domingo, 16 de noviembre de 2014

Mucho más allá del escándalo Monago

Ayer volvimos a presenciar un triste espectáculo en un programa de televisión con el presidente extremeño J. A. Monago defendiéndose –atacando-, como gato panza arriba en relación a sus frecuentes viajes a las islas Canarias con cargo al Senado, en su época como integrante de la Cámara Alta, ese cementerio de elefantes y estómagos agradecidos en lo que se ha convertido esta.

Lo peor de todo es que, fuera a lo que fuera, el Sr. Monago no tenía que justificar para nada el motivo de dichos viajes, tanto él como los miles de diputados y senadores que han venido integrando el conjunto del parlamento español desde el retorno de la democracia. Y que de eso el común del pueblo no se ha enterado hasta ahora después de más de tres décadas de sucesivas y sucesivas legislaturas.

“La política es el paraíso de los charlatanes”, decía Bernard Shaw y, a tenor de toda la sucesión de escándalos que se vienen sucediendo en las últimas semanas, de todos los acumulados estos últimos años y de su falta de respuesta por parte de la clase política de una manera firme y decidida para acabar con esa lacra, no parece más que venir a dar la razón al famoso escritor irlandés. Más aún si tomamos la acepción que el diccionario de la RAE del término al equipararlo con el de “embaucador”.

Porque no se puede entender de otra manera esta forma de hacer política cuando ha tenido que llegar la crisis más devastadora que ha sacudido la democracia española y europea desde la Gran Depresión, para mostrar a la ciudadanía tal grado de oscurantismo, perversiones y negligencia en la actividad pública, impropias de un régimen democrático. No es que todos los que hayan tomado la cosa pública puedan ser medidos por el mismo rasero  pero sí que se les puede acusar a su inmensa mayoría de colaboradores necesarios al mirar hacía otro lado ante tanto atropello.

España es una democracia joven que, todavía, es incapaz de renunciar en muchas de sus versiones a un pasado turbio y siniestro como lo fue el de la dictadura y de la que se heredaron vicios desterrados por otras democracias de mucho más rancio abolengo. La corrupción de mano de la política no es un fenómeno único en España, faltaría más, pero no es menos cierto que en los países de nuestro entorno sí que el que la hace la paga mientras que por estas tierras se eternizan la mayor parte de las causas en abrumadores e interminables procesos judiciales, tanto que a su resolución no aportan nada al saneamiento de las administraciones públicas.

La política, tanto en España como en la UE, ha quedado en el mejor de los casos reducida a meros gestores de la cuenta de explotación de la cosa pública y siguiendo el mantra neoliberal lejos de la política con mayúsculas como elemento desarrollador de la generación de riqueza a través del trabajo. Precisamente es en eso, en su calidad de administrador del erario público extremeño y los resultados de su gestión,  en lo que se ampara el presidente para avalarse a sí mismo ante la comunidad. Pero no, ahora no se le juzga ni siquiera por eso, por mucho de que la labor de Monago se centre en el control de las cuentas públicas y no aporte de forma contundente cualquier atisbo de prosperidad desde su competencia directa, limitándose a subvencionar la débil por casi imposible iniciativa privada.  Por que Monago sí que forma y ha formado parte de hecho de un sistema que, al contrario que otros países de nuestro entorno,  no exige de sus diputados y senadores que justifiquen en que se gastan el dinero de los ciudadanos cuando viajan a lo largo y ancho de la geografía española. Y además, a pesar de todo lo ocurrido, no parezca ni aún ahora resuelto a hacerlo.

Monago fue participe de este modelo y ni él, ni su partido, ni esos miles de parlamentarios que han ejercido como tal todos estos años, han hecho nada por cambiarlo aportando más sombras que luces cada vez que se trata de justificar sus gastos e incluso buena parte de sus ingresos. Han tenido que sucederse un escándalo tras otro para que tanto Monago como otros muchos políticos que llevan años participando de ello pretendan erigirse ahora como adalid de la transparencia pero sin echar la vista atrás ni con medidas categóricas para acabar de inmediato con esa lacra.

Sí que hacen falta caras nuevas y muchas  Dentro y fuera de los grandes partidos  Este modelo ha fracasado. Sus pocas luces se fueron apagando conforme la política en pos de las personas fue sustituida por la política de partido. Y no solo en España. Hoy estamos presenciando un nuevo y vergonzoso episodio en el mismo corazón de la Comisión Europea. Jean Claude Juncker,  además de uno de los padres de la “austeridad” en su anterior etapa como presidente del Eurogrupo y ahora recién elegido presidente de la Comisión, como primer ministro y ministro de finanzas de Luxemburgo -un paraíso fiscal dentro de la UE-, diseño un plan, a modo de ingeniería fiscal y financiera,  para que las grandes compañías transnacionales cotizaran un escuálido 1 % de sus beneficios en ese país, del total de sus beneficios obtenidos por sus actividades en todo el continente,  exonerándolas de ese modo de que lo hicieran allá donde ejercieran dicha actividad a unos tipos por encima del 25 % y con la pérdida de ingresos que ello representa para los demás países implicados en el asunto. A pesar de esto, de que esta situación era sobradamente conocida, de que los resultados de la austeridad de sus políticas entre los países de la Unión han resultado manifiestamente un fracaso, fue elegido para el cargo que actualmente desempeña gracias a los votos del grupo socialista y el grupo conservador de la Eurocámara. Solo el PSOE, dentro del grupo socialista, a instancias de Pedro Sánchez no apoyo su investidura, motivo este que casi le vale para ser crucificado por todo el aparataje mediático afín a la continuidad en lo más alto de la Unión Europea.

En definitiva Monago es culpable y víctima a la vez de un sistema elefantiásico creado a imagen y semejanza de los grandes partidos en beneficio propio que chantajea a sus emisarios y rinde cuentas ante las grandes empresas para el sostenimiento de ese modelo. De esta agotadora crisis solo se saldrá desde la política pero de la política para las personas y no desde la que da sostén a un sistema partidista que, hace ya mucho tiempo, se olvidó de a quién representa.

Por último, nunca sabremos si realmente ha sido, a tenor de lo que insinúa la rumorología, ese “fuego amigo” el que desde dentro de su propio partido, ha puesto contra las cuerdas al exsenador y ahora presidente del gobierno de Extremadura, José A. Monago, por aquello de ser su “verso suelto”. Pero de ser así, de una parte pondría en evidencia la calaña del Partido Popular y de otra al propio presidente por no advertirlo públicamente en ese ejercicio de transparencia del que tanto se jacta. “Cueste lo que cueste y caiga quien caiga”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario