domingo, 20 de mayo de 2012

El adiós a la cultura y a la enseñanza pública.

 A pesar de mi apuesta por las humanidades nunca fui un buen alumno en filosofía. Nunca desató mi entusiasmo y, con todos mis respetos, los profesores que tuve al respecto tampoco la hicieron lo suficientemente atractiva como para despertar mi interés por ella. Sin embargo, cada vez que ha surgido la ocasión, nunca he dejado de utilizar una expresión de un viejo profesor de la asignatura que aseguraba con una lucidez meridiana: “la cultura es todo aquello que queda después de olvidado lo aprendido”. Hoy, casi cuarenta años desde aquel entonces y gracias a ese infinito “espanta-bestias” que representa Google, buscando el origen de esa expresión que ha inspirado este artículo, he descubierto que la misma corresponde al novelista francés André Maurois que, además de prolífico escritor, fue un consumado luchador por la libertad. Y es ahora, cuando los elegidos para dirigir los destinos del pueblo parecen empeñados en desarbolar esa definición de cultura de nuestras vidas y con ello el fin también de nuestra libertad, es cuando más sentido recobra la misma.

El pasado miércoles, ante la sorpresa de propios y extraños, el ministro de educación José Ignacio Wert, promulgaba que el aumento de las tasas universitarias que pueden elevarse, conforme a las nuevas normas establecidas, de los 900 a los 1600 euros, es una medida justa y progresiva. Para ello, el tenaz orador intentaba justificar tal medida entendiendo que las clases más pudientes que pueblan mayoritariamente la universidad –según su punto de vista-, serán  las que habrán de reportar un mayor esfuerzo en la continuidad de la enseñanza pública en detrimento propio y en beneficio de las clases más populares y menos solventes. Aunque esto pueda sonar a disparate desde lo divino y lo humano, tales afirmaciones fueron hechas en uno de los últimos estertores de RTVE –a punto de liquidar por capricho gubernativo la que habrá sido su mejor época en cuanto a salud democrática-, entre otras lindezas de las que intentó defenderse cual gato panza arriba con una verborrea que, en ningún momento, mostró otra cosa que no fuera la intransigencia de un poder tan desmesurado como el que goza el actual gobierno de España. 

Valga hacer un inciso para recordar todos los vericuetos que tuvo sortear el Sr. Ministro cuando uno de los contertulios le pregunto si seguía manteniendo sus otrora duras declaraciones sobre el movimiento 15M –mín. 26 del mismo video-. Como pudo se evadió de la cuestión, aunque si cabe se reafirmó en lo dicho en su día aunque, al menos esta vez y probablemente dado el cargo que ocupa manifestó su respeto al derecho de todo ciudadano a expresarse libremente. Realmente el 15M ha conseguido molestar, que es también de lo que se trata, a toda esta clase política tan alejada de la realidad poniendo voz en grito los verdaderos motivos que la mantienen como uno de los principales problemas del país.

Si, como hemos manifestado ya en alguna ocasión desde este mismo blog, los dos problemas fundamentales de la educación en España residen en la apatía al respecto de un buen número de familias ebrias por la vorágine consumista y en la insuficiente y peor gestionada inversión del erario público al respecto, los recortes actuales –es inasumible que el estado pueda considerar la educación como un gasto y no como una inversión-, el aumento del ratio de alumnos por clase, la disminución del número de profesores y el incremento de costes en la enseñanza para la ciudadanía, máxime la precariedad laboral existente junto a la reducción de salarios y el extraordinario número de desempleados, no es posible esperar otra cosa que una mayor y obvia inoperancia y consecuente descrédito de nuestro sistema educativo.

Y, por último retomando el inicio de este artículo, recordemos el guión establecido por la U.E., que fue aprobado por el gobierno Zapatero y que redobla el actual gabinete, por el que la formación deberá ir encaminada, especialmente desde las universidades –tomando como referencia el modelo norteamericano, tanto en lo formativo como desde el punto de vista de su financiación- , a cubrir las necesidades especificas empresariales. Esto es, tendremos un gran y capacitado economista o en cualquier caso un especialista en tal o cual materia empresarial puntual que quizá solo sea fruto del momento y podrá quedar a expensas de su eventualidad, pero que difícilmente sabrá situar el Partenón, quien fue Cervantes o qué represento para la historia Leonardo o el Renacimiento. Y entonces… ¿qué habrá quedado de la cultura?

4 comentarios:

  1. Hechos como este me hacen pensar que no avanzamos, sino que retrocedemos. Una civilización que pone vallas al acceso a la cultura es una civilización que no tiene futuro, cava su propia tumba. Al final no habrá personas, habrá esclavos y una casta de privilegiados acaparándolo todo.

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  2. Desgraciadamente ese es el camino que parece desear esta casta política.

    Un saludo

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  3. La educación es un peligro para esta caterva de soplagaitas, y esgrimen argumentos tan patéticos como sus caras porcinas. Personalmente, creo que la austeridad es necesaria, y por ello propongo privar a esos títeres de sus cabezas de trapo y exhibirlas en picas de alabastro. Todos saldrían ganando, incluso ellos, pues no tendrían que soportarse ni mirarse al espejo, ni tampoco pugnar con una conciencia que de tanto gritar se queda afónica...

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  4. Como bien dices Oscar, lástima que la austeridad solo la entiendan desde un lado. Saludos y espero que te lo hayas pasado bien en tu viaje.

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