jueves, 22 de noviembre de 2012

Israel vs Palestina, el conflicto sin final. (I)

Podríamos decir que si bien la razón no la dilapida el tiempo si que es el tiempo el que acaba nublando su juicio. Esto, ni más ni menos, es lo que ocurre con un conflicto como el palestino-israelí, enquistado desde hace décadas y en el que han ido confluyendo diferentes cuestiones de orden político, regional, religiosas y, como no, económicas que lo han ido enturbiando cada vez más y con trágicos resultados, en un continuo intercambio de golpes en el que, en cualquier caso vence por goleada, por dramático que resulte el símil, la parte israelí.

El problema de Palestina se reduce, por mucho que pretenda tergiversarse, a una mera cuestión nacionalista, es decir se trata de la reclamación para si de unos territorios por parte de dos facciones étnicas diferenciadas. Todo lo demás han sido añadidos que, en base también a determinados intereses locales y de estrategia internacional han enmarañado la situación de tal manera que ha desviado la atención sobre la causa principal del conflicto. De hecho, aunque como vemos día sí y otro también, haya servido de poco, una vez finalizada la Guerra Fría, los EE.UU., principal valedor de Israel, ha denotado un mayor interés por la resolución del problema. Mientras, por otra parte en los últimos tiempos, algunos países árabes siguen utilizando el conflicto para ampliar su influencia desde el punto de vista del fundamentalismo islamista.

Las raíces del conflicto se remontan al SXIX, cuando al amparo de los movimientos nacionalistas que acabarán componiendo el mapa político europeo, aparece el sionismo, un movimiento de carácter laico que pretende dar cobijo y reagrupar a los judíos que se encuentran repartidos por todo el mundo, fruto de las sucesivas diásporas a lo largo de los tiempos, en las tierras de sus ancestros, “la Tierra Prometida” de Palestina. Un territorio que, en cualquier caso, no gozaba de división territorial alguna por cuanto desde hacía varios siglos era ocupado por el imperio otomano, con lo cual sus fronteras dificilmente podían establecerse.

A finales del SXIX, cuando las corrientes migratorias empiezan a coger auge consecuencia del movimiento sionista, la llamada “Aliyá”, la población judía de Palestina era de unas 25.000 personas por más de 500.000 árabes. La caída del Imperio Otomano tras su derrota en la 1ª. Guerra Mundial, trajo tras de sí la vigencia de la Declaración Balfour (1917), un documento extremadamente ambiguo que, por parte británica como administradora en esos momentos de dichos territorios, reconocía los derechos de los judíos sobre las tierras palestinas, aunque ni definía los límites de esta por una parte ni especificaba de forma clara el hecho recogido en el mismo sobre el reconocimiento a las comunidades “no judías” que estaban asentadas en dicho territorio desde tiempos remotos. Tras el fin de la guerra las potencias coloniales se acabaron repartiendo Oriente Medio de una forma tan aleatoria que acabaría sirviendo de mecha a toda una serie de posteriores conflictos que tendrían lugar décadas más tarde y en el que el petroleo, descubierto también a finales del SXIX en Oriente Medio, acabaría jugando un papel desestabilizador para la zona, muy al contrario de haber servido de un enriquecimiento global y justamente redistribuido en beneficio de toda la comunidad árabe.

Fue en el periodo de entreguerras cuando empezaron a producirse las primeras escaramuzas entre judíos recién llegados y los antiguos pobladores, mayoritariamente árabes. Si bien existiera un deseo de la comunidad internacional por la coexistencia pacífica de ambos pueblos o la partición legal del territorio, la presión de los poderosos e influyentes lobbies judíos norteamericanos fue, por una parte desacreditando la idea y por otra dotando de tal manera a los recién llegados que, con el uso de malas artes, iban marginando poco a poco y desalojando de sus tierras a los árabes palestinos.

Declaración del Estado de Israel, 1948
Así llegamos hasta 1947, cuando a través de la Resolución 181 de las Naciones Unidas se acuerda un plan para la partición de Palestina en dos estados. Sin embargo si bien la idea tiene cierto calado entre los judíos porque veían así la consecución de su añorado “hogar nacional”, las características del nuevo estado dividido en tres áreas separadas sin continuidad lo hacían casi inviable. Por su parte la comunidad árabe se opuso frontálmente por cuanto el reparto de los territorios no se había producido en una justa proporción conforme a la población existente de cada parte. Tanto es así que la Liga Árabe advirtió de inmediato que si el plan seguía adelante, actuaría con todos los medios a su alcance para evitarlo. Y así, el mismo día 15 de Mayo del año siguiente, cuando fue arriada la bandera británica que ponía fin al mandato de la potencia colonial sobre Palestina, ejércitos de algunos países árabes, Libano, Siria, Irak y Egipto, declararon la guerra al recién nacido Estado de Israel.

"(…) Porque Palestina no era en absoluto una tierra vacía de habitantes. Contaba con una veintena de ciudades y con cerca de ochocientos pueblos construidos de piedra. La mayor parte de la población vivía de la agricultura, pero en las ciudades se dedicaba al comercio y a la artesanía, algunos aseguraban el funcionamiento de la administración, otros ejercían profesiones liberales (...). Los palestinos, cristianos y musulmanes, formaban una comunidad viva y orgullosa que ya había cruzado el umbral de un renacimiento intelectual y nacional. Compartían y expresaban los valores culturales y políticos de las metrópolis árabes vecinas. Mantenían, desde siglos atrás, relaciones comerciales con Europa y estaban en contacto con los europeos llegados en peregrinación a Tierra Santa (…). En vísperas de la maniobra sionista, los palestinos estaban tan profundamente apegados a su tierra como cualquier población urbana o rural del mundo". Walid Jalidi

2 comentarios:

  1. Excelente entrega. Espero ansioso la segunda parte.

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    1. Gracias Lorenzo.

      En la segunda parte no voy a pormenorizar todos los detalles de la interminable serie de sucesos que se han ido dando desde la independencia israelí hasta hoy. Es una historia de sobra conocida y de la que se puede encontrar, facilmente, información detallada en internet. Una vez vistas las causas, entre ellas la desastrosa política colonial que colaboró activamente en el deterioro del problema, intentaré centrarme en las consecuencias de toda esa sucesión de acontecimientos y las necesarias alternativas a un problema que, por desgracia, parece interminable.

      Un saludo.

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