martes, 26 de mayo de 2015

“Todos los males de la democracia pueden curarse con más democracia.” Alfred Emanuel Smith

¡Maldita hemeroteca! Que dirán algunos líderes populares que exhortaban en su día al 15M a que se presentaran a las elecciones y contra los que han venido arremetiendo atropelladamente, tachándolos de anti-sistema en el mejor de los casos, profiriendo toda clase de insultos y despropósitos, por el mero hecho de haber puesto en solfa el modelo político y económico de este país.

Hoy 4 años después de aquello y tras aguantar toda esa continua letanía de agravios contra los herederos del 15M, esos mismos dirigentes populares están viendo como gracias a la irrupción de estos “perroflautas” –médicos, abogados, profesores, entre otros muchos,  junto a gente del pueblo llano-, con sus demandas de dignidad en el trabajo, solidaridad para con las personas y mayor participación democrática pueden desalojar, directa o indirectamente, de la mayor parte de las Comunidades Autónomas  y las principales capitales españolas a un Partido Popular que había teñido el mapa electoral español de azul las pasadas elecciones y que, en algunos casos mantiene desde hace décadas. Mucho antes de que estallara una crisis que tampoco quisieron ver y solo atribuyeron al gobierno Zapatero, ensimismados por un modelo económico auspiciado desde los tempos de Aznar, amparado por la U.E. y que ha dejado tras de sí una debacle general sin precedentes desde la Gran Depresión. Que se antoja interminable para la mayor parte de la población, por muy favorables que puedan ahora presentarse los índices macro-económicos, y ha provocado los mayores desequilibrios sociales del continente europeo.

El que la mayoría del pueblo español se haya rebelado contra esas políticas y así lo haya demostrado en las urnas no oculta que el Partido Popular, aún habiendo quedado tocado, no se puede dar por hundido y eso, a una persona del carácter de Mariano Rajoy es difícil que le afecte convencida hasta las cejas de que la solución solo pasa por infligir el mayor sufrimiento a la mayoría. Porque a pesar de perder casi el 30 % de los sufragios desde las últimas municipales y autonómicas, lo que significaría para otros un auténtico descalabro, en el caso de Rajoy se hace casi imposible creer que pueda modificar alguna de sus consabidas políticas. Incluso, aunque el propio Papa Francisco haya advertido sobre ese modelo económico que: “El capitalismo se basa en que el pueblo sobrevive a costa de lo que rebosa el vaso pero, el problema que tenemos hoy, es que el vaso se hace cada vez más grande y no rebosa nunca”. 

Y, efectivamente, así ha sido. Mariano Rajoy ha comparecido hoy ante los medios justificando, como era previsible, sus 2.5 millones de votos perdidos, todo un hito en la historia de un partido con un grado de incondicionalidad único. Que su partido ha sido el más votado y que las causas de tal estropicio habría que buscarlas en las secuelas de la crisis, la corrupción y, como de costumbre en la falta de una correcta comunicación con el electorado. Vamos que el PP debería explicarle mejor a la gente que es mejor tener un trabajo de 200 € que cobrar un subsidio de 400, como eso nos lleva por la senda de la recuperación y cosas por el estilo. 

Con todo eso, la realidad que podemos constatar en el día a día con una tasa de desempleo insostenible con parados de larguísima duración que, muchos de ellos, han perdido todo tipo de prestaciones, pequeños comercios que cierran con la misma rapidez que otros abren para volver a cerrar poco después, la enorme temporalidad laboral o los enormes desequilibrios salariales que siguen avanzando durante la crisis, no podemos olvidarnos tampoco que el Partido Popular, aún con las enormes críticas que vierten contra  el mismo incluso entre sus leales seguidores,  sigue siendo la fuerza más votada en España. Y eso, sin contar la ola de corrupción que sacude al mismo especialmente en sus más altas esferas y desde hace también otro buen puñado de años, lo que hasta la prensa extranjera, ha venido a calificar como la italianización de la política española. Un fenómeno difícil de explicar que bien merecería un largo estudio sociológico tanto como el caso del PSOE en Andalucía. O de como el PP es capaz de cosechar excelentes siembras de votos en barrios extraordinariamente castigados por el desempleo y cada vez más acuciados por las deficiencias sociales, desde hace mucho tiempo.

Por su parte el PSOE, si no ha vuelto a sufrir también el mismo descalabro, sí que es cierto que ha vuelto a reducir el número de votantes en su conjunto aunque este solo haya caído poco menos de tres puntos. A pesar de ello y gracias al descalabro del PP, el PSOE puede recuperar la mayor parte de las autonomías eso sí, para lo que necesitará, de una manera u otra, a Podemos  o sus diferentes coaliciones para hacerlo posible.


Es decir que, el bipartidismo, no ha muerto. Que está gravemente herido es cierto pero es difícil que, visto lo visto, PP o PSOE, se desintegren como le ocurriera a la UCD o queden reducidos a un modo testimonial como le ocurrió recientemente al PASOK en Grecia. Pero lo que es irrefutable es que no es un fenómeno esporádico fruto solo de un cabreo puntual –como pueda entenderse generalmente en las elecciones europeas-, sí no que otras nuevas opciones políticas han venido para quedarse e incluso para formar gobierno en plazas importantes. 

Es cierto que todavía ese cabreo pueda justificar una parte de los votos recalados por las nuevas formaciones –más sin duda por la derecha del tablero, tradicionalmente menos autocrítica que la izquierda del mismo-, pero no lo es menos que, por una parte la manifiesta corrupción generalizada del PP pueda dar visos a un partido como Ciudadanos con un planteamiento programático muy similar y por la otra donde Podemos o sus diferentes marcas, aglutinen los valores de la socialdemocracia clásica a los que renunció el PSOE, desde finales del último milenio.

En este último sentido y tal como manifestaba hoy la virtual aspirante a la alcaldía de Madrid, Manuela Carmena, todos estos movimientos ciudadanos, coaligados de una manera u otra por toda la geografía española, que apuestan por la dignidad de las personas por encima de los intereses económicos y financieros, han representado una auténtica explosión de entusiasmo sin precedentes entre una población que parecía adormecida por la parte más sombría y despreciable de la política. Cientos, miles de personas desconocidas han creado una marea gigantesca que ha calado sin la necesidad y sin tan siquiera la posibilidad, de ostentosos despliegues de medios cara a la campaña electoral.

En cualquier caso el tablero político en España ha sufrido un vuelco espectacular y, por primera vez de una manera generalizada, la democracia española tiene que dar un nuevo paso hacia adelante y aprender, como en otras históricas democracias europeas, a pactar a negociar a hablar y lo más importante a servir y no a servirse a sí mismos o en pos de los intereses de unos pocos.  Como hemos dicho muchas veces, nuestra democracia, todavía es muy joven y aún le queda un largo trecho por recorrer.

Para eso tienen que consolidarse tanto Podemos o sus filiales, los grandes vencedores de estas elecciones –sin olvidar el éxito de otra fuerza convergente como lo es Compromis en Valencia-, que, además de ganar en plazas tan notables como Barcelona o casi teniendo asegurada la alcaldía de Madrid, van a ser juez y parte en, prácticamente, todas las principales capitales de provincia y comunidades autónomas. Como Ciudadanos que, a pesar de no alcanzar las expectativas deseadas y relevancia de los primeros, por cuanto hay todavía quien prefiere quedarse con el original, el PP, a la copia, también ha alcanzado un papel destacado en el mismo escenario.

Y es ahora en el momento de los citados pactos donde, especialmente movimientos como Podemos, Compromis y demás coaliciones, que contienen planteamientos muchos más  exigentes cara a su electorado y con unas prioridades claramente establecidas, tienen que saber jugar con cautela y claridad sus bazas para no evitar diluirse dentro de las pesadas y si cabe, infames para estos casos, maquinarias como las del PSOE, capaces de engullir para sí a nuevas formaciones carente de casi toda estructura. Las elecciones generales están muy próximas y todas las partes involucradas tienen que hilar muy fino para no verse perjudicados en otra inminente contienda.

Por otro lado, la falta de experiencia en acuerdos a dos, tres o incluso a cuatro bandas, de PP y PSOE, hacen sospechar que es posible que no se cumplan los cuatro años preceptivos de gobierno en algunos ayuntamientos o autonomías –algo que entra de lo más común en la normalidad democrática-, por lo que para los nuevos partidos, si saben jugar bien sus bazas y no se han dejado canibalizar por los grandes, será entonces el momento idóneo para proponerse mayores metas.

Se ha abierto una nueva era en la democracia española. A la que no le faltan los habituales agoreros de buena parte de la prensa mediática asida al conservadurismo actual. Pero, nada más lejos de la realidad. Lo mismo ocurrió en los albores de la joven democracia española, cuando los afectos del régimen franquista no paraban de augurar la incapacidad del pueblo español para caminar en libertad.

Pero hemos llegado hasta aquí y ha llegado el momento ahora de dar una nueva vuelta a la historia y volver a priorizar la política, la política de las personas, por delante de los intereses de la economía, o lo que es lo mismo, del poder y el dinero.



2 comentarios:

  1. Sin duda me ha sorprendido que el PP haya resistido "tan bien" en estas elecciones. El castigo ha sido notorio, pero insuficiente. Quizá el pueblo español prefiere cambios progresivos, que Podemos vaya entrando en los gobiernos a través de coaliciones con el PSOE para ganar rodaje y luego, según se vea, darle más votos en las generales.

    No obstante, los pactos pueden jugar en contra de formaciones como Podemos o Ciudadanos, que durante meses llevan repitiendo que eso de pactar con partidos arcaicos y corruptos no entra en sus planes. Al final tendrán que pactar o ceder las alcaldías y presidencias a los pírricos victoriosos del PP.

    Lo único cierto es que un cambio es necesario, una mayor participación popular -que hoy por hoy es perfectamente posible a todos los niveles-, un castigo intolerante con la corrupción y una limpieza profunda de esas que usan lejía y amoniaco.

    Aunque no te negaré la reacción que pueda tener el PP ante estos resultados. Preveo una importante bajada de impuestos, en combinación con otras bondades electoralistas, para ganar las elecciones generales. En caso de que lo logren, procederían inmediatamente a subir otra vez impuestos y abrazar de nuevo la austeridad "solo para pobres".

    Me duele que muchos votantes voten sin pensar, solo porque son los de siempre.

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    1. Ahí está la cuestión. Los nuevos partidos -Ciudadanos, no tanto-, que, independientemente de su ideario, llegan limpios y van a ser ahora arte y parte en las tareas de gobernar tienen que hilar muy fino para que en las próximas generales e incluso dentro de cuatro años -o antes-, no les pase factura su modus operandi a la hora de pactar o permitir la gobernabilidad de un ayuntamiento o una Comunidad Autónoma.

      Entiendo que lo más importante es que sean fieles a sí mismos, pero a la vez permitan la formación de un gobierno -que es lo dificil-. Es la hora de negociar y eso implica a todas las partes. En España falta experiencia en eso pero alguna vez tendrá que ser la primera.

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