sábado, 10 de septiembre de 2011

3.5 millones de estupideces. La campaña electoral ha comenzado

A González Pons, uno de los voceros más destacados del PP, se le ha ocurrido decir que, durante la próxima legislatura, el más que seguro gobierno popular va a promover la creación de un millón de pequeñas y medianas empresas y en consecuencia se generarán 3.5 millones de nuevos puestos de trabajo.  Ante semejante  disparate –en la historia de España nunca se ha creado ese volumen de empleo neto en un plazo tan limitado-, más aún ante la situación de crisis sistémica existente, el PP se ha apresurado a desmentir tales afirmaciones significándolas como aspiraciones o deseos del interlocutor, fuera de toda realidad programática.

Todavía no ha comenzado la campaña electoral y ya estamos oyendo todo un concierto de desatinos  que, como siempre, provienen mayoritariamente de los dos partidos que van a disputarse las elecciones. Aunque en este caso, la posible disputa podría quedarse al margen –y eso que también se ahorraría, ahora que estamos en época de recortes-, por dos razones tan significativas como evidentes: en primer lugar la obviedad de la victoria aplastante del PP, no tanto ya por méritos propios como por desméritos del oponente y, en segundo lugar, vista la subordinación de ambos partidos a los propósitos de sus queridos “mercados” satisfaciendo sus veleidades, por delante de las prioridades y necesidades del pueblo. Es triste decirlo, tan triste como reconocer como ha sido incluso modificada la mismísima Constitución Española con nocturnidad y alevosía, para satisfacción de los mismos. Aunque, al día de hoy la Bolsa se siga desplomando, la prima de riesgo vuelva a dispararse, etc. etc. Si bien acabarán diciéndonos que ese no es ahora el problema si no que de lo que se trata ahora es de tal o cual otra cosa.

Luchamos lo indecible para que la democracia llegara a nuestro país, perdiéndose infinidad de vidas por el camino de los que no llegaron a ver su luz. Hoy, transcurridas más de tres décadas desde la aprobación de la Carta Magna, la inutilidad y servilismo de la clase política –por desgracia no solo la española sino también la de su común europea-, da el mismo valor al voto del pueblo que a la tapadera de un yogur o de un ilegible post-it que acaban en el cubo de la basura. Todo ello por su supeditación a una clase dominante que teledirige los hilos del poder aferrándose a toda costa al mismo y extorsionando para a ello a unos ilusos representantes del pueblo perdidos en mil y una refriegas que no conducen a ningún sitio y que traicionados por su vanidad y egoísmo, han acabado defenestrados por los altos niveles de corrupción a los que, de una manera u otra, les empujan sus valedores para hacerlos presas de su destino.  

Alternativas las hay y muchas, y han sido y siguen siendo expuestas por los más prestigiosos económicas, politólogos y sociólogos del mundo en numerosos foros aunque sean tapados, acallados y ninguneados  por los principales medios de comunicación –persuasión-, para mayor desconocimiento de la mayoría del pueblo soberano y en beneficio de esa misma clase dominante que ha acabado usurpando su poder legítimo.

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