A pesar de mi apuesta por las humanidades nunca fui un buen
alumno en filosofía. Nunca desató mi entusiasmo y, con todos mis respetos, los
profesores que tuve al respecto tampoco la hicieron lo suficientemente atractiva
como para despertar mi interés por ella. Sin embargo, cada vez que ha surgido
la ocasión, nunca he dejado de utilizar una expresión de un viejo profesor de
la asignatura que aseguraba con una lucidez meridiana: “la cultura es todo
aquello que queda después de olvidado lo aprendido”. Hoy, casi cuarenta años
desde aquel entonces y gracias a ese infinito “espanta-bestias” que representa
Google, buscando el origen de esa expresión que ha inspirado este artículo, he
descubierto que la misma corresponde al novelista francés André Maurois que,
además de prolífico escritor, fue un consumado luchador por la libertad. Y es
ahora, cuando los elegidos para dirigir los destinos del pueblo parecen
empeñados en desarbolar esa definición de cultura de nuestras vidas y con ello
el fin también de nuestra libertad, es cuando más sentido recobra la misma.
El pasado miércoles, ante la sorpresa de propios y extraños,
el ministro de educación José Ignacio Wert, promulgaba que el aumento de las
tasas universitarias que pueden elevarse, conforme a las nuevas normas
establecidas, de los 900 a los 1600 euros, es una medida justa y progresiva.
Para ello, el tenaz orador intentaba justificar tal medida entendiendo que las
clases más pudientes que pueblan mayoritariamente la universidad –según su
punto de vista-, serán las que habrán de
reportar un mayor esfuerzo en la continuidad de la enseñanza pública en
detrimento propio y en beneficio de las clases más populares y menos solventes.
Aunque esto pueda sonar a disparate desde lo divino y lo humano, tales
afirmaciones fueron hechas en uno de los
últimos estertores de RTVE –a punto de liquidar por capricho gubernativo la
que habrá sido su mejor época en cuanto a salud democrática-, entre otras
lindezas de las que intentó defenderse cual gato panza arriba con una verborrea
que, en ningún momento, mostró otra cosa que no fuera la intransigencia de un
poder tan desmesurado como el que goza el actual gobierno de España.
Valga hacer un inciso para recordar todos los vericuetos que
tuvo sortear el Sr. Ministro cuando uno de los contertulios le pregunto si
seguía manteniendo sus otrora duras declaraciones sobre el movimiento 15M –mín.
26 del mismo video-. Como pudo se evadió de la cuestión, aunque si cabe se
reafirmó en lo dicho en su día aunque, al menos esta vez y probablemente dado
el cargo que ocupa manifestó su respeto al derecho de todo ciudadano a
expresarse libremente. Realmente el 15M ha conseguido molestar, que es también de
lo que se trata, a toda esta clase política tan alejada de la realidad poniendo
voz en grito los verdaderos motivos que la mantienen como uno de los
principales problemas del país.
Si, como hemos manifestado ya en alguna ocasión desde este
mismo blog, los dos problemas fundamentales de la educación en España
residen en la apatía al respecto de un buen número de familias ebrias por la
vorágine consumista y en la insuficiente y peor gestionada inversión del erario
público al respecto, los recortes actuales –es inasumible que el estado pueda
considerar la educación como un gasto y no como una inversión-, el aumento del
ratio de alumnos por clase, la disminución del número de profesores y el
incremento de costes en la enseñanza para la ciudadanía, máxime la precariedad
laboral existente junto a la reducción de salarios y el extraordinario número
de desempleados, no es posible esperar otra cosa que una mayor y obvia inoperancia
y consecuente descrédito de nuestro sistema educativo.
Y, por último retomando el inicio de este artículo, recordemos
el guión
establecido por la U.E., que fue aprobado por el gobierno Zapatero y que
redobla el actual gabinete, por el que la formación deberá ir encaminada,
especialmente desde las universidades –tomando como referencia el modelo
norteamericano, tanto en lo formativo como desde el punto de vista de su
financiación- , a cubrir las necesidades especificas empresariales. Esto es,
tendremos un gran y capacitado economista o en cualquier caso un especialista
en tal o cual materia empresarial puntual que quizá solo sea fruto del momento
y podrá quedar a expensas de su eventualidad, pero que difícilmente sabrá situar
el Partenón, quien fue Cervantes o qué represento para la historia Leonardo o el
Renacimiento. Y entonces… ¿qué habrá quedado de la cultura?
Hechos como este me hacen pensar que no avanzamos, sino que retrocedemos. Una civilización que pone vallas al acceso a la cultura es una civilización que no tiene futuro, cava su propia tumba. Al final no habrá personas, habrá esclavos y una casta de privilegiados acaparándolo todo.
ResponderEliminarDesgraciadamente ese es el camino que parece desear esta casta política.
ResponderEliminarUn saludo
La educación es un peligro para esta caterva de soplagaitas, y esgrimen argumentos tan patéticos como sus caras porcinas. Personalmente, creo que la austeridad es necesaria, y por ello propongo privar a esos títeres de sus cabezas de trapo y exhibirlas en picas de alabastro. Todos saldrían ganando, incluso ellos, pues no tendrían que soportarse ni mirarse al espejo, ni tampoco pugnar con una conciencia que de tanto gritar se queda afónica...
ResponderEliminarComo bien dices Oscar, lástima que la austeridad solo la entiendan desde un lado. Saludos y espero que te lo hayas pasado bien en tu viaje.
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