Y no habría de ser, ni mucho menos, porque una parte de la sociedad catalana tenga o mantenga anhelos independentistas desde hace siglos. Quizá si España hubiera tenido su revolución agrícola y su revolución industrial en su debido momento y no hubiera estado sumida en un ir y venir de monarquías absolutistas, dictaduras militares, guerras intestinas y demás engendros de difícil catadura durante todo el SXIX y buena parte del SXX, hoy por hoy Cataluña sería un país independiente como cualquier otro y con el que el estado español mantendría una excelente relación como con el resto de sus vecinos.
Pero como quiera que esto pertenece a la suposición o entra incluso dentro de lo distópico, tendremos que atenernos a la realidad actual y esta nos muestra que si hay algo que se echa de menos en este gigantesco entuerto es la falta de diálogo entre las partes que, consecuencia de la incapacidad de los representantes públicos para ello, cada día está crispando más tanto a los ciudadanos de Cataluña como a los del resto de España. Y que no es para menos, sobre todo para en los que el raciocinio escasea, con las declaraciones y amenazas in crescendo de una y otra parte.
Si no teníamos bastante con las irracionales proclamas del presidente de la Generalitat y las no menos desafortunadas –por muy ajustadas a derecho que se traten-, del presidente del gobierno de España y su acostumbrada red de adláteres, ahora viene el Partido Popular que, viéndose defenestrado en las encuestas a un mero aporte testimonial en el próximo envite catalán, no se le ocurre otra cosa que nombrar candidato a la Generalitat a Xavier García Albiol, un tipejo con claros tintes de populismo radical y que se granjeo la fama con su slogan “Vamos a limpiar las calles (de inmigrantes) de Badalona”. Además de otras muchas perlas de este tipo.
O lo que es lo mismo, el Partido Popular que representa nada menos que al gobierno de España, ha decidido echar aún más leña al fuego al asunto cuando ante este tipo de posiciones encontradas y sobre todo cuando están en juego cuestiones nacionalistas, tanto centrípetas como centrífugas en donde la sensatez y la cordura suelen brillar por su ausencia, lo más importante de todo es la mesura y el diálogo. Un diálogo que ha de estar basado en el entendimiento, en acercar posiciones, en buscar las mejores soluciones para todos y evitar todo tipo de frivolidades.
Sin embargo esta crisis catalana, como todas las que en los últimos tiempos nos acompañan, se ha hecho crónica por la probada incapacidad de las partes, por dar crédito a cuestiones históricas con una larga secuencia de encuentros y desencuentros y por dar también carta de garantía absoluta a una Constitución Española deficientemente normalizada en la cuestión autonómica, redactada de forma apresurada y en un contexto histórico muy complejo. Y que no es menos cierto que el paisaje desolador que ha sembrado tanto Convergencia en Cataluña como el PP en el resto de España, fruto de idénticas políticas austericidas por cuanto ambos comparten el mismo modelo neoliberal, la polémica nacionalista es una excusa perfecta para desviar la atención del conjunto de la ciudadanía catalana y española de otras cuestiones mucho más importantes.
En definitiva la nefasta y electoralista gestión del asunto por parte de los susodichos representantes públicos del nacionalismo catalán y del españolismo más rancio, siguen poniendo en evidencia la baja ralea de nuestros políticos mientras el pueblo sufre sus dramáticas consecuencias.
A mi juicio, la única solución a estos temas se encuentra en el diálogo. Me duele la situación por lo que tiene de falta de sentido común y solidaridad.
ResponderEliminarUn saludo
Hombre Juliana!!! Cuanto tiempo sin saber de tí. Me alegro que volvamos a estar en contacto. Acabo de ver que has publicado. nuevos artículos. No lo dudes que pasaré por allí.
EliminarUn saludo..