martes, 14 de junio de 2011

Inmigración (13.10.10)

Las corrientes migratorias son un fenómeno que se propician desde el principio de los tiempos. El hombre ha migrado consecuencia de pandemias de todo tipo o por razones económicas recorriendo hasta miles de kilómetros o atravesando mares y océanos si fuera preciso. En los principios del siglo XXI dicho fenómeno persiste y a la vista del desorden social en todo el planeta es previsible que siga haciéndolo durante largo tiempo. Ahora, como ha ocurrido otras tantas veces a lo largo de la historia de la humanidad, la sociedad dominante, el mundo superdesarrollado, quiere ponerle “puertas al mar” y levantar muros y alambradas para impedir que los “sin nombre” puedan roer, siquiera un poco, de su ingente riqueza. Nadie obvia que estamos ante un grave problema pero que, lo que es seguro, no se soluciona quemando sus chabolas y devolviéndolos allende de nuestras fronteras para que vuelvan y vuelvan y lo vuelvan a intentar. Como siempre, la respuesta está tan lejos o tan cerca como uno quiera pero para ello, primero, tenemos que hacernos una pregunta que nadie o casi nadie atreve hacerse ¿Por qué vienen? ¿Qué fuerza vital les empuja a la aventura de un mundo desconocido y donde seguro van a encontrar innumerables inconvenientes, a cambio de abandonar su tierra, su hogar, su gente? ¿Qué les empuja a poner su vida en juego a bordo de un cayuco o una patera para recalar en las traseras de cualquier ciudad? Mientras sigamos negándonos a reconocer tan evidentes respuestas no podremos poner una solución verdadera a tan extraordinario problema.

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