lunes, 15 de agosto de 2011

La manipulación mediática. (Cap. IV)

Por último quiero terminar esta extensa entrada con dos particularidades propias del caso español. Por una parte la habilidad de los medios más interesados para engrandecer la condición de determinados personajes de escasa catadura, mientras por otra se rebaja el general de la condición humana.  

Pedro Solbes
En el primer caso nos encontramos con “figuras” como la de Pedro Solbes, José Mª. Aznar o Rodrigo Rato, por citar solo algunos ejemplos más significativos de la filosofía liberal dominante durante los últimos años. En el caso de Solbes se le tiene como al excelso político, abogado y sobre todo economista que participó, quizá de forma equivocada –al menos así se le simboliza-, en los gobiernos de Felipe González y José L. Rodríguez Zapatero. Nada más lejos de la realidad cuando estamos hablando de un liberal con apariencia socialdemócrata que ya advirtió durante su primera entrega como Ministro de Economía (1993-1996), que o se modificaba el sistema de pensiones o sería imposible su sostenimiento a largo plazo. Y quizá no careciera de razón en ello pero su, política desarrollada durante su segunda participación en el gobierno de España con el mismo cometido (2004-2009), abrazando el modelo neoliberal encauzado por el anterior gobierno de José Mª. Aznar, hace creer que sus ideas en lo referente a cuestiones como las del citado sistema de pensiones y otras garantías del Estado del Bienestar quedan muy lejos de los objetivos de la socialdemocracia.

José Mª. Aznar
En el caso de José Mª. Aznar se le tiene por el gran creador de empleo de la democracia pero sobre todo como el hombre que intentó colocar a España como “una grande y libre” en lo más alto de la esfera internacional. En el primer caso ya hemos expuesto en este mismo blog como las consecuencias de su particular Ley del Suelo de 1998, iba a dar lugar al desbordamiento del negocio de la construcción –uno de los pilares de la economía española-,  a través de la creación de una burbuja inmobiliaria que reportaría una parte absolutamente desproporcionada del PIB nacional y una absorción de mano de obra inusitada.  Y en la que se montó igualmente el Presidente Zapatero, para terminar de construir un castillo de naipes que se desmoronó a los primeros vientos de cambio en 2008, con la llegada de la crisis crediticia. Pero lo que mejor deberíamos recordar de Aznar fue su pasión obsesiva por izar a España a los primeros puestos de la hegemonía mundial. Para ello no se le ocurrió otra cosa que hacer de embajador del peor acontecimiento que puede dar a lugar la humanidad: la guerra. Más particularmente cuando está se evidencia ilegítima, va a generar un mal mucho peor que el que se dice restar –como así ha ocurrido- y cuando se cuenta en contra de la misma con más del 90 % de la población que se representa, según las encuestas de su propio gobierno. ¿Qué consideración se le habrá de tener entonces a la democracia?

Rodrigo Rato
En el caso de Rodrigo Rato, ciertamente elevado a los altares por su gestión económica, al frente de su cartera ministerial y su trayectoria profesional. Cuánto menos curiosa su excelsa calificación en el primer caso como gran valedor de la nefasta Ley del Suelo de 1998 y el triunfo de la economía especulativa. Y muy, en lo humano,  cuando se dirigió al pueblo español desde la tribuna de oradores del Congreso –más tarde lo haría también en el colmo de un supuesto abanderado de la socialdemocracia, el Sr. Solbes-, para comunicarle que, por primera vez, el estado había obtenido superávit  en el balance anual de sus cuentas. Algo que se le ha aplaudido desde entonces, sin pararse a pensar que lo que venía a decir realmente es que ante la tesitura de elegir dejar morir prematuramente a un anciano a falta de una plaza en una residencia pública asistencial o evitar las pérdidas en las cuentas del estado, mejor se decantaba por esta última opción. Era el argumento primigenio para la creación de esa “hucha”, tan cacareada por la derecha mediática, que nadie sabe dónde está, que representa o cual es su utilidad, sobre todo llegados momentos de crisis como los actuales. De su paso por el FMI, poco se sabe de su aportación al mismo, aunque lo que ha quedado bastante claro es que durante su cargo como director gerente entre 2004 y finales de 2007 no se enteró de nada ya que no advirtió que se estaba gestando la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión.

En lo referente a las especiales interpretaciones de la condición humana que refleja la citada industria mediática, ha tenido también especial calado en la ciudadanía de este país la supuesta desafección por el trabajo de la sociedad española en general. A pesar de la evidencia de la extraordinaria falta de oportunidades todavía para mucha gente es cierta la afirmación de que no trabaja quien no quiere para sostenerse gracias al trabajo y el esfuerzo de los demás que si lo hacen. Tanto es así que, con referencia a los acampados del 15M, una señora decía: “Verás como si tuvieran que levantarse a las 7 de la mañana para ir a trabajar no se pasaban el día diciendo esas tonterías en la plaza”. Lo que no entendió la buena señora es que si tuvieran trabajo no pasarían el día allí. No voy a entrar en más comentarios a este respecto por lo humillante y despreciable para la condición humana y especialmente para la española que representan aseveraciones como estas que, de forma absolutamente empírica, han quedado demostradas a lo largo de la historia que son completamente falsas en el caso de la inmensa mayoría de los ciudadanos.  

En definitiva, no cabe otra que pensar que desde la óptica común a todos los países desarrollados, el objetivo de la industria mediática es persuadir al grueso de la población, de  acuerdo a las teorías neoliberales que promovieran pensadores y economistas como Milton Friedman o Von Hayek, a entender la intervención y control del Estado como un método de coacción a la libertad individual. O lo que es lo mismo a entender la sociedad no como un colectivo de individuos sino como la suma de los individuos que la forman. En consecuencia el aparato del estado deberá quedar reducido a la mínima expresión por lo que el mayor logró conseguido para el desarrollo social en la historia, el Estado del Bienestar deberá ser desmantelado al entenderlo como un gasto y no como un servicio público concebido para el beneficio del común de la ciudadanía. En tanto que en lo social y lo político será una clase dominante –de clara influencia facistoide-, fruto de los rendimientos de su capital, del trabajo y del aporte de la fuerza laboral de la mayoría, la que obtendrá el beneficio de gobernar el futuro de la humanidad.

O lo que es lo mismo, el desarrollo de una sociedad orweliana donde el papel del estado quedará sustituido por empresas que condicionarán la libertad de los ciudadanos en directa proporción a sus rentas.
¿Estamos dispuestos a consentirlo?

"El trabajo os hará libres"


No hay comentarios:

Publicar un comentario