Probablemente la palabra más utilizada estos días en
nuestras tertulias del café, con los compañeros de trabajo –el que lo tenga-,
en casa o con los amigos sea la de “inexplicable”. Inexplicable porque, cara a
la ciudadanía, así parecen ser las medidas, recortes, ajustes o como quiera que
quieran llamarles a toda esta batería de dictados de obligado cumplimiento que
se están tomando por parte de los regidores públicos para, según los mismos,
recobrar lo que han dado en llamar “la senda del crecimiento” y para lo cual
parece ser necesario el saneamiento completo del sistema financiero y la
reducción del déficit hasta, en este último extremo, lograr el superávit de las
cuentas públicas y por ende de la recuperación económica.
No vamos a pormenorizar ahora las medidas adoptadas estos
días por el gobierno de España, de acuerdo a los dictados de la UE, ya que los
medios de comunicación han dado buena cuenta de las mismas y lo seguirán
haciendo conforme estas vayan ampliándose en los próximos meses pero sí que
vamos a intentar entender como nuestros gobernantes vienen asumiéndolas a pesar
de la evidencia empírica de que están predestinadas a generar un
empobrecimiento general de la población por cuanto el nivel de ingresos de esta
desciende, sus gastos aumentan consecuencia del incremento de precios e
impuestos y, en consecuencia, el consumo se ve mermado sensiblemente. Y como
quiera que para que un país crezca debida y armoniosamente es ineludible un correcto crecimiento interno, esta
situación no puede provocar otra cosa que el retraimiento de la economía lo que
acabará generando aún más desempleo y al fin y a la postre más recesión. Ante
esta tesitura suele exponerse que dicha merma se verá compensada con el
incremento de las exportaciones pero, nuevamente la realidad se trastoca en tal
sentido ya que, aunque esto pueda representar una aportación importante al
crecimiento, por lo general sus efectos recaen favorablemente solo en sectores
reducidos de la población con lo que su repercusión real sobre el conjunto de
la misma es en absoluto suficiente para compensar un retraimiento del consumo
interno de extraordinarias proporciones como es el caso. No hay mayor ejemplo
de ello si comparamos el caso alemán que a pesar de mantenerse como tercer
exportador mundial su crecimiento interno ha sido apenas del 1.1
% durante la última década, el mismo que el de Francia con un volumen
de exportaciones muy inferior al alemán. Precisamente, en el caso de
Alemania, esta ha caído en sus exportaciones desde el 1º. al 3º. puesto en solo
2 años debido al retraimiento en el consumo de sus clientes receptores,
mayoritariamente sus vecinos europeos aunque, por otro lado, se esté viendo
favorecida en los últimos tiempos al ser tomada como valor refugio por los
mercados financieros.
Pero, en cualquier caso, tampoco es el motivo de este artículo enredarse en la
frialdad de datos macroeconómicos sino, como decíamos antes, entender la
persistencia de un modelo político-económico que, a pesar de los
fracasos cosechados desde el inicio real de la crisis hace ya 5 años con la
caída de las subprime
en EE.UU., insisten una y otra vez en el mismo. Llegados entonces hasta tal
extremo, solo es posible inclinarse ante la evidencia de que lo que estamos presenciando
es el desmantelamiento de un modelo social basado en la solidaridad y el bien
común, el Estado del Bienestar, por otro donde la libertad individual habrá de
primar sobre el primero. Es decir, ante el estrepitoso fracaso de las políticas
macroeconómicas que se están llevando a cabo en la UE, particularmente en la
zona euro, y que se están cebando especialmente sobre las clases medias,
trabajadoras y más desfavorecidas del arco social en beneficio de una ínfima
pero dominante clase alta –ese 1% vs. 99 % que denuncian multitud de
movimientos por todo el mundo-, solo cabe pensar en un comportamiento de
altísimo contenido ideológico dispuesto hasta sus últimas consecuencias.
El diccionario de la RAE define el concepto “sociedad”
como la “Agrupación natural o pactada de
personas, que constituyen unidad distinta de cada uno de sus individuos, con el
fin de cumplir, mediante la mutua cooperación, todos o alguno de los fines de
la vida”. A la vista de cómo viene desenvolviéndose todo nuestro entorno
durante las últimas décadas y, especialmente desde mediados de los 90, tal
definición poco o nada parece asemejarse a nuestra realidad cotidiana del día a
día, menos aún, si nos aventuramos como exploradores un poco más allá del
mismo. Como decíamos en el párrafo anterior la mera observación de la evolución
del paisaje social de lo que hemos dado en llamar el mundo súper-desarrollado ha trastocado completamente el concepto y,
efectivamente, un 1 % de su población se ha convertido en un pesado yugo para
el 99 % restante. Tanto es así que es difícil entender, tras el acaparamiento
por esa centésima parte de la mayor cantidad de riqueza jamás soñada, que
persista en su ensañamiento con todo el resto de la población de no ser por esa
condición pseudo-fascista que resulta de la erótica del poder. Por su parte la
clase política ha sucumbido al mismo apelativo víctima de sus incapacidades y
de la manipuladora entronización de sus cargos por parte de aquellos que la utilizan
como mera pastora de lo que consideran su rebaño.
Tendremos tiempo de apostillar las razones y
precedentes históricos de este debacle pero, por el momento, nos quedamos los
dos grandes perdedores hasta ahora de tal batalla, por una parte el pueblo mayoritario
y de otra la democracia como garante de su libertad. Hasta ahora…
En efecto, estamos metidos en un régimen fascista. Antes disimulaban. Ahora se quitan la máscara y nos enseñan el lado más oscuro del capitalismo.
ResponderEliminarEsta situación desembocará en revueltas, sí o sí. Según tengo entendido y me han dicho, algunos militares, Guardia Civil, bomberos, etc., se están pasando al bando de los protestantes, lo que deja a los políticos y financieros en tierra de nadie. Pueden imponer las medidas que quieran, pero si no tienen el apoyo de nadie, perderán el control y se verán con los traseros en la calle antes de lo que canta un gallo. El problema es lo que vendrá después, si en España ocurre lo mismo que en Egipto y el ejército utiliza esto como pretexto para tomar el poder y, acto seguido, aferrarse a él enconadamente.
ResponderEliminar¿Qué pasará? Creo que me tengo que comprar un espejo mágico.
Gracias a ambos.
ResponderEliminarLa demcoracia está en juego y eso es indudable. Es más, poco o muy poco queda de ella cuando el gobierno no deja de ser una marioenta de terceros. Probablemente cuando pase el verano y las cifras de desempleados aumenten de manera sensible y el número de familias sin un solo ingreso lo haga del mismo modo, será cuando estaremos en riesgo de que se produzca un verdadero estallido social.
Por lo que respecta a los militares, afortunadamente, si de algo podemos vanagloriarnos desde la restauración de la democracia y las intentonas golpistas de principios de los 80 es que el ejército ha cambiado radicalmente en toda su estructura y organigrama. Hoy, un militar, es un funcionario público como otro cualquiera con un horario definido que cuando termina su jornada laboral se amrcha a casa sin más. No quita que pueda ver auténticos hooligans como en cualquier otro medio pero es muy dificil pensar que un ejército profesional en Europa occidental vaya a profesar ninguna asonada como en otros tiempos.
Saludos
Has dado con la clave... Hundido!!!!
ResponderEliminarEl pueblo-el bienestar social-la democracia y la clase media.
Toma medidas!!!
A punto està la revuelta...