miércoles, 28 de septiembre de 2011

Juguemos a… ¿quién recorta más?

Escuchar hoy las noticias casi hace que se te revuelvan las tripas. Hasta te apetece seguir con más interés lo de la posible erupción de la isla de “El Hierro” en Canarias que la machacona retahíla de los recortes y más recortes que están sucediéndose desde las administraciones públicas españolas, independientemente de su color, y en toda Europa. Quizás lo único positivo sea la decisión de la Comisión Europea de solicitar a los países de la Cámara la aprobación de la famosa tasa sobre las transacciones interbancarias que tantos años llevan reclamándose por numerosos colectivos, en beneficio de la comunidad. Lástima que esta propuesta haya salido, como siempre, descafeinada y que además tendrán que aprobar los diferentes parlamentos nacionales con lo que, si se llevará a cabo, no sería antes de dos o tres años. A saber, por donde andaremos entonces.

Realmente es inexplicable. Miles de personas que van a pasar a engrosar las lista del paro en España consecuencia de dichos recortes. 30.000 empleos públicos que van a ser destruidos en Francia por el mismo motivo y un sinfín de etcéteras que haría todavía más lamentable la exposición de este artículo. Y sin alternativas. Nadie nos dice que va a ocurrir con toda esa gente. En el mejor de los casos se recurrirá a jubilaciones anticipadas –por un lado se quiere alargar la edad de jubilación y por otro las mismas administraciones se contradicen con estas actuaciones- y en el resto percibirán el subsidio para después ¿qué?

Joseph Stiglitz
Hay miles, millones de voces, muchísimas de ellas extraordinariamente cualificadas como los Premios Nobel Stiglitz o Krugman, que repiten una y otra vez que, efectivamente hay que racionalizar el gasto público, pero la primera premisa ha de ser la creación de empleo y si hay que asumir la moderación salarial también, del mismo modo, habrá que moderar los beneficios cuando se trate de empresas privadas.  Es evidente y para eso no hay que ser economista, que si no hay trabajo las familias no podrán adquirir bienes ni acometer gastos. Las empresas no venderán, al no vender tendrán que despedir a sus empleados para poder subsistir o tendrán que cerrar. Las redes de distribución no tendrán nada que distribuir y las fabricas nada que fabricar. Más y más desempleo, un bucle sin fin que acabará degenerando irremediablemente en una espiral de violencia o una sociedad de carácter totalitario –la sociedad orweliana-.  

La única manera de romper ese círculo vicioso es la inversión pública. Así se hizo para salir de la Gran Depresión de los 30 (el New Deal), y así se reconstruyó y desarrolló Europa tras la 2ª. Guerra Mundial hasta la década de los 80 cuando el neoliberalismo empezó a imponer su ley y cuya culminación estamos viviendo ahora. Hacer creer a la población –como pretende el PP cara a su inminente y arrolladora victoria electoral-, que reducir el impuesto de sociedades –que de hecho ya se paga en una mínima expresión a costa de las numerosas fórmulas de desgravación- o liberar a las empresas de pagar el IVA de las facturas pendientes de cobro, entre otras vaguedades, va a generar empleo en proporciones considerables es casi un insulto a la inteligencia. No digamos ya lo de los 3.5 millones de puestos de trabajo y el millón de empresas del vocera Pons. Si no hay necesidad, si la sociedad no promueve esa necesidad ¿cómo va a crear la empresa privada empleo? ¿Y en qué sectores de la industria y el comercio? ¿Acaso no están ya suficiente saturados todos los mercados? Y en lo referente a los grandes capitales los datos son irrefutables y la economía especulativa ha desplazado totalmente a la productiva quedando ésta reducida a todo el extremo oriente, a los países en vía de desarrollo y a los denominados BRIC (Brasil, Rusia, India y China).

Luego no se trata de olvidarse de la deuda, o de no contener los gastos superfluos, innecesarios y exagerados pero sin la inversión pública –tampoco se trata de levantar aceras para volver a cerrarlas-, a través del impulso de infraestructuras necesarias como puedan ser escuelas, guarderías, residencias de pensionistas, hospitales y en definitiva de todos esos elementos imprescindibles para el desarrollo presente y futuro, no se podrá crear empleo lo suficientemente estable que permita una mejora sensible en todos los ámbitos de la sociedad.

De los medios para ello ya hemos hablado y lo seguiremos haciendo en otras muchas ocasiones en este mismo blog y sus premisas están suficientemente contrastadas y no son más que el eco de la historia y de los profesionales que las avalan. Solo falta una cosa… la voluntad política de ponerlas en marcha.

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