domingo, 11 de enero de 2015

El futuro y lo políticamente incorrecto

Si hay algo que perturba por encima de la sucesión de descalabros que la ortodoxia capitalista ha provocado en los últimos años son las consecuencias que pueda devengar esta interminable crisis. Al margen de dimes y diretes sobre esos brotes verdes que rezuman de la verborrea oficial que, de cualquier manera es sabido que no se trasladarán al común de la ciudadanía hasta no se sabe cuando y si es que se diera el caso, reina esa sensación de que cualquier tiempo pasado fue mejor y que el destino que se nos avecina poco o nada va a cambiar de la caricatura que es hoy.

Dice este domingo el director del diario HOY en su columna semanal que “la crisis pasará cuando nos acostumbremos a ella”, lo que consciente o inconscientemente nos antoja un futuro más que sombrío.  Y es que si algo nos ha puesto de manifiesto esta crisis es, por una parte, que los desequilibrios sociales han aumentado de manera indecente y, de otra, que la calidad de la democracia se ha degradado del mismo modo.

En lo primero, todos los indicadores nacionales e internacionales nos muestran como nuestras grandes empresas han aumentado sus excedentes durante la crisis, situándose no solo a la cabeza de la UE si no en primer lugar en toda la OCDE y que sus directivos y ejecutivos han aumentado sus retribuciones hasta límites insospechados hace solo 15 o 20 años, mientras que, por otra parte, se multiplicaban los despidos en masa y se devalúa el salario de sus subordinados. Y todo ello con el beneplácito de las administraciones públicas, tanto nacionales como comunitarias. En otro orden de cosas quizá no haya ejemplo que proporcione mejor idea de esto que el tan cacareado rescate bancario, donde las diferentes administraciones han acudido raudas a saquear los bolsillos de los ciudadanos para costear los desmanes de los responsables de cajas y bancos mientras, poco menos, que se les pega una patada en el trasero a preferentistas e hipotecados, víctimas de la avaricia y codicia de estos.

En cuanto a la devaluación de la democracia, este mismo denominador común en que se ha convertido la consabida crisis, ha puesto en evidencia un modelo político corrupto no solo en sus casos contractuales –que se nos hacen infinitos en pequeñas dosis mucho más allá de grandes asonadas tales como la Gürtel, Eres, Bárcenas y demás-, si no en todo un sistema diseñado de forma legal, pero a espaldas de los ciudadanos, para encumbrar a las élites a costa de los mismos, perpetuarse en el poder e impedir la entrada en el ruedo político de otros actores que pudieran resultar un incordio.

El director de HOY hace una proposición que nos deja entrever un modelo de sociedad que autores del SXX nos propusieron con anterioridad en muchas obras. Mucho más explícitas y aberrantes, sin duda, pero que el periodista, quizá sin siquiera pretenderlo, asevera. Novelas como Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, Un mundo feliz de Aldous Huxley, 1984 de George Orwell o el cine a través de películas como THX 1138 de Georges Lucas o La fuga de Logan de Michael Anderson –inspirada ésta también en la novela homónima-, de una manera u otra, nos asoman a un futuro donde el conjunto de la sociedad está supeditado a los feroces dictámenes de todopoderosas corporaciones pero en el que el conjunto de la ciudadanía, a pesar de carecer de libertad, bien se siente dichosa o asume su papel de vasallaje y subordinación con la mayor complacencia, pero carente de todo rasgo de humanidad y sentimientos.

Un modelo de totalitarismo basado en la economía y en su capacidad de persuasión a cambio de ciertas dosis de bienestar. No muy alejado de los que otrora e incluso en algunas regiones del mundo todavía, sumieron a hombres y mujeres en una sociedad controlada por el poder político. Dice un buen amigo mío que, durante el franquismo él “estaba bien”, que aún cuestionando hoy críticamente sus postulados no puede afirmar otra cosa distinta por cuanto, en cumplimiento de sus deberes y derechos, por escasos que estos fueran, no encontraba entonces motivos para objetar de aquel modelo político. Un argumento perfectamente válido para personas que convivieron con el yugo estalinista de la antigua URSS, la feroz dictadura de Videla o la de su vecino Pinochet en Chile y, como a buen seguro, ocurrirá hoy mismo en Corea del Norte o en la Cuba castrista. El miedo, la censura, la manipulación histórica y en general la desinformación han sido y serán los puntales de apoyo de cuantos regímenes pongan en entredicho la libertad de las personas.

Aprovechando la dureza y persistencia de la crisis, estamos viendo cómo, desde hace tiempo, se está impulsando desde las instituciones un sentimiento de culpabilidad común para hacer a toda la ciudadanía responsable por igual de la misma. El “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, tan cacareado desde los más altos ecos del influjo mediático, pretende enjuiciar del mismo modo a aquel que compró unos zapatos, un bolso o realizó un viaje que no debiera con el que se empecinó en un fastuoso ático que no lo merecía, el banquero que lo persuadió para que así lo hiciera y el despilfarro masivo en mega-estructuras infrautilizadas por los desvaríos de la clase política en pos de su ego y de paso, en muchos casos, de su enriquecimiento personal..

Si no ponemos coto a la persistencia de las autoridades y de sus medios propagandísticos afines para hacernos creer que esto último es cierto, que todo va bien, que todo va a mejor, que nuestras grandes empresas son un alarde de éxitos –a pesar de que el empleo que se crea es absolutamente precario-, distrayendo a la opinión pública con estadísticas rimbombantes pero completamente alejadas de la realidad social no podrá sorprendernos, que el objetivo de toda esa batería de medias mentiras y medias verdades, sea el de persuadir a buena parte del pueblo a asumir eso que ellos llaman la única solución posible para salir de la crisis.

Las evidencias de esa misma realidad social que nos rodea son irrefutables, en cuanto a las tremendas dificultades existentes para poder salir delante de buena parte de la población. Pero si esa verborrea oficial cala lo suficiente, estaremos entonces abocados a nuestro fracaso como sociedad y a ese futuro aterrador, carente de derechos y libertades, del que otros nos previnieron hace mucho tiempo o en el mejor de los casos a unos enormes desequilibrios sociales propios de otras épocas.

Por último y a modo de posdata, Jean Claude Juncker ocupó varias carteras ministeriales y fue primer ministro de Luxemburgo y uno de los padres del “austericidio”, durante su paso como presidente del Eurogrupo.  Recientemente, se ha descubierto que, en su etapa al frente de las finanzas luxemburguesas, diseñó un plan para que grandes multinacionales  fiscalizaran sus actividades por el todo el continente en su país a un tipo del 1 %, mediante sutiles artimañas de ingeniera fiscal y financiera, lo que supuso un fraude para los erarios públicos del conjunto de países de la U.E. que se estima en torno al billón de euros. Juncker es actualmente presidente de la Comisión Europea, gracias al apoyo del Grupo Popular Europeo y el Grupo Socialista Europeo y, a pesar de haberse destapado el escándalo, sigue en el cargo al salvar una moción de censura al darle su apoyo, nuevamente, ambos grupos. Mario Draghi, por su parte, fue director ejecutivo del Banco Mundial, vicepresidente de Goldman Sachs para Europa y gobernador del Banco de Italia, en la época de Romano Prodi y Silvio Berlusconi. Durante su etapa como vicepresidente operativo de Goldman Sachs, cuarto banco de inversiones del mundo, la firma falseo las cuentas de Grecia ante las autoridades comunitarias lo que le llevaría posteriormente a la bancarrota. Mario Draghi es en la actualidad presidente del Banco Central Europeo.

¿Acaso no huele a “chamusquina” en el mismísimo corazón de la Unión Europea?



3 comentarios:

  1. La clave de los totalitarismos consiste en dar, como bien expones, una pequeña dosis de bienestar. O dicho de otro, colgar la zanahoria con una pértiga y que el individuo se pase la vida corriendo detrás de ella. Y, sin embargo, aquellos que se preocupan por la libertad o el devenir de los tiempos, son secuestrados y liquidados para que no "molesten". En un totalitarismo, solo puede ser feliz el individuo al que todo le importa un comino. O el que tiene mucho dinero apostado en el sistema, que también puede ser.

    Respecto de esos malhechores que hoy gobiernan, creo que es indicativo de la "realidad" subyacente a la Unión Europea y, en términos general, a casi cualquier gobierno. La historia es un efecto dominó, y lo que hacen estos personajes es controlar la inercia. Lanzan bolas y tiran fichas, para recoger lo sembrado años después.

    Aunque suene a locura, el atentado de estos días en Francia es parte de ese movimiento. Algo están tramando, y lo van a conseguir.

    Un saludo.

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