lunes, 19 de marzo de 2012

La deuda: verdades y mentiras sobre la misma. (II)

En la entradilla de la primera parte de este artículo poníamos de manifiesto la creencia de una gran parte de la población, imbuida desde la política conservadora, de que la enorme deuda que sostiene el estado es consecuencia del despilfarro habido en las diferentes administraciones socialistas en los últimos años. Amén de que dicho fenómeno ha quedado suficientemente probado que es imputable a los dos partidos dominantes en la escena española desde la década de los 80, no es menos cierto que, aún lo pernicioso de ello, el total de su cuantía no representa un porcentaje realmente sensible dentro del total de la citada deuda.

Desde el inicio real de la crisis en el verano de 2007, la deuda pública española que hoy se sitúa en el 73 % del PIB mientras que el resto hasta llegar al 394 % del total corresponde a la deuda privada, ha aumentado alrededor de los 35 puntos porcentuales desde entonces –ver gráficas en la primera parte de este artículo-. Si, como queda probado en dichos cuadros, la deuda pública española aquel año era y sigue siendo hoy inferior a la del resto de los países de nuestro entorno –incluso a la de la paradigmática Alemania-, es difícilmente creíble el argumento de que sea el despilfarro el promotor principal de la misma. Sin menosprecio de ello, resulta evidente entonces que el uso de ese argumento como baluarte principal para sostener todas las políticas de recortes que se vienen sufriendo desde hace casi dos años es poco menos que injustificable, por lo que parece que más bien que lo que se pretende con ello es ocultar la verdad sobre los motivos del aumento de tan manida deuda y muy especialmente las causas que la han provocado.

Antes de seguir avanzando en lo que nos ocupa, queremos volver a hacer hincapié en que el despilfarro y mal uso de los fondos públicos ha de ser algo que debe ser tenido en la máxima consideración en todo momento y no utilizar estos argumentos solo cuando se trate de tramas interesadas políticamente mientras que, de forma torticera, se vuelve la vista a otro lado sin poner otros extremos en conocimiento de la opinión pública. La praxis de una buena gestión económica de lo público debe ser un elemento fundamental a exigir de los responsables políticos en todo momento, al margen de cualquier otra consideración y del contexto histórico que se trate. Y, lo que es peor, permitir que la justificación de tales desatinos se fundamente en el “y tú más”, al que nos tiene acostumbrado nuestra denostada clase política, como se está demostrando nuevamente ahora en las campañas electorales abiertas en Andalucía y Asturias, ha de ser algo inadmisible entre la misma.

Volviendo al tema que nos ocupa, lo que verdaderamente ha aumentado sensiblemente la deuda del Estado desde el inicio de la crisis ha sido la descapitalización del mismo en beneficio de las entidades financieras, bancos y cajas de ahorros, con el manoseado argumento político de evitar una quiebra de alguna de las mismas o los perjuicios que ello podría conllevar a sus clientes e inversores. Sin embargo el objetivo de insuflar ingentes cantidades de dinero a estas sociedades a lo que está primordialmente destinado es a sanear las cuentas de las mismas con la fe puesta en que de este modo el crédito fluya a favor de las empresas, la economía se reavive consecuentemente y de ahí se genere un ingente número de puestos trabajo. Una vez más ese pensamiento dogmático que, una y otra vez, la empírica demuestra que ha resultado un fracaso y que ha traído como resultado la actual crisis económica y financiera mundial, tal como ocurriera con los Felices 20 y la Gran Depresión de los 30.

Pero, desgraciadamente, como el error sigue estando en la sintomatología del problema, a pesar de los nulos resultados de los remedios aplicados, vuelve a insistirse una y otra vez en los mismos, por lo que el BCE ha optado ya por dos ocasiones en dar lo que se ha dado en llamar “barra libre” para que los bancos se aprovisiones de más y más dinero a su costa a unos bajísimos tipos de interés, mientras se lo sigue negando a los países a pesar de las dificultades que puedan estar pasando. En consecuencia los estados se descapitalizan cada vez más en beneficio de dichos bancos y al final no les queda más remedio que volver a pedir prestado a los mismos parte del dinero aportado, el cual estos le facilitan en forma de crédito, eso sí a unos intereses mucho más altos de los previamente abonados, lo que en definitiva resulta un negocio aún más extraordinario para los supuestamente rescatados.

Y como la descapitalización de dichos estados no cesa, el crédito a las empresas sigue sin llegar y el desempleo aumenta irremediablemente consecuencia del conjunto de estas políticas, las arcas públicas se deterioran cada vez más, más aun ante la reducción de los ingresos fiscales consecuencia de la cada vez más reducida actividad económica y el aumento de los intereses a pagar por el aumento de la deuda contraída. Los gobiernos ante tal situación, dentro de la ortodoxia neoliberal reinante, optan por aplicar más medidas de recortes en el gasto público, de austeridad en la inversión pública y de más apoyo a la industria financiera lo que redunda en más y más desempleo, cierre de empresas, caída de la recaudación y… vuelta empezar.

En definitiva un auténtico círculo vicioso consecuencia de un pensamiento basado casi de forma exclusiva en la fe de sus protagonistas y que, ante tales desatinos intentan justificarse ante la opinión pública, como las víctimas de sus propios correligionarios.

8 comentarios:

  1. Interesante artículo, que deja bastante claro lo que muchos ya pensamos: el sistema es una farsa y se está cavando su propia tumba. Aquí la cuestión radica en saber cuánto aguantará la cosa así, y de qué modo se producirá el rupturismo con un sistema caduco, suicida y deshumanizado. Porque tal y como están funcionando los entresijos económico-políticos del presente, pocos llorarían si los buitres murieran de inanición. Y no me refiero a los pájaros, al menos no a los que vuelan.

    Un saludo.

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    1. Desde el punto de vista de la política, en Francia parece que las encuestas son favorables al candidato socialista Françoise Hollande para las próximas elecciones a la presidencia de la república. No parece que Hollande sea precisamente un adalid de la socialdemocracia clásica pero sería de esperar un cambio en el modelo más favorable a los intereses del pueblo. El PS francés ha sido, tradicionalmente, el partido más poderoso de Europa y de producirse su victoria este año...

      Luego esta el caso del SPD alemán. El partido socialdemócrata ha derrotado a los adláteres de Angela Merkel en la mayoría de las eleccionaes de los lander alemanes. No conocemos al lider socialdemócrata del SPD y todavían queda más de un año para las elecciones generales en Alemania...

      Quizá el dato positivo más interesante desde esta misma óptica -al margen también de todas las suspicacias que puedan suscitarse-, es que recientemente se han venido produciendo ciertos encuentros, actos y declaraciones conjuntas de los dos partidos ya citados junto al PD socialdemócrata italiano, en lo que ya se le ha empezado llamar "la revolución socialdemócrata". Se trata de las tres economías más poderosas del continente y su peso es lo suficientemente importante como para optar por otras vías. Pero lo que si que ayudaría y desde luego les obligaría a estos sería que el pueblo se echara dedicidamente a la calle en contra de este diabólico modelo actual de sociedad.

      Veremos.

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  2. Estupendo análisis. La casta política me tiene harto. Aquí hay un gran timo: sea el PP o el PSOE, ambos partidos hacen lo mismo; durante la oposición dicen la verdad y luego, cuando ganan, hacen lo contrario de lo que habían dicho en la oposición. Esto se llama irresponsabilidad absoluta. Los políticos son impunes, ganan con mentir, nadie les puede poner coto y exigirles cuentas. Además, están compinchados con banqueros y grandes empresarios, ellos solos se comen el pastel. Pero son tan miserables que han decidido privar al pueblo de las migajas. Esto tiene que reventar, no sé cómo, pero tiene que reventar, y cuanto antes lo haga, mejor para todos, incluso para esos criminales que nos gobiernan. No sé quien dijo: "el capitalismo necesita leyes que lo protejan de sí mismo, de lo contrario, se autodevora." Pues bien, sigamos desregulando los mercados y ya veremos a dónde vamos a parar, a la mismísima M.

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  3. Excelente artículo compañero. Como dice Arcadi Oliveras: "Estamos en manos de delincuentes", a lo que yo añado: ¡los vasos comunicantes apestan! (Corporaciones privadas-políticos).

    Las deudas odiosas son aquellas contraídas en contra de los intereses del pueblo, sin conocimiento por los ciudadanos y sí por los acreedores.

    Según veo yo; las gentes humildes se polarizan entre la ira y la resignación... Vienen tiempos difíciles. No es una crisis, es el final de una era.

    Un abrazo!!!

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  4. Realmente Lorenzo ya ha reventado. Cuantas veces durante esa época de bonanza -que yo llamo, creo más acertadamente, de "vorágine consumista"-, habremos oído esa misma expresión aunque, curiosamente, los que entonces la empleaban parecen también haberse olvidado de ello.

    Como igualmente dice también Miguel, sí parece que estamos en el final de una era. Lo que está por ver es si el pueblo va a seguir impasible hacia la autodestrucción de su libertad y el sometimiento a una clase dominante que tiranize sus vidas arrebatándole todos sus derechos. Los mismos que tardamos tantos siglos en conquistar.

    Gracias a ambos por comentar.

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  5. Muy triste...de aqui vamos directos al desastre por que os aseguro que nada ha cambiado, seguimos en la misma linea del consismo compulsivo pero ahora...sin agua

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  6. Como bien dices Mar, poco o nada ha cambiado. Sí que es cierto que hay ya bastante gente que se está dando cuenta de que estamos ante el camino equivocado, tremendamente equivocado, pero diferentes factores como el desconocimiento, la falta de confianza, la precariedad laboral y, entre otros que duda cabe también la falta de sensibilidad hace que sigan impasibles ante lo que está pasando y el terrible futuro que puede avecinarse.

    Y sin agua.

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  7. Bajo la palabra austeridad seguimos engañandonos a nosotros mismos y sin agua, aunque me rio, no tiene mi pizca de gracia.
    Saludos!

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