sábado, 6 de octubre de 2012

Regreso... al pasado

A mi nunca me gustó Zapatero. Esto, dicho hoy, resulta tarea fácil para cualquier persona medianamente avezada pero, tras su llegada a la secretaría general del PSOE en 2000 -aunque no empezará a adquirir cierta notoriedad hasta 2003 a raíz del “No a la guerra”, el movimiento que intentaba parar la invasión de Irak-, no resultaba fácil imaginar que su credo político traería tan calamitosos resultados para su partido con el transcurso del tiempo. Fue precisamente a raíz de ese suceso, la guerra de Irak, cuando empezó a advertirse su pobre oratoria, sobre todo en un caso tan flagrante como aquel, en el que cualquier político de altura hubiera apabullado al presidente Aznar, ante tamaño dislate militarista. Pero la evidencia y el tamaño de semejante insensatez era tan manifiesto que poco o nada necesitó para tener mayor relevancia gracias a ese más del 90 % de la población que, según el propio gobierno del PP, se manifestaba abiertamente en contra de la postura de su presidente como embajador e instigador del conflicto.

Después, es muy probable que la magnitud de los atentados del 11M de 2004, con ellos las secuelas de la guerra y la desastrosa gestión del gobierno popular de los mismos, combinarían en un cóctel que acabaría dando la vuelta a las encuestas cara a los comicios inmediatamente posteriores y que acabaron colocando al frente del gobierno a José Luís Rodriguez Zapatero. Fue a los pocos días cuando, los que hemos seguido durante tantos años la trayectoria del PSOE nos dimos cuenta que aquel hombre no traería nada bueno para la socialdemocracia. Efectivamente, incluir en su gobierno como Vicepresidente y Ministro de Economía y Hacienda a Pedro Solbes -un liberal con traje socialdemócrata al que ya se le habían visto sus intenciones durante su anterior etapa como ministro en el último gobierno de Felipe González-, le proporcionó subirse a lomos de una burbuja inmobiliaria de proporciones colosales que había comenzado a edificarse con la Ley del suelo de 1998. Así alcanzó su máxima dimensión aquella locura hasta que el castillo de naipes empezó a resquebrajarse en 2007 en EE.UU y desmoronarse por completo un año más tarde en todo el mundo.

Ya por aquel entonces advertía a un inestimable amigo que empezaba a ocupar puestos de relevancia en el partido -hoy es su actual líder local-, que el PSOE necesitaba, de forma imperiosa, recobrar la senda de la socialdemocracia, por numerosas cuestiones de identidad, pero sobre todo al objeto de revertir un modelo económico, político y social basado en el consumo desmedido mediante la ficción crediticia, donde la economía productiva había casi desaparecido a favor de la economía especulativa, que se había apoderado del panorama nacional e internacional a finales del siglo pasado y que era capaz de llevar a buena parte de la sociedad a la más absoluta ruina. Y que, además, ese socio-liberalismo, “la Tercera o Nueva Vía”, tal como se le llamó en España, estaba empujando cada vez más a la derecha política a los partidos más conservadores, al verse desplazados, en buena medida, de su espacio natural. Es decir, el eje político imperante en Europa occidental desde el fin de la 2ª. Guerra Mundial se estaba desplazando tan a la derecha que estaban empezando a tambalearse todas las conquistas sociales que tanto la socialdemocracia como la democracia cristiana clásica habían logrado desde entonces y que salvo, en los casos de España y Portugal con sendas dictaduras hasta el último cuarto de siglo, había representado un modelo, hasta ese momento y aún sus imperfecciones, ejemplar en la historia.

Tras esta larga introducción y acercándonos ahora a la actualidad más reciente, hace ya algún tiempo, cuando deje de confiar en el partido socialista, le recordé a mi buen amigo que si no hacían algo bien y pronto, toda esta larga cadena de despropósitos podrían acabar de muy mala manera, por no decir rematadamente mal, para el conjunto de la sociedad. La derecha política, cada vez más reaccionaria, acabaría embaucando con facilidad al pueblo a base de figuras retóricas, la crisis le facilitaría el camino para hacerse con un poder inusitado lo que le permitiría minimizar a su más ridícula expresión el Estado del Bienestar en favor de la industria privada para después, sin siquiera darnos cuenta, acabar liquidando la democracia. Sería el fatal resultado de aquel “esto tendrá que reventar por algún sitio” que, de forma machacona veníamos oyendo desde hacía muchos años entre la gente.

Hoy y tal como predijeron muchos, estamos viviendo un escenario cada vez más preocupante: el asalto a las estructuras básicas de un Estado del Bienestar que nunca llegó a desarrollarse debidamente en España y algo tan dramático para la libertad y la democracia como es la voz del pueblo soberano puesta en entredicho por quienes tuvieron la confianza del mismo. Gobernar a golpe de decreto, sin posibilidad de debate ante la cámara de representantes del pueblo, por mucha mayoría que se disponga no es, precisamente, ejemplo de democracia. Ni tampoco lo es poner en entredicho el derecho a que el pueblo pueda hacer oír su voz ante las instituciones del Estado tal y como se ha atrevido a decir la delegada del gobierno en Madrid, tras la manifestación del 25S pasado. Poner toda la industria mediática a su disposición para desviar la atención de los motivos de fondo de estos movimientos sociales, con argumentos tan absurdos como que los manifestantes pudieran derribar el gobierno por la fuerza o tan peregrinos como que estos son manipulados por no sabemos que fuerzas ocultas, nos hacen rememorar los tiempos del franquismo cuando cualquier declaración crítica al régimen era interpretada maliciosamente como un atentado a la patria escenificándose a si mismo como “el guardián de occidente”, centinela y salvaguarda de los valores del nacional-catolicismo.

Entre medias el incumplimiento sistemático de un programa electoral por un gobierno formado y con experiencia más que suficiente, argumentando como pretexto la herencia recibida del gobierno anterior en lo referente al déficit anunciado, cuando el motivo de ello es el resultado de los quebrantos perpetrados desde algunas de las Comunidades Autónomas gobernadas desde hace años por su propio partido, raya en lo impúdico para una sociedad democrática y en especial para su propio electorado. Sin que, además, tenga los arrojos suficientes para solicitar el aval de los ciudadanos mediante un más que justificable plebiscito tal como se hiciera en su día, en el caso del referéndum sobre la entrada de España en la OTAN, una vez cambió de criterio el gobierno de Felipe González, tras su llegada al poder y ante un tema de tal trascendencia para el país.

Las pretensiones de un sorprendente Alberto R. Gallardón en temas como el aborto o la cadena perpetua; el cuestionamiento continuo del estado de las autonomías desde altas instancias del PP, en beneficio de las denostadas Diputaciones Provinciales que no son fruto de la elección directa de los ciudadanos; las declaraciones del mismísimo Presidente del Gobierno, allende de nuestros mares, exorcizando a los que se manifiestan en las calles o la eliminación de sus salarios a los diputados de Castilla la Mancha, por cuenta de la Sra. Cospedal, en un parecido intento por rememorar también aquellas Cortes franquistas en las que la flor y nata de la plutocracia española campaba a sus anchas sin que nunca se supiera a ciencia cierta cual era su cometido, están poniendo contra las cuerdas un sistema democrático que, no tras muchas dificultades -entre ellas los numerosos intentos de asonadas militares-, pudo imponerse bordeando cuantos obstáculos se le fueron interponiendo tras la muerte del general Franco.

Incluso las airadas declaraciones del portavoz adjunto del PP en relación al ,quizá fuera de lugar, comentario del Juez de la Audiencia Nacional, que en el auto que exime de delito a los detenidos por el 25S en la forma que pretendía el Ministerio del Interior, añade que tales movilizaciones sean consecuencia también de la “convenida decadencia de la denominada clase política”, acaban desacreditándose por si mismas y no vienen más que reafirmar unas tesis que parecen poner vez cada vez en más evidencia el malestar de la ciudadanía con dicha casta tal y como reiteran una y otra vez las encuestas desde hace años-.

El cariz que vienen tomando los acontecimientos conforme se derrumba de forma artificial e interesada, todo un modelo económico, político y social en el que había fundado el pueblo -varias décadas atrás-, enormes esperanzas, la incapacidad de los principales líderes políticos para hacer frente a la situación y, lo que si cabe es peor aún, su tremenda resistencia a ejercer una acción auto-crítica seria sobre si mismos que les devuelva la confianza ante los ciudadanos, esta haciendo tambalear los cimientos de la democracia, en especial una democracia con tan poco recorrido histórico como la española.

Esperemos no tengamos que volver a manifestarnos después de tantos años para reclamar, otra vez y precisamente, ese mismo derecho.

4 comentarios:

  1. Amigo Felipe, creo que uno de los grandes problemas de la situación actual proviene de la ruptura de una separación de poderes que no quedó bien estructurada desde el principio. La politización de las más altas cámaras judiciales lleva años y años permitiendo toda clase de abusos, corruptelas y favoritismos.
    España necesita una "auditoria externa". En primer lugar bancaria, de donde salen las financiaciaciones de los dos grandes partidos y desde donde se esconden las vergüenzas de un país que ha permitido demasiada corrupción.

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    1. Por supuesto que en España,a mi juicio por una dificultosísima transición política de la dictadura a la democracia, siempre ha quedado por hacer dicha separación de poderes. Quizá el que la alta carrera judicial estuviera en España, tradicionalmente, representada por personas muy afines a la derecha más reaccionaria, hizo que los partidos tomaran parte en la elección de sus cargos más representativos. Pero los tiempos cambian y hace ya mucho, demasiado tiempo, que dichos cargos deberían ser fruto de la propia carrera.

      De ahí, es cierto, que pueda venir toda esa permisividad ante el alto grado de corrupción y, lo que es más si cabe, la desnaturalización de la vida pública. Todos lo vemos todos los días a tenor de sus actuaciones y sus declaraciones, el desapego tan extraordinario entre la casta política y una ciudadanía que ni siquiera la reconoce, incluso en casos de los que un día fueron personas cercanas a la misma.

      Probablemente, ahí es donde empezó a sugir el problema que vino a agrandarse con su supeditación al poder del dinero -quizá el caso más representativo el modelo de financión de los propios partidos-, y unas praxis y dogmas equivocados frutos de esa misma perfidia.

      Ahora es verdaderamente cuando se precisa de la politica, de la POLITICA con mayusculas, que se libere de su esclavitud ante ese inmenso poder terreno que ha hecho del dinero el fin de todas las cosas y se ponga, de una vez por todas, al servicio del pueblo.

      Un saludo Adrián y gracias por comentar.

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  2. Que tenemos una clase política empantanada en corruptelas infinitas es innegable, y que son dirigentes que España no se merece también, pero el pueblo sí se merece a estos personajes de cuento circense, porque el pueblo les ha votado y ha permitido sus atropellos cuando las cosas iban aparentemente bien (en una época en la que la burbuja inmobiliaria convenía a todos los participantes).

    Ahora el "virus" se ha enquistado y su extracción será mucho más dolorosa -y necesaria-, pero precisamente es esta la oportunidad ideal para redoblar esfuerzos y multiplicar las manifestaciones contra la enfermiza mentalidad de los pro-capitalistas reaccionarios.

    En esta crisis inventada, fundamentada en el acoso a las naciones para sufragar los caprichos de unos maleantes financieros, se le están viendo las costuras a la "democracia", que funciona como una pseudodictadura de facto. Millones y millones de euros públicos destinados a tapar agujeros de la especulación privada, mientras los derechos fundamentales se recortan y se le exige sacrificio a la gente... Me parece un chiste de mal gusto, una falta de respeto, que lógicamente no durará para siempre.

    Por la propia física de las cosas, esta actitud gubernamental llevará a su inmediata deposición con el tiempo; lo que decía la señorita Cifuentes, por ejemplo, me parece surrealista. Eso o, por una vez, los "políticos de bien" dan la cara y toman las riendas de esta nación sustraída.

    Hay un futuro esperando más allá, pero por la senda de la mentira solo obtendremos espejismos.

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    1. Por eso pienso, Oscar, que es la hora de la política de verdad. El momento en que surjan nuevos políticos que liberen de sus cadenas a la política con minúsculas supeditada al poder establecido.

      Las movilizaciones populares van in crescendo superlativamente por lo largo y ancho, no solo de España sino de todos los países de nuestro entorno y necesariamente, obligatoriamente, tienen que aparecer personas con la capacidad de liderazgo suficiente para enderezar este modelo de sociedad que va acabar con todos esos derechos que tanto nos conquistó lograr, con la democracia y con la libertad.

      Y lo que es sumamente importante sepa la sociedad entera vertebrar un modelo que ponga contra las cuerdas y evite -o al menos propicie un marco regulador que lo intente-, todos los desatinos que llevan dándose en los últimos años.

      Aunque la utopía sea, como su propio nombre dice, inalcanzable, la perdida de ese objetivo del punto de mira de la humanidad puede arrastrarnos a un cruento final, donde ese 99 % de los seres humanos quede esclavizado por el 0.01 % restante.

      Un saludo.

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