No tenía pensado escribir un nuevo post hasta volver de
vacaciones pero, la otra noche cuando echaba un vistazo en Facebook, me he
quedado petrificado al ver las declaraciones de una columnista norteamericana
en Fox, la famosa cadena ultraconservadora, pidiendo que el gobierno federal
actúe en Méjico con la
misma contundencia que lo hace Israel en Gaza, para evitar el tráfico de
drogas y la inmigración ilegal. Y lo ha dicho así, con la misma facilidad que
el que comenta una jugada de un partido de fútbol o lo divertido que fue el fin
de semana en la playa. Pero en esta ocasión es la demanda del asesinato indiscriminado
de miles de inocentes.
Me dice al respecto mi buen amigo José Ramón, que no hay que
prestarle más atención a estos personajes a los que él llama “frikis”, porque
ni la merecen y menos aún pueden ser tenidos en consideración. Quizá tenga
razón. O quizá no, porque el Tea
Party, movimiento al que sin duda pertenecerá la controvertida periodista,
cuenta ya con millones de adeptos en EE.UU. y en el caso de que alguno de sus
guías espirituales alcanzara un día la Casa Blanca, no solo haría peligrar la
paz social en el gigantesco país norteamericano, sino que sería la propia paz
mundial la que estaría en riesgo, a la vista de sus continuas declaraciones en
las que, sin el menor miramiento, promueven la violencia como el medio para
lograr sus fines. Y no es el único caso.
Sin ir más lejos, en Francia, un partido de clara
inspiración nazi, el Frente
Nacional, está liderando las encuestas cara a una posible gobernabilidad de
la República. Nada menos que en nuestro vecino allende de los Pirineos, el país
que acabó que acabó con el Antiguo Régimen a finales del SXVIII. En el Reino Unido, toma posiciones el UKIP,
triunfador también en las recientes elecciones europeas, mientras que en
Hungría, el Jobbik,
cuenta con su propio cuerpo paramilitar, al estilo de los “Camisas Pardas” del
partido nazi alemán en los años 30. O en Grecia, donde ya sabemos de las
acciones y pujanza de su “Amanecer
Dorado”. Así podríamos ir recorriendo buena parte de la vasta geografía
europea y seguir comprobando como todos estos movimientos van calando cada vez
más hondo en todos los estratos de la sociedad, si cabe aún más entre los más
débiles, que son las que padecen con mayor crudeza las consecuencias de la
crisis actual. Incluso en Suecia y Noruega –especialmente
en esta última-, tradicionales inspiradoras del modelo de desarrollo social
europeo, son bien recibidas ahora asociaciones ultra-nacionalistas de corte
xenófobo, amparadas en las críticas a la inmigración. Curiosamente en países
donde la pirámide demográfica se dio por primera vez la vuelta hace décadas,
reclamando esa misma mano de obra que ahora desprecia y que facilitaría el
sostenimiento del sistema.
En Sudamérica quizá no haya más vivo ejemplo de la pujanza
del extremismo que la revolución bolivariana que mantiene a buena parte del
pueblo venezolano amordazado en una pseudo-democracia, en un país con una
riqueza natural extraordinaria. Todo ello consecuencia, igualmente, de una
larga historia con enormes desequilibrios sociales. Los mismos que en otras
regiones del mundo dan pie a la beligerancia radical islamista, acentuada esta
vez por una buena dosis de vehemencia religiosa.
Y es que este es su principal caldo de cultivo, la
acentuación de esos desequilibrios y una crisis económica que se está dilatando
en el tiempo mucho más de lo que pudo imaginarse en un primer momento tras sus
primeros aldabonazos en 2007. Y por cuanto a la vista de los resultados de las
medidas tomadas hasta ahora al respecto, especialmente en Europa, vemos que la
deseada recuperación no acaba de llegar, si lo hace es de manera tan lenta que
apenas si se hace perceptible y, si cabe, es posible que con las políticas
actuales jamás llegue a producirse., tal como parece insinuarse una vez más con
los datos que se han publicado hace unos días y donde vemos como los dos
motores europeos Alemania
y Francia no acaban de levantar cabeza.
¿Y qué tiene que ver todo esto con el ébola? Se diría que
nada pero, es ahora, a costa del ébola, cuando occidente está volviendo su
mirada hacia el continente africano, una vez se siente amenazado por la
propagación de la epidemia. Una nueva mirada sonrojante y egoísta en pos de sus
exclusivos intereses. Y viene a cuento porque uno de los principales argumentos
que esgrimen todos estos nuevos grupos de corte filo-fascista que hemos
mencionado y que no dejan de ganar adeptos en todo el continente, es el de
responsabilizar a la inmigración de la precaria situación actual y que solo con
su eliminación y aislamiento, podrá recuperar a la sociedad europea el
esplendor perdido.
¿Les recuerda esto a algo? Y no, no estamos hablando de la
expulsión de los judíos y los moriscos españoles de los siglos XV y XVI, que ya
tuvo su miga. Más o menos se viene a decir lo que Adolf Hitler –a los ojos de
hoy, otro “friki” gritando como un poseso desde su estrado-, proclamara hace algunas décadas ante un pueblo
como el alemán con un más que suficiente nivel de desarrollo social y cultural.
Sus teorías de la pureza de la raza y todas las connotaciones que estas
llevaban consigo desatarían tan terribles consecuencias que acabarían haciendo
sangrar a casi todo el planeta, en la mayor catástrofe desatada por el ser humano
en la historia. Y, tengámoslo en cuenta, por aquel entonces no había plataformas
televisivas que ávidas de aumentar sus cuentas de explotación a cualquier
costa, contara con esos mismos “frikis” en sus tertulias para su general
conocimiento y promoción.
Eso no obvia que no se han llevado políticas acertadas en el
tema de la inmigración. Y que también han influido bastardos intereses
empresariales que han hecho que así lo fueran. Es evidente pero, de ahí a
culpar a unos inmigrantes que huyen en numerosos casos de una muerte prematura
y que son víctimas de unas condiciones de vida miserables, de la mayor crisis
económica, política y social desde la Gran Depresión, constituye un auténtico desatino.
Por que, vayamos, por un momento, a saber que es de África,
ese continente del que proceden la mayoría de los que llegan en patera o por
cualquier casi desahuciado medio a las costas españolas o italianas, sus puertas
de entrada a Europa.
En África muere un niño cada 3 segundos y no, precisamente,
por culpa del ébola. En África más de 300 millones de personas sobreviven con
menos de un dólar al día. En África más de dos millones de personas mueren cada
año víctimas del SIDA, donde se registra el 70 % de los casos de todo el mundo.
En África la esperanza de vida se ha rebajado en los últimos años de los 49 a
los 46 años. En África el 43 % de la población no tiene agua potable. En África
conviven en campamentos más de dos millones de refugiados…
África ha sido
saqueada por las potencias occidentales desde los tiempos del tráfico de
personas, la esclavitud y los barcos negreros.
Y en la época colonial desde los crímenes de Leopoldo II en el Congo,
hasta el vergonzoso abandono del Sáhara español. Hoy, ese mismo saqueo se
mantiene por su petróleo, sus diamantes o el coltán, entre otras tantas de sus
riquezas, mientras se financian, protegen o se enfrentan sus gobiernos a costa de
los intereses de compañías multinacionales interesadas en ellas.
Esto es África y mientras las autoridades de Bruselas y del
resto de potencias occidentales sigan mirándose el ombligo y acordándose de ese
continente solo cuando un caso como el del ébola puede afectarle
directamente, el problema, lejos de solucionarse, se irá agravando cada
vez más. Los países fronterizos entre ambos mundos son los primeros en tomarle
el pulso a la realidad del caso pero lejos también de mediar en el asunto, se
esconden tras él como si tal cosa, incapaces de dar un golpe en la mesa ante
los espurios intereses de terceros. Hoy,
volvemos a verlo, ante el drama de miles de personas intentando cruzar el
estrecho en dantescas condiciones, con sus pequeños barquitos hinchables por los
que han pagado toda su miserable fortuna, hacia “la tierra prometida”.
Huyen de sí mismos, huyen de nosotros mismos, sin darse
cuenta que se están metiendo en la boca del lobo. Alguien ha dicho que el ébola
no se cura solo con medicinas, si no sacando a África de su miseria y su continua
y salvaje explotación.
Los movimientos de corte fascista siempre esgrimen argumentos ridículos. Para empezar, ningún inmigrante venido de un continente lleno de miseria le va a quitar el trabajo a los de aquí; si acaso, cogerán aquellos que ningún europeo de pro quisiera para sí. Por tanto, es una lástima que la gente "educada y con cultura" se deje embaucar por estos mentirosos compulsivos. Quizá tendríamos que dirimir si la educación y la cultura son equiparables a la "sabiduría", ya que tener de conocimientos de algo no nos hace mejores en absoluto.
ResponderEliminarEn cuanto al caso africano, llevo semanas -y en general toda la vida- trinando por su precaria situación. Hemos expoliado todos sus recursos y hemos hecho la vista gorda con sus problemas -que nos resultaban muy provechosos-. Ahora que la pandemia se desata, todo los hijos de perra que miraban para otro lado se ponen en fila india para "ayudar"; saben que esto se les puede escapar de las manos.
Entonces, resumiendo, entre fascismos, guerras, mentiras y pandemias, está claro que hemos construido un mundo bastante asqueroso.
Un saludo.
Gracias por tu comentario Oscar. Ahora sí que ya no seguiré con el blog hasta Septiembre, Mañana nos vamos a Inglaterra -mi hijo cambió las tierras canadienses por las británicas-, a pasar unos días con él.
ResponderEliminarNos veremos en Septiembre. Un saludo.
Las mejor manera que tienen los ricos de ayudar a los pobres es dejar de explotarlos. Pero no van las cosas por ahí, tenemos a la UE y a los Estados Unidos apoyando al bloque fascista en la guerra de Ucrania. Nuestros supuestos representantes no pintan nada, están al servicio de los oligarcas. Son las oligarquías quienes están subvencionando el nuevo fascismo, pero procurando que no se vuelva contra los banqueros. Esfuerzo inútil porque la guerra tiene su propia dinámica y las armas no distinguen entre bandos.
ResponderEliminarGracias por tu comentario.
EliminarY ese es el problema. Nuestros representantes no nos representan. En el mejor de los casos, hoy por hoy, hacen de intermediarios entre la oligarquía dominante y el pueblo llano, siempre y cuando no incomode al primero. En definitiva que queda al servicio del primero en detrimento de la mayoría del pueblo.
Un saludo.