domingo, 29 de marzo de 2015

“El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra” (Jn 8, 1-11).

Ahora que se tacha de antiguo y viejo todo vestigio anterior a la actual ortodoxia liberal, a pesar de  que esta  haya conducido a una dramática situación a millones de familias tras dos décadas de vigencia y esté haciendo temblar las bases de todo un modelo social que se levantó precisamente  para evitar la zozobra de otros tiempos, merece la pena echar mano de un párrafo de la biblia, un libro que, sin embargo y a pesar de sus más de veinte siglos de historia, da sostén a las creencias y la fe, entre la mayoría que reniegan de ese otro pasado reciente.

Viene al caso este versículo del evangelio de San Juan por cuanto llama la atención a todos los que, desde hace años, llevamos denunciando la situación que se vive en numerosos países donde se vulneran día sí y otro también los derechos y libertades de los ciudadanos, con el tácito de la  comunidad de naciones, y vemos cómo determinados resortes mediáticos parecen activarse puntual e interesadamente en su contra cuando en realidad ello no responde más que espurios intereses. Tal como está ocurriendo ahora con la puesta en solfa diaria de Venezuela, de donde son sobradamente conocidas las enormes deficiencias y contradicciones de ese país desde hace tiempo que, por un lado, puede presumir de un sistema electoral limpio ratificado por los observadores internacionales mientras, por otro, deja pasar la democracia de largo en numerosos casos.

Pero si cabe citar uno de los casos más flagrantes de esta doble vara de medir de las democracias occidentales, no podremos encontrar mejor caso que el de Arabia Saudí, el gran aliado de occidente del mundo árabe. Su petróleo,  su dinero y sus inversiones por todo el mundo hacen a la numerosa familia real saudí la más anhelada para estrechar relaciones en todo el mundo súper-desarrollado. No en vano, por ejemplo en España, es objeto de deseo cada vez que durante el verano, alguno de sus miembros se deja ver por la Costa del Sol con unos alardes de fortuna fuera de lo común.

Sin embargo, Arabia Saudí representa uno de los regímenes más crueles y sanguinarios del mundo. Acusado una y otra vez de violar de manera flagrante los derechos humanos, el país saudita carece incluso de código penal, lo que permite a los jueces dictaminar castigos a su libre albedrío. Decapitaciones, amputaciones de manos, pies o de ambas cosas a la vez, crucifixiones públicas donde, después de decapitar al reo se le cose la cabeza y se mantiene en la cruz durante días a modo de escarmiento y un sinfín más de atrocidades forman parte habitual del extenso repertorio de sentencias y ejecuciones de la monarquía saudí. Y sobre la que,  además,  se vierten amenazas de haber financiado grupos terroristas e incluso,  al menos en sus inicios, al Estado Islámico.

Protestas en Arabia Saudí, durante la Primavera Árabe
Sin extendernos mucho más podríamos poner otros numerosos ejemplos de esa contradicción permanente en la que se mueve occidente. La propia China convertida ahora en la gran potencia económica mundial o el caso de nuestro amigo Obiang en Guinea, las enormes inversiones de la industria española con el favor de la Cuba castrista en la isla y otros tantos casos con el que también el gobierno actual de España colabora y los anteriores colaboraron tan estrechamente.  Por eso parece un acto de hipocresía con mayúsculas que el parlamento europeo haya propuesto,  precisamente ahora, un nuevo brindis al sol con artificiosas condenas con pocas o nulas consecuencias, contra un régimen desde hace años tan esperpéntico y corrupto como el de Venezuela, que se diría impulsado más que por otra cosa, por el hecho de que un aire distinto recorre los pueblos de Europa y se pretenda involucrar al mismo con ese caótico país para su desestima. Y, mientras, se siga mirando de lado a otros países cuya cota de crueldad con su pueblo,  supera con creces al del estado sudamericano.

“Podemos”, la nueva formación que pone en entredicho el actual sistema económico y crítica con dureza la degeneración del modelo político español a manos de la corrupción, su inexperiencia en la arena política y algunos excesos en su verborrea  están siendo utilizados como una forma de descrédito para con la misma, de manera tan constatable como que algunos de sus miembros realizaron en su día un estudio para el gobierno venezolano acerca de la viabilidad, en varias repúblicas sudamericanas, de la instauración de una moneda única al uso como en la Unión Europea. Un caso entre tantos otros donde personas refutadas en los ámbitos políticos y económicos han prestado servicio de algún modo y en algún momento para regímenes de más que dudosa calidad democrática, sin que ello haya representado juicio alguno para los mismos, por mucho que nos hayamos encontrado con situaciones realmente enjuiciables  –recordemos la estrecha relación de Gadafi, el sanguinario líder libio con las autoridades italianas o con el propio José Mª. Aznar-. Salvo, claro está, cuando el caso resulte igualmente interesado. Como por ejemplo en el de Vicenç Navarro, una de las más importantes voces de este país en el ámbito de la economía social y de mercado, que tras su colaboración con Podemos en el diseño de su modelo económico, ha sido brutalmente criticado por, en su día, haber intervenido en el desarrollo del modelo de sanidad cubano, pero olvidando mencionar que del mismo modo también ha trabajado para el gobierno Clinton, diferentes gobiernos suecos e incluso para la propia Naciones Unidas.

Que Podemos debería ser más contundente en sus críticas al gobierno venezolano, sí. Que debería condenar explícitamente al mismo por sus flagrantes violaciones de los derechos humanos, sí. Que, aunque sea cara a la galería, debería haber suscrito en el parlamento europeo la oficialidad de dicha condena, aun matizando el acto como banal e irrelevante,  sí. Pero que con el mismo no se trataba más que de eso, un nuevo gesto de hipocresía de las instituciones europeas con poca o ninguna trascendencia, también.

Mandaba Bob Dylan, allá por los 60, un mensaje que cobra hoy también completa actualidad: "Odio a aquellos que con una mano impulsan tratados de paz y con la otra les venden armas para que se sigan matando". Y es que hoy Venezuela, Arabia Saudí y tantos otros  someten a sus ciudadanos con los medios que les proveen las grandes potencias occidentales, de la misma forma que tan arteramente, por otro lado y solo en ocasiones interesadas critican.

De demagogia suele tacharse a los que así osamos interpretar la historia por mucho que ésta deje tras de sí todo un reguero de evidencias.  Pero lo que es verdadera demagogia,  un acto de infamia detestable sí cabe, es ver como la libertad se vulnera a diario y la tortura es moneda habitual en muchos rincones del mundo, mientras las potencias democráticas hacen la vista gorda en pos de los intereses de sus grandes corporaciones financieras e industriales.



3 comentarios:

  1. Si son amigos de EEUU, podrán masacrar lo que quieran en su país; si son enemigos, caso de Venezuela, la mafia mundial pondrá todos los medios de comunicación a su servicio para desprestigiar al gobierno venezolano. Yo apoyo a Venezuela, aunque solo sea porque combate al régimen nazi que gobierna en el mundo.

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  2. Si entendemos el mundo como un gigantesco tablero de ajedrez, y entendemos cada color como un bando, lo demás cae por su propio peso. Los movimientos están pensados para extender influencia y control, ya sean peones, caballos o torres; el que manda es un rey, el rey del capital, y ambos bandos luchan por la dominación. No quita que, misteriosamente, exista una similitud entre ellos fuera de lo común.

    Os recomiendo la serie Utopía, que aunque es un poco violenta, creo que retrata perfectamente la situación mundial y lo que está pasando en los últimos tiempos.

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