer y dejar que el gobierno nos resuelva todos los problemas. Ahora que vemos que el gobierno obedece a los mercados, y que los ciudadanos no contamos nada, so queremos salir de ésta, debemos hacer horas extraordinarias para informarnos y formarmos y tomar las riendas de nuestro destino.
Un saludo
Es lo lógico Juliana.
EliminarAunque tendremos teimpo de hablar de las secuelas que esta dejando el caso Bárcenas en el gobierno y el vergonzoso espectáculo que esta dando la clase política en los tres principales partidos, PP, PSOE y CiU, se ha llegado a una situación insostenible. Una casta política supeditada a las grandes empresas que les permite toda clase de fechorías y actuar con una impunidad absoluta y de otra parte unos políticos que, creyéndose por encima del bien y del mal, se aprovechan de sus cargos para llenarse las alforjas.
Es aquí donde el pueblo, de una vez ha de tomar las riendas. Por eso me habrás visto muchas vecdir aquello de que, independientemente de la voluntad política es la voluntad del pueblo la que habrá, realmente, de decidir su destino. Y para eso esta internet, las redes sociales y sobre todo la calle.
Que así sea.
Un saludo.