sábado, 17 de noviembre de 2012

El día después

Pasó la huelga general del pasado miércoles y si algo merece la pena constatar es que su incidencia cara al gran público y nos referimos con ello a los efectos del comercio en el casco de las ciudades, apenas si tiene incidencia, mientras es en los polígonos industriales y en determinados sectores públicos donde la huelga deja su mayor impronta. Pero lo que verdaderamente resulta harto significativo es que, a primera vista y ante el dispendio de datos que se barajan en estos casos, el número de personas que asisten a las manifestaciones convocadas al mismo efecto sigue in crescendo. Aunque bastaría solo con que los casi 6 millones de parados salieran a la calle para que las mismas fueran un absoluto éxito.

Los motivos por los que la gente si parece movilizarse acudiendo a las manifestaciones en detrimento de las huelgas generales, ya ha sido comentado en la mayor parte de los medios. El miedo, favorecido por la reforma laboral, su coste material, ante las necesidades existentes y el limitado poder de convocatoria de los sindicatos, consecuencia de su ganada mala imagen, hacen difícil que una huelga de estas características coseche mejores resultados. Pero, sin embargo, el marcado empeoramiento de la crisis, la nula percepción de un futuro esperanzador en el corto o medio plazo y, quiérase o no, los numerosos foros donde no solo se critica la gestión política sino que se aportan numerosas evidencias entorno a ese chantaje que se está cometiendo sobre el conjunto de la sociedad, en especial sobre sus clases medias y bajas, sí que promueven una asistencia mucho más mayoritaria a las manifestaciones, por cuanto no necesita un abandono expreso del puesto de trabajo.

El que su resultado se deje notar a la corta no es nada facil. De hecho el gobierno -como suele ocurrir en estos casos-, ya se ha apresurado a decir que, aún entendiendo el clamor popular se siente en la obligación de seguir cumpliendo “su programa”, tal y como le encomendaron las urnas. El problema, en este caso, se agrava cuando las actuaciones del mismo para nada se parecen a lo que se recogía en su programa y menos aún le encomendaron sus electores la destrucción sistemática de lo público, la merma de las condiciones laborales, el crecimiento desorbitado del desempleo, la dispensa de responsabilidades a los verdaderos causantes de la crisis, un futuro más que sombrío y nada esclarecedor y, en definitiva, hacer una clara dejación de sus funciones en detrimento del común de la ciudadanía y al servicio de los de siempre.

Lo hemos visto también esta misma semana cuando, tal como preveíamos en nuestro artículo anterior, el gobierno de Rajoy se ha subrogado, de forma casi literal, a lo dictado por la patronal bancaria entorno al dramático problema de los desahucios. Grave problema este para la democracia cuando esta misma es incapaz de sobreponer la voluntad popular a los manejos de unos pocos. En cualquier caso, parece que acabará siendo la calle, aún el riesgo que ello conlleva, la que tendrá que marcar el camino. Al fin y al cabo así es como el pueblo, desde la profundidad de los tiempos, ha conseguido sus mayores logros.

9 comentarios:

  1. Desaparecido cualquir atisbo de democracia, es el pueblo el que debe tomar las riendas, como, además se dice en la Constitución: gobierno del pueblo, para el pueblo.

    Un saludo

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  2. Sin duda, Juliana. Al contrario de lo que decía Fraga en sus tiempos de Ministro "la calle es mía", la calle es de los ciudadanos, del pueblo y, esperemos, tenga este la continuidad necesaria para revertir una situación que de no mediar remedio presenta un futuro más que dificil para el conjunto de la sociedad.

    Pero, queramos o no, nos guste o no, se hacen necesarios nuevos liderazgos que canalicen todo esto. El dívide y vencerás siempre reporta beneficios al poder y es, de hecho, lo que le mantiene.

    Un saludo.

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  3. Hay movilización, sigue siendo insuficiente, pero por lo menos hay movilización. Creo que la gente está paralizada por miedo debido a la situación laboral o miedo debido a la violencia de la policía en las manifestaciones. El sistema ejerce la fuerza, literalmente hablando, y contra esto hay que vencer el miedo y unirse en la lucha. Otra medida eficaz sería hacer huelga de consumo de gasolina. Los poderes públicas empezarían a temblar entonces.

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    1. De acuerdo Lorenzo. Las movilizaciones crecen y el número de personas que asisten a las mismas aumenta. Y esperemos, sería lo lógico conforme la situación se sigue deteriorando, que sigan creciendo. Ahora bien, también sería bueno canalizar otras acciones tal y como tu llevas tiempo diciendo.

      Es dificil, obviamente, si ya cuesta movilizar a la gente que, a la vez se ejecuten otras medidas capaces de ejercer la suficiente presión sobre la casta política para que efectue un giro en sus políticas. Pero, probablemente, una cosa lleve a la otra y si la población adquiere el sentido suficiente para participar, con mayor continuidad, en ls manifestaciones será más facil de practicar otras modalidades de protesta y presión.

      Un saludo.

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  4. Cada vez queda menos que perder, y eso en materia de manifestaciones populares es un incentivo como pocos. El gobierno es bien sabedor de esto, lo que me hace sospechar que todos los recortes son meras estratagemas para desencadenar una revuelta popular, quizá incluso en varios países a la vez. Aquí la idea es meternos de cabeza en un cisma europeo, en el que los países del sur, dominados por una nueva ola de fascismos, reniegan de los países del norte. Y eso acaba en guerra. Y la guerra es provechosa para unos pocos.

    Hay que leer entre líneas, y aquí acontecimientos fortuitos casi ni tienen cabida. Todo se reduce a un caldo de cultivo cocinado a fuego lento.

    Un saludo.

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  5. Exacto, Óscar, están buscando desencadenar una nueva guerra. Eso trae dos grandes ventajas: volverían a empezar (es decir, a hacer negocio con la reconstrucción) y desatascarían la saturación del consumo (la hinchazón del consumo volvería a empezar con un nuevo ciclo después de la guerra). Lo mires por donde lo mires, la guerra es la gran solución para las élites. Así lo han comprendido, y en ello están. Para esa gentuza que nos domina nosotros, la población, no somos más que fichas de dominó, parte de su juego de estrategias. Lo repito, nos gobierna la peor calaña, criminales en toda regla.

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  6. En una escena de "The International" (Tom Tykwer, 2009) película, aunque de ficción, inspirada en la quiebra de un banco, el BCCI, a principios de los 90, un alto directivo del banco se dirige a un militar africano invitándole a dar un golpe de estado en su país. Para ello podrá contar con toda la ayuda necesaria del banco, a lo que el sorprendido general responde que no puede aceptarla ya que, si resulta victorioso, no podrá su pueblo pagar semejante deuda. El directivo le contesta: "No se preocupe, hoy el negocio de la guerra no es ya la venta de armas, ni siquiera la reconstrucción después de la destrucción, sino en asegurarse el control del poder".

    Con esto os quiero decir que, aunque la historia manifiesta que lo que apuntáis en vuestros comentarios es cierto, es posible que hoy no sea necesario llegar a las ármas para someter a un pueblo y que eso genere pingues beneficios para unos pocos.

    Las arbitrariedades del Tratado de Versalles y la Gran Depresión fueron los principales caldos de cultivo para el desencadenamiento de la 2ª. Guerra Mundial. Pero no fueron los únicos. Otro de ellos fue la necesidad de dar salida a los fabricados alemanes que tenían limitadas sus exportaciones consecuencia del Tratado. Si Alemania erá "más grande", el número de potenciales consumidores sería también mucho más elevado, de ahí que una parte de la industria alemana se aliara con las demenciales ideas de Hitler para prestarle su apoyo. Y así infinidad de casos en que, probablemente la mayoría, en que hayan sido motivos económicos -aunque encubiertos de otras cuestiones, especialmente las religiosas-, los que han desencadenado una escalada de violencia de esta índole a lo largo de la historia.

    Hoy, el elemento diferenciador es la enorme capacidad de las multinacionales para actuar a su antojo y provocar, a lo más, el sonrojo de los gobiernos. Es dificil saber que ocurrirá en el medio plazo conforme la situación se siga degradando -lo que parece indudable a la vista de todos los indicadores y de la más cruda evidencia-, por lo que sería bueno que el pueblo, siendo consciente de todo esto, actuara en consecuencia, exigiendo contundentemente de sus representantes que actúen como tales y no al servicio de quienes les sostienen.

    De cualquiera de las dos maneras, con guerra o sin ella, de no obrar en consecuencia, el futuro es cada vez más sombrío para la inmensa mayoría de los ciudadanos.

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    1. Muy acertado comentario, Felipe. Ahora bien, te voy a exponer la situación como yo la veo: el que haya guerra o paz depende de un simple factor de equilibrio de intereses. Si interesa más, económicamente hablando, que haya guerra, habrá guerra; si interesa, por el contrario, que haya paz (porque esta produce más beneficios), entonces habrá paz; si aquí se quiere guerra y un poco más allá, paz; pues tendremos que el mundo se dividirá en zonas de paz y zonas de guerra. No les importa ni la vida ni la dignidad de las personas, solo se preocupan de lo que les reporta más dinero. Por eso si algún día les interesa que haya guerra en Europa, la habrá, que no te quepa de ello la menor duda. Lo único que decide la paz o la guerra en tal sitio es el mero cálculo de intereses.

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    2. Absolutamente de acuerdo Lorenzo.

      Con el modelo actual será el conjunto de la sociedad el que acabará perdiendo de cualquiera de las maneras pero, efectivamente, será una mera cuestión de previsiones económicas lo que haga que un conflicto bélico tenga o no tenga lugar.

      Un saludo




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