lunes, 2 de marzo de 2015

Las reglas del juego

Hace algunas semanas, varios amigos me contaban escandalizados un reportaje de la noche anterior en televisión sobre las explotaciones de coltán en el Congo. Del mismo modo que asistimos sobresaltados, día sí y otro también, a las imágenes con los cadáveres de miles de inmigrantes flotando en las tiernas aguas del Mediterráneo.  O de la  permanente zozobra del pueblo griego a manos del desgobierno de sus antiguos dirigentes, la intransigencia alemana para con él mismo y una actitud envenenada por llevar hasta el límite el ideario neoliberal, tantas veces repetido como fallido.

Precisamente, a raíz de esto último, el presidente griego ha hecho unas declaraciones que están levantando ampollas en el seno de la U.E. El líder de Syriza, la formación que ha irrumpido con fuerza en Grecia y que contradice las políticas que han llevado a su pueblo a una decadencia inusitada, se manifestaba contra algunos países de la Unión, en especial España, acusando a sus gobiernos de intentar ahogar aún más la respiración de los ciudadanos griegos por cuestiones de índole electoral interno.

Algo nada más lejos de la realidad y de una evidencia incontestable, cuando vemos como en el caso también de España, que esa sinrazón basada en el “pensamiento único” –aquel que solo se justifica a sí mismo-, ha acabado dando al traste con la suma de las aportaciones de las diferentes corrientes ideológicas que habían transformado el occidente europeo en la segunda mitad del SXX en un modelo de desarrollo social.

Sí, Syriza ha irrumpido en la degradada escena  europea con el ánimo de romper las reglas de un juego diabólico empeñado en convencernos, como alardean las huestes que dan soporte al gobierno en España,  de un mundo idílico que en la realidad ha venido a despreciar una serie de valores que tanto tardamos en lograr. Conceptos como, ética o solidaridad, han quedado desterrados de ese único modelo que antepone los intereses económicos por encima de las personas, quedando para estas solo el recurso de la caridad.

Las reglas no están escritas para el devenir de nuestra especie. Desde que en la antesala de la historia un grupo de nómadas se pararan a cultivar sus frutos, deteniendo sus idas y venidas a la búsqueda de sustento hasta nuestros días, la historia de la humanidad es un interminable compendio de sucesos que han ido alterando y modelando la sociedad. La Revolución Francesa marcó un antes y después en la estructuración del modelo social, tanto que se le considera el inicio de toda una era. El movimiento obrero consiguió hacer también participe de los beneficios de la Revolución Industrial a la clase trabajadora. Y, entre otros muchos ejemplos, el deseo de evitar errores pasados hizo cambiar el pensamiento político y social en la Europa de la posguerra. En definitiva de no ser por esos cambios de rumbo a lo largo de los tiempos, sería imposible concebir el grado de desarrollo actual, aún con todas sus imperfecciones y deficiencias que de una manera u otra se siguen mostrando a lo largo y ancho de todo el planeta para nuestra insatisfacción y vergüenza.

Ahora, el pueblo no necesita de misericordia, gracia o compasión, como se pretende inducir desde las instituciones. Lo que a este más le apremia es un trabajo digno que le permita llevar con decencia y honestidad su propia vida. Otro mundo sí es posible, mientras no se caiga en la cerrazón ideológica, solo se necesita la decidida voluntad de acometerlo. Todos los días aparecen el Boletín Oficial del Estado en España como el Diario Oficial de la U.E. cubiertos de leyes, reglamentos y normas que se redactan por primera vez, se modifican o derogan y en las que, a veces, solo un punto o una coma pueden cambiar el destino de la historia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario