RTVE, ¿van a por todo?

El 16 de Octubre de 2003, Alfredo Urdaci, director por aquellos entonces de los servicios informativos de RTVE, tuvo que dar cumplimiento a una sentencia contra la cadena pública de la Audiencia Nacional, por el tratamiento pernicioso dado en los informativos de la misma, sobre la huelga general del 20 de Junio de 2000 y que le condenaba a leer de forma pública el contenido de dicha sentencia en todos los informativos de aquel día. Probablemente sea este el ejemplo más ávido de manipulación informativa del ente público en toda la historia de la democracia española pero que, de una manera u otra se había venido repitiendo desde los tiempos de Adolfo Suarez, pasando por el largo mandato de Felipe González al frente del gobierno, hasta este suceso propiciado del mismo modo por el gobierno de José Mª. Aznar.

Tanto o más partido se le dio a la ferocidad de la dictadura pinochetista en la televisión de los sucesivos gobiernos de Felipe González, como a la dictadura castrista durante los años de José Mª. Aznar al frente del ejecutivo y así sucesivamente hasta acabar siendo un mero instrumento más de propaganda del gobierno que se tratase. Hasta la llegada del presidente Zapatero que, entre los pocos de sus aciertos que puedan contarse, esta su modificación de la ley para la designación del consejo rector del ente público para que precisara, al menos, en su elección con el beneplácito de dos tercios del parlamento de la nación.  De ahí que, durante estos últimos años hayamos podido contar con la que se ha calificado de forma reiterada como la mejor y más objetiva televisión pública de la historia reciente. Buena muestra de ello es toda esa innumerable cantidad de premios cosechados por los servicios informativos de RTVE en estos últimos años a través de programas como los Telediarios, Los Desayunos de la 1, 24h o programas de debate como “59 segundos”, donde

tienen cabida por igual todo el espectro ideológico y que, por lo general, gozando del favor del público un mes tras otro, lideran las audiencias en las categorías que les corresponden. Lejos de otros modelos de cadenas a las que se le ha denominado jocosamente como “las tdt-party”, donde la imparcialidad brilla por su ausencia con esperpénticos debates donde la pluralidad bien medida brilla por su ausencia en beneficio de una vehemencia sobreactuada.

Desgraciadamente y argumentando la decisión en su reconocida incapacidad para nombrar un nuevo consejo directivo del ente después de la dimisión de su último presidente en Julio del pasado año, el gobierno actual ha decidido dar un paso atrás y retroceder casi una década modificando la norma actual para poder elegir al mismo, aprovechando su mayoría absoluta, sin necesidad de llegar acuerdo alguno con el resto de los partidos con representación parlamentaria. O lo que es lo mismo la supeditación de un medio de comunicación público a los intereses de partidos tal como viene sucediendo en la mayor parte de los canales autonómicos desde su existencia.

Un añadido más a esa idea, cada vez más generalizada y más difícil de rebatir, de que todas las acciones que vienen sucediéndose desde el afloramiento de la crisis en 2007 especialmente en el seno de esa comunidad de pueblos a los que supuestamente dijo representar la Unión Europea,  van encaminadas a desmantelar todas las estructuras públicas y con ellas el Estado del Bienestar –o su rebaja a la mínima expresión-,  en beneficio de una pequeña clase dominante rica y poderosa, a costa de los trabajadores y las pequeñas y medianas empresas. Ahora, en un país súper-desarrollado como el nuestro y con una democracia que creíamos consolidada nos encontramos con que el principal medio de comunicación público quedará nuevamente subordinado a los avatares del partido de turno en el poder y que podrá ser utilizado con fines propagandísticos por el mismo sin la más mínima posibilidad de mediación por parte del resto.   Ni que decir tiene, en un momento como el actual, donde un gobierno sin escrúpulos podría dotarse del mejor medio para hacer creer a la población la necesidad de liquidar todos los derechos que tanto tiempo tardó en conquistar. 

¿Es a esto a lo que llaman democracia?