viernes, 18 de abril de 2014

Demagogia e inmigración (II)

En los últimos meses, vienen proliferándose numerosos intentos por parte de una prolífica, hambrienta y harapienta multitud por entrar en territorio español, a cualquier precio, especialmente a través de las fronteras de Ceuta y Melilla. Buena parte de los que se embarcan en esta epopeya, que en ocasiones acaba en tragedia, provienen de un vasto país asolado por las arenas del desierto en la región del Sahel, Malí. La República de Malí, es un país que delimita la inmensidad del océano sahariano con las llanuras inundadas del río Níger, donde anidan las fronteras de este. Sacudido por una historia devastadora de miseria y muerte, sequías, hambrunas, golpes militares, represiones sangrientas, etc., desde su independencia de Francia en 1959 y que ha llevado a situar a más de la mitad de la población por debajo del umbral de la pobreza, el pasado año Malí volvió a estar inmerso en una terrible guerra civil, en esta ocasión, auspiciada por grupos fundamentalistas islámicos que provocó el éxodo de millares de personas a los países vecinos, igualmente acuciados por el hambre en unas condiciones tan extremas como las de este. Valga este reportaje sobre el camino de la emigración maliense hacia el sur europeo y su desarrollo en imágenes para poder hacerse una idea de las terribles vicisitudes de la vida en ese país y su intento de huida de una muerte prematura.

Valla fronteriza de Ceuta y Melilla

Fueron también las dulces aguas del mar Mediterráneo, el otoño pasado, quienes protagonizarían una de las mayores tragedias de los últimos años. Lampedusa es una pequeña isla italiana, encuadrada geográficamente en África y a poco más de 100 km de la costa de Túnez, con solo una extensión de 20 km2 y una población de unos 5.000 hab. Con un paisaje extraordinariamente árido, carente incluso de agua, apenas si era conocida para el poco turismo que acomoda la isla hasta que, desde hace unos años, ha ido saltando a las páginas de las agencias de noticias europeas por ser la principal puerta de entrada a Europa de auténticas oleadas de inmigrantes ilegales que huyen del medio oriente y especialmente del drama del cuerno de África y sus adyacentes. El 2 de Octubre de 2013, una barcaza con más de 500 inmigrantes a bordo, procedentes en su mayoría de Eritrea y Somalia, se incendiaba a unos cientos de metros de la costa de la isla. Ante la, supuesta e indiferente, mirada de algunos barcos pesqueros circundantes perdían la vida cuatrocientos de sus ocupantes. 400 muertos más que venían a sumarse a los 8.000 -20.000, se estiman en el caso las costas de Canarias y Andalucía-, que han perdido la vida durante esa misma travesía en los últimos veinte años. Ante tamaña tragedia Giusi Nicolini, alcaldesa de la isla, estalló con una batería de valientes declaraciones contra el gobierno de la república y de la propia U.E. entre las que les preguntaba en voz alta “¿Cuán de grande ha de ser el cementerio de mi isla?”. Sin que, como vemos cada día, sirva ello tampoco de mucho.

Pero no es sólo África donde el drama de la emigración se revuelve contra la intransigencia de las leyes. El caso de los mejicanos en EE.UU. y el resto de su comunidad de origen latino es, cuanto menos, flagrante. En el gigantesco país más de 11 millones de personas residen y trabajan ilegalmente desde hace décadas, de ahí que la administración Obama se proponga –sin éxito hasta ahora-, legalizar una situación que de facto, de no ser así, no haría posible el sostenimiento de la sociedad norteamericana. Cientos de miles de personas siguen intentando cruzar cada año la frontera de río Grande de manera ilegal, en busca de mejores condiciones de vida, mientras se levantan más y más muros y vallas a ese lado de la misma.  Y así podríamos seguir recorriendo todo el planeta encontrándonos con este terrible choque de trenes conforme mayor es la distancia entre el primero y el tercer mundo o en líneas generales, entre el norte y el sur de este.

Valla en la frontera entre Méjico y y EE.UU.

Ahora y aun teniendo en cuenta la diferencia de magnitudes, en esta España nuestra sacudida por una crisis sistémica que parece ya interminable, mientras por un lado está viendo como su frontera sur sigue asolada por esa multitud desesperada a la que hacíamos mención en este artículo, también está sufriendo en sus carnes la huida masiva de sus jóvenes valores y de otros no tanto, que huyen del país en busca de la dignidad del trabajo.

Sin embargo, esa ola de ingratitud, miedos y demás vergüenzas que parece haberse adueñado de todo el mundo súper-desarrollado en ese desenfrenado afán de reportar a cambio de casi nada, está poniendo un futuro más que incierto también en el porvenir de los nuestros. En unos casos por la necesidad imperiosa de obtener un visado –labor cada vez más ardua en su caso-, y en general el rechazo al uso de las prestaciones sociales incluso a los propios ciudadanos europeos dentro del seno de la U.E. –y lo llaman “Unión Europea”, quién lo diría-, por parte de algunos gobiernos que está volviendo contra sí un modelo político y social, que ha quedado definitivamente supeditado a los intereses económicos de parte. Alemania y Bélgica, ya han tomado medidas en este sentido, mientras el Reino Unido, amenaza con otras similares que tomó ya, fuera del marco comunitario, Suiza. Lo que resulta especialmente llamativo, tratándose de países con bajos niveles de desempleo y donde, precisamente, los trabajos más básicos están ocupados por inmigrantes de otros países europeos. Como es el caso de los jóvenes universitarios españoles que podemos encontrar en cualquier país centroeuropeo limpiando mesas o tras la barra de cualquier bar aunque, eso sí, en la mayoría de los casos, con mejores condiciones laborales de las que disfrutarían en España en el mismísimo ejercicio su profesión.

En definitiva, difícilmente, podrá afrontarse un problema de magnitudes tales como el de la inmigración, sea esta ilegal o legal, como hemos visto en último extremo,  por una sociedad regida por la vanidad de unos pocos, el desprecio de otros tantos y la indiferencia de muchos.

“¿Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos? Ninguno. Todos respondemos: ‘yo no he sido, serán otros’. ¿Quién de nosotros ha llorado por la muerte de estos hermanos y hermanas, de todos aquellos que viajaban sobre las barcas, por las jóvenes madres que llevaban a sus hijos…? La ilusión por lo insignificante nos lleva hacia la indiferencia hacia los otros” (Papa Francisco sobre la tragedia de Lampedusa)


1 comentario:

  1. Es la consecuencia lógica de vivir en un régimen fascista. Se cometen asesinatos impunemente, estos asesinatos son por el racismo de los dirigentes.

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