martes, 24 de julio de 2012

¿De obligado cumplimiento? (IV) De entonces a ahora.

Richard Nixon
 El 15 de Agosto de 1971 el presidente Richard Nixon, acuciado por las deudas generadas en la administración norteamericana dados los enormes gastos de la guerra de Vietnam, decidió desligar el dólar del patrón oro.  Las consecuencias de esta acción trajo importantes repercusiones para la economía mundial generando un periodo inflacionario  que traería de cabeza los principales focos económicos de todo el planeta y que incluso, a juicio de algunos, podría haber sido el precedente más lejano de la crisis actual por cuánto ni siquiera los EE.UU. tendrían capacidad suficiente para respaldar con su moneda las finanzas del resto del mundo desarrollado, una vez convertida ésta en la divisa de referencia internacional. Si a esto añadimos la decisión de los países árabes a través de la OPEP, dos años más tarde, de cuadruplicar en solo unos meses los precios del barril de petróleo -a la vez que reducían su producción-, la concatenación de ambos sucesos provocó una extraordinaria crisis en la industria mundial al verse encarecidas las materias primas por un lado y por otro padecer las secuelas de las diferentes devaluaciones que venía soportando el dólar. Sin duda, en el caso del petróleo parecieron ser elementos determinantes para este exagerado incremento de precios, por una parte en lo político, el eterno conflicto árabe-israelí y de otra las diferentes nacionalizaciones de su industria extractora, al pasar a manos su gestión de sus respectivos países tras las expropiaciones a las compañías multinacionales que, hasta ese momento, habían venido controlando el mercado.

Sede de la OPEP en Viena
La situación de crisis generalizada abarcó todas las regiones del planeta, pero tuvo  especial  incidencia tanto en Europa como en EE.UU. con el añadido de las deficientes actuaciones de los organismos internacionales. Quizá el caso más relevante sea el del FMI que ahogó de tal manera a Sudamérica –un continente ya de por si castigado por su convulsa situación política-, que solo cuando los nuevos gobiernos renunciaron a las medidas exigidas por el mismo, a finales de la década de los 80, pudieron recobrar la luz para el afloramiento de sus economías. No fue hasta el principio de esa misma década con la explotación de nuevos yacimientos en otras regiones del mundo, Golfo de México, Mar del Norte, Alaska, etc. cuando pudo ponerse freno a las continuas subidas de precios del barril de petróleo, permitiendo un abaratamiento en los costes lo que unido a la incorporación de las nuevas tecnologías acabaría restableciendo la economía de los diferentes países europeos. No obstante la producción industrial en esta zona del mundo jamás volvería a recuperarse  -con duras repercusiones en el desempleo-,  desplazándose los focos de producción al este asiático o a los países del tercer mundo, buscando mano de obra mucho más barata y legislaciones muchos más flexibles. Tal hueco vendría a ocuparlo una trepidante, opulenta y siempre insatisfecha industria financiera que empezó a generar nuevos productos cada vez menos rigurosos y con un mínimo control por parte de las autoridades responsables.
 Pero, en lo político o más certeramente, en el ideario político que revitalizó la Europa de la posguerra y la condujo a una etapa de recuperación económica y desarrollo social sin precedentes, la crisis de los 70 provocó un cambio más que sensible  en el mismo al poner en duda sus planteamientos tras la recesión sufrida en ese tiempo. Es entonces cuando empieza a ponerse en entredicho el modelo keynesiano y aparecen nuevos pensadores que recobran las doctrinas de la economía clásica aunque en un modo más radicalizado al que se acabará denominando “neoliberalismo” y del que probablemente sea su mejor exponente en esos momentos y que más ha trascendido desde entonces, la figura del economista norteamericano Milton Friedman.  Probablemente no haya un documento que mejor resuma el ideario neoliberal que el llamado Consenso de Washington, que difundido en primer lugar hacia Sudamérica acabaría convirtiéndose en una especie de “catecismo” de la política global en las postrimerías del SXX y los albores del SXXI. En lo básico se trata de la desaparición del concepto de sociedad como el resultado del colectivo de individuos que la forman solidariamente para su desarrollo y en pos del bien común, por el de la suma de los individuos que la constituyen, priorizando el carácter individual de cada uno de los mismos por encima del bien del colectivo.
Margaret Tatcher
Un cambio absolutamente radical en la manera de entender el modelo social construido tras la  Segunda Guerra Mundial de los que sus primeros exponentes políticos más significativos serán Margaret Tatcher y Ronald Reagan. La política de Reagan se basó, prácticamente, en la paulatina reducción de impuestos a las clases altas y el enorme déficit público generado por el volumen de sus gastos militares. Por su parte el “tatcherismo” representó un nuevo modelo de gobierno en una nación europea en la segunda mitad del SXX. La conocida como “Dama de hierro”, llegó al poder en 1979 en medio de un estado realmente mermado económicamente por  la crisis del petróleo, la errática situación de los EE.UU. y toda una ola de conflictos sociales en su país. Desde el principio de su mandato se activaron medidas para disminuir el déficit público lo que contribuiría todavía más al incremento del desempleo  y a un fuerte deterioro de las ayudas sociales a las familias cuando más lo necesitaban. Sin embargo, a mediados de los 80 la economía británica empezó a dar signos de recuperación consecuencia de los fuertes gravámenes al cada vez más generoso petróleo del Mar del Norte y la incipiente recuperación de sus vecinos centroeuropeos. Su carácter y el hecho de ser la primera y única mujer hasta ahora que ha alcanzado tal posición en la administración británica y, como no la Guerra de las Malvinas por aquello del espíritu patriótico, ha hecho que muchos de sus incondicionales la elevaran casi a la categoría de mito al cabo de sus once años al frente de la política de su país. Sin embargo, la frialdad de los datos nos demuestra que el thatcherismo, por si solo, poco repercutió en la débil situación económica del Reino Unido, perjudicó –beneficiando por el contrario a las clases más altas-,  a los más débiles conduciéndoles a situaciones altamente dramáticas y acabó destruyendo cientos de miles de puestos de trabajo que nunca volverían a recuperarse.  Amén de sus difíciles relaciones con la Comunidad Europea, fiel hasta el final a sus ideas Margaret Tatcher se vio obligada a dimitir como primera ministra en 1990, a instancias de su propio partido por el perjuicio y la nueva ola de agitación social que había provocado el poner en marcha un impuesto tan impopular como el “poll tax”  que todos los ciudadanos, independientemente de su clase y condición estaban obligados a pagar en la misma medida y cantidad.

M. Tatcher y R. Reagan probablemente se quedaron muy lejos de sus objetivos, y aunque los beneficios que pudieron llevar a una clase más adinerada, en absoluto, compensó la pérdida de los mismos para la mayor parte de las clases trabajadoras, acabaron sentando las bases de un nuevo modelo económico que, apoyado en la reducción de la cargas fiscales y la desregulación de los sistemas financieros e industriales, les facilitaría a esa misma clase dominante un poder casi  ilimitado con el que acabarían marcando la pauta en el futuro más inmediato. Así, tras la caída del Muro de Berlín en 1989 y el derrumbe del Telón de Acero se abría un nuevo e inmenso terreno por cautivar y explotar. El sentimiento de euforia que desató la caída del imperio soviético y con él el fin de la Guerra Fría y del retraimiento que ella había llevado consigo en todos los órdenes, arrojó a la industria a un desaforado impulso por  conquistar nuevos mercados en el sentido más excesivo de la expresión. Además la práctica liberalización de las trabas para el comercio exterior se extendió a todo el orbe y con la irrupción en el panorama mundial de un
gigante dormido, China, aún sosteniéndose en lo político como una dictadura feroz y sangrienta, abrió el camino a la globalización de manera total. Un modelo de globalización mal entendido por cuanto la deslocalización de la industria no vino a cumplimentar en forma debida el desarrollo de todo el conjunto sino que mientras ponía en alza a los nuevos intervinientes en la escena de los medios de producción, una nueva industria financiera, ávida de gloria, irrumpía de forma desaforada en todo occidente para crear una gigantesca ficción que solaparía en principio las deficiencias del nuevo modelo económico.
Efectivamente, la falta de liquidez real consecuencia de la continua moderación de las rentas del trabajo en los países, hasta ese entonces más desarrollados, fue compensada con la promoción de créditos fáciles a bajos tipos de interés con la intención de sostener el consumo de bienes y servicios, la única vía que parecía posible para poder seguir sosteniendo el nivel de crecimiento. Lo que acabó sobrepasando con creces la capacidad de endeudamiento tanto de las entidades financieras víctimas de su propia avaricia al embaucar a millones de personas a la consecución de dichos créditos, como de estas mismas, damnificadas en su caso por su propia ingenuidad y en la absurda creencia -promovida por una industria del marketing casi lasciva-, que la acumulación de riquezas les conformaría un mayor grado de felicidad. Los atentados del 11S de 2001 ralentizaron en un principio tales desatinos pero no terminaron de desacelerar el proceso a pesar de la aparición de un nuevo enemigo global, aunque esta vez casi invisible –el fundamentalismo islamista-, quizá por un ansia especulativa sin límites. Hasta que en 2007 las diferentes burbujas financieras e inmobiliarias que le daban sustento estallaron, una vez más desde EE.UU. tal y como ocurriera en 1929 tras los Felices 20, y dieron lugar a la crisis actual, de proporciones aún inimaginables, al haberse contagiado todo el sistema.
Logotipo de la Comisión Europea
La política había quedado relegada a un segundo plano, tanto es así que incluso los antiguos partidos socialdemócratas, víctimas igualmente de esa misma embriaguez, abandonaron buena parte de sus tesis para reconvertirse a una especie de socio-liberalismo, auspiciado de forma especial por las figuras de Tony Blair en el R.U. y Gerhard Schröder en Alemania en lo que ellos mismos denominaron la Tercera Vía. Esto acabó desplazando todo el eje político a la derecha más liberal lo que trajo consigo más desregulaciones y menos control de las instituciones a la economía financiera. Del mismo modo, la propia Unión Europea, enredada en esa misma vorágine, en vez de plantear como primer paso para su consolidación definitiva, la unión política y fiscal, prefirió primero la unión monetaria para favorecer la expansión de sus empresas, lo que ha venido a quedar sensiblemente claro fue un error mayúsculo ante la nula efectividad del sistema comunitario para afrontar la crisis. Una crisis de la que no está exenta de responsabilidad por cuanto permitió toda clase de excesos a los actores más influyentes de su propia comunidad financiera.
Los catastróficos resultados de todos estos avatares quedan hoy a la vista pero, por el contrario de lo que se viene repitiendo, de forma machacona, desde las cúpulas del poder, en especial de la denostada clase política, sí que hay otras formas de actuar frente a esta manera de entender la economía y la propia política. Que las normas establecidas, ni estas ni cualquier otras, no tienen porqué ser únicas y menos aún “de obligado cumplimiento”. La historia reciente del SXX lo demuestra y solo es preciso para ello tener la voluntad necesaria para acometer otras políticas distintas –aún adaptándolas a los tiempos-, que dieron sus frutos en momentos muy difíciles para las diferentes sociedades que los padecieron, tal como ocurriera con la reconstrucción europea tras la 2ª. Guerra Mundial. La ortodoxia liberal solo ha acabado trayendo, después de breves momentos de expansión incontrolada, todo cúmulo de desgracias a la mayor parte de la población a lo largo de los últimos 100 años. Es la hora de la política con mayúsculas y de dar respuestas sobre una base sólida y eficaz a los ciudadanos que son al fin y a la postre, los que está sufriendo las durísimas consecuencias de la cruel insensibilidad de unos pocos  y de la ineficiencia de sus representantes, en los que –aunque parezcan estos olvidarlo continuamente-, depositaron su confianza para representarles.

3 comentarios:

  1. Ya ves si el mundo va mal, que hasta a la funesta Tacher le hacen una película para glorificarla. En términos de Orwell, 'el ministerio de la verdad (que siempre mentía) hace bien su trabajo'.

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  2. Analizando la historia, observo que se cometen errores sin parar (uno de los más graves, en mi opinión, fue el de desligar el dinero del oro). Se prioriza el presente y se sacrifica el futuro, independientemente de que los castillos de naipes afloren por doquier; tratan de aplicar parches endebles a un sistema que hace aguas por todas partes. Y, lógicamente, favoreciendo la circulación de dinero sin límites, se está favoreciendo la multiplicación de los especuladores, lo que nos lleva al punto actual. Empresas inhumanas, gobiernos ajenos y un pueblo mesmerizado por el consumismo y engañado por los medios de comunicación; tres ingredientes de oro para un mundo tan desdichado como el rey Midas.

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  3. No puedo hacer otra cosa que agradecer vuestra continuidad siguiendo este chorro de versos y este deambular por la historia. Me gustaría deciros que, desde mi modestia y humildad fue así como entendí la creación de este blog como un instrumento para, desde la veracidad de los hechos consumados, aportar algo de realidad a toda esta gigantesca manipulación informativa que desde determinados medios y conductos oficialistas han hecho creer a mucha gente que, ante la duras adversidades que estamos viviendo, nada es inmutable. Que el "estoy es lo que hay" o "no se peude hacer otra cosa" es rigurosamente falso y no hay existe otro camino mejor que la propia historia para demostrarlo.

    Gracias por seguir ahí y, perdón por quizas ser excesivamente tedioso y extenso pero no veo otra forma de, en la medida de lo posible, aportar mi granito de arena en pos de la verdad y de que una vez por todas la sociedad, el pueblo,la gente reaccione para evitar que todo aquello por lo que muchos luchamos para disfrutar de un mundo mejor, la avaricia de unos pocos acabe dando al traste con él.

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