La historia
del FMI, desde su fundación en 1945
a la sombra de los acuerdos de Bretton Woods,
no puede decirse que haya sido un techado de virtudes. De hecho el propio Rodrigo Rato que fue gerente del mismo entre 2004 y 2007, pasó y se marchó sin enterarse de la gestación y eclosión –el mismo año de su salida-, de la mayor crisis económica y financiera en todo el orbe desde la Gran Depresión de los 30. Quizá su fracaso más sonoro, hasta la fecha, fue la exigencia de la puesta en marcha de una serie de recetas en Latinoamérica, en la década de los 80 del siglo pasado, con el objeto de facilitar el acceso al crédito de los países y así aumentar el desarrollo, inspirándose para ello posteriormente en lo que se dio en llamar el Consenso de Washington. Las consecuencias de las mismas, -no muy distintas de las manifestadas estos últimos años desde el mismo organismo-, provocaron el hundimiento de las economías del continente y solo cuando sus gobernantes decidieron abandonar dicha doctrina fue cuando se produjo el renacimiento de sus respectivos países. Fue precisamente Argentina y su famoso “corralito”, la víctima más propiciatoria de tales políticas y solo a partir de su renuncia a las mismas fue cuando el país sudamericano inició una senda de crecimiento estable.
a la sombra de los acuerdos de Bretton Woods,
no puede decirse que haya sido un techado de virtudes. De hecho el propio Rodrigo Rato que fue gerente del mismo entre 2004 y 2007, pasó y se marchó sin enterarse de la gestación y eclosión –el mismo año de su salida-, de la mayor crisis económica y financiera en todo el orbe desde la Gran Depresión de los 30. Quizá su fracaso más sonoro, hasta la fecha, fue la exigencia de la puesta en marcha de una serie de recetas en Latinoamérica, en la década de los 80 del siglo pasado, con el objeto de facilitar el acceso al crédito de los países y así aumentar el desarrollo, inspirándose para ello posteriormente en lo que se dio en llamar el Consenso de Washington. Las consecuencias de las mismas, -no muy distintas de las manifestadas estos últimos años desde el mismo organismo-, provocaron el hundimiento de las economías del continente y solo cuando sus gobernantes decidieron abandonar dicha doctrina fue cuando se produjo el renacimiento de sus respectivos países. Fue precisamente Argentina y su famoso “corralito”, la víctima más propiciatoria de tales políticas y solo a partir de su renuncia a las mismas fue cuando el país sudamericano inició una senda de crecimiento estable.
Empeñado en ese mismo pensamiento neoliberal
el FMI se ha mantenido fiel al mismo durante los últimos años a pesar de las
críticas de numerosos especialistas e incluso antiguos ejecutivos del Banco Mundial, como el Nobel de
Economía Joseph Stigliz
uno de los más reputados economistas de los últimos tiempos y que fue primer
vicepresidente y economista jefe del
mismo entre 1997y 2000. Ahora cuando la
nave europea naufraga, a la vista de los datos que se vienen sucediendo desde
el inicio de la crisis en 2007 y su zozobra se acentúa de forma inexorable el FMI parece no estar tan seguro de sus
postulados o, al menos, comienza a poner en duda los mismos atreviéndose
incluso a insinuar que “quizá
solo con recortes y austeridad no será posible recobrar la senda del
crecimiento” o que “quizá
haya que recobrar alguna de las ideas que permitieron salir a los EE.UU. de la
Gran Depresión o aceptar alguno de los postulados de la pequeña Islandia en la
actualidad”.
En cualquier caso con Christine Lagarde a la cabeza, la
actual gerente del FMI se sigue manteniendo fiel
a la ortodoxia neoliberal a pesar de ser consciente de sus desastrosas
consecuencias para el crecimiento y que los
objetivos de déficit fijados, en muchos casos, son absolutamente inalcanzables. Declaraciones,
unas tras otras, que llegan a resultar hasta contradictorias pero que, en
cualquier caso, lo que hacen es poner en evidencia la incapacidad y negligencia
de las instituciones internacionales para evitar el deterioro de las
condiciones sociales de la mayor parte de la población. Hasta ahora, solo
parecía posible atribuir toda esta sintomatología al dogmatismo de una fe
basada en los que se ha dado en llamar la
estabilidad presupuestaria –el déficit 0-, y en esa apología tatcheriana de
que el
estado es el problema y el mercado la solución, lo que ha conllevado a la desregulación de prácticamente todas las
parcelas de la industria, las finanzas y el comercio y a la desnaturalización
de los impuestos haciendo soportar la mayor parte de la carga fiscal en las
clases medias y trabajadoras en beneficio de las clases altas con la vana convicción
de que serían las encargadas de generar
riqueza para todos. Sin embargo los resultados de la aplicación de tales
creencias desde la década de los 90 y la
vehemencia en la profundización de las mismas desde el inicio de la crisis como
solución a esta, están desencadenando el empobrecimiento generalizado de la mayor
parte de la población. E incluso las previsiones de los principales organismos
supervisores e impulsores de tales medidas no dejan de augurar un futuro
seriamente incierto para el grueso de la misma.
Ante tales desmanes, no es pues de extrañar que cada día
surjan más voces en la firme creencia de que lo que realmente estamos
asistiendo es al desmantelamiento de un modelo social para dar paso a un nuevo
orden donde una clase dominante aniquile
todos los derechos fundamentales obtenidos durante el SXX y enfile el
desarrollo de un estado totalitario al estilo orwelliano y tantas
veces llevado a la ficción cinematográfica como es el caso de la novela de Ray
Bradbury, Farhenheit 451
en la legendaria película de François Truffaut, o el 1984 de M. Radford. No podemos saber si esto será
así pero las medidas que están tomando los gobiernos, cada vez de forma más
insistente no sirven, precisamente, para desmentir tales acusaciones.
Veremos.
Fotograma de 1984, de Michael Radford |
Precisamente uno de estos días tenía pensado ver la película Fahrenheit 451; junto con las otras que mencionas, pintan con "descarada" sutileza regímenes totalitarios que se fundamentan en la mentira y en el control de la población. Cuestiones que, para el que hurga en el sistema actual, no resultarán en modo alguno extrañas; Internet será nuestro más brillante aliado o nuestro más ominoso enemigo.
ResponderEliminarEn lo que respecto al FMI o al resto de organismos a todo punto inútiles que juegan con el futuro de la sociedad, ya se pueden ir disolviendo y dejando paso a un modelo más humanista. Que este sistema está herido de muerte es evidente, y el cambio no solo es necesario, sino obligatorio, inminente e inevitable.
Magnífico artículo, como siempre. Un saludo.
Gracias por tus comentarios Oscar y que así sea.
ResponderEliminarTrhive dedicale dos horas y despues saca conclusiones que ya seguro que las tienes en mente "prosperidad" tiene mucho de sentido comun.
ResponderEliminarEs una investigacion sobre el fmi
saludos!!!
Lo veré, gracias Mar.
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