lunes, 22 de enero de 2018

Democracia, radicales y anti-sistemas

No se preocupen que aunque pueda parecerlo no vamos a hablar de Cataluña.

Podemos, en relación a la cuestión catalana, ha quedado muy clara desde el primer momento su postura. No quiere que Cataluña se escinda de España pero entiende la necesidad de un referéndum –en el que ha repetido hasta la saciedad que haría campaña por la permanencia de Cataluña en el estado español-,  para que los catalanes decidan su futuro  y que de una vez por todas ponga fin al problema o al menos lo relegue a un segundo plano y centre a las instituciones en cuestiones más terrenales. Sin embargo, si hiciéramos una encuesta al respecto habría un porcentaje importante de personas que dirían que Podemos promueve la separación de Cataluña del resto de España. Y no es difícil encontrar editoriales de importantes diarios que tachan de forma habitual a Podemos de radical y hasta de independentista.

Del mismo modo la mayoría de movimientos y plataformas sociales, grupos ecologistas y formaciones políticas surgidas al amparo del 15M, quedarían enmarcados en los mismos términos: anti-sistemas y radicales, por no decir para muchos de considerarlos poco más allá de unos disolutos tarambanas. Sin embargo, al menos que se sepa, a ninguno de sus principales representantes se les conocen fortunas en paraísos fiscales, no han sido condenados por alguna corruptela al uso o han cruzado alguna puerta giratoria. Es decir, todo lo contrario a lo que nos tienen acostumbrados las formaciones políticas de rancio abolengo en nuestra escena política.

La crisis financiera de 2007/8, protagonizada por la ortodoxia capitalista como resultado de los usos propiciados en el neoliberalismo a partir de los 80, consolidada tras la caída del Muro de Berlín en los 90 y que se expandiera sin control a principios del presente siglo, ha venido a propiciar no solo el fortalecimiento del capitalismo si no también la defenestración de cualquier otro principio.  No es que siquiera se haya venido a refundar el modelo –como pregonaran de manera tan efusiva Sarkozy, Merkel y Obama-, tras el estallido de la crisis, sí no que una vez mancilladas por completo las políticas que reconstruyeran Europa tras la Segunda Guerra Mundial y desarrollaron el Estado del Bienestar, nos encontramos ahora con un patrón capitalista que adoptando de hecho pronunciamientos extremos está causando verdaderos estropicios en el ámbito social y lo que es peor se ha dotado de todas las argucias necesarias para enviar al ostracismo cualquier otra doctrina que pueda ponerlo en tela de juicio, aunque para ello sea capaz de colocar a la propia democracia en entredicho.


Así lo advirtieron numerosos autores de la literatura del SXX como una consecuencia del desenfreno tecnológico, la deshumanización de la sociedad, un insostenible modelo de crecimiento perpetuo y lo que es peor las consecuencias de una ambición ilimitada. En medio de esta vorágine irrefrenable se está intentando mediatizar al pueblo a través de una poderosa industria propagandística y la notoria superficialidad de las redes sociales de que no hay más opciones posibles. Es lo que se conoce como “pensamiento único” –sumisión a los mercados financieros, aumento de la precariedad laboral en pos de un más que discutible modelo de competitividad, de los desequilibrios sociales y fiscales, menoscabo de los servicios públicos, etc.- mientras que toda aquella postura que lo contradiga, no esté dispuesta a asumirlo disciplinadamente o simplemente ose ponerlo en duda, queda fuera del sistema establecido. O lo que es mismo, de forma categórica recibe el calificativo de “antisistema”.

Probablemente el caso más flagrante sea el griego, casualmente donde viera por primera vez la luz la democracia. Durante años el partido socialista, PASOK, y el partido conservador, Nueva Democracia –incluso éste último falseo las cuentas del estado para ocultar la situación real del país-, saquearon las arcas griegas mientras la Unión Europea y las principales instituciones financieras del mundo miraban a otro lado. Por no decir que auspiciados por las mismas, hasta que la crisis de 2007/8 condujera definitivamente a Grecia a la quiebra. Cuando Syriza una plataforma de movimientos políticos y sociales de izquierdas ganó las elecciones en 2015 y propuso otras alternativas para sacar a ésta de la depresión en que se encontraba no fue solo frenada por las autoridades comunitarias y financieras a través de aquellas mismas instituciones, sí no que ambas hicieron sucumbir a los griegos infligiéndoles tal castigo –a modo de advertencia también para el resto-, que les ha acabado condenando al infortunio por varias décadas. Sin embargo, la apariencia que se ha dado al asunto es otra muy distinta y hoy para buena parte de los ciudadanos Syriza es el gran culpable de la crisis griega y de todas las desgracias sobrevenidas a la población helena.

Los diferentes movimientos de indignados que surgieran a raíz de la crisis a lo largo y ancho de todo el mundo desarrollado desde Occupy Wall Street en EE.UU. a la Nuit Debout en Francia, pasando por el 15M en España como una de las principales fuentes inspiradoras del resto, han venido a poner en evidencia las fallas del actual modelo capitalista y han hecho posible que muchos de los mismos se hayan convertido en nuevas opciones políticas que en algunos casos han alcanzado las instituciones haciéndose oír más allá de sus denuncias y presentando propuestas diferentes a las inmovilistas de los partidos valedores del sistema. Por cierto, un inmovilismo  que ha hecho saltar por los aires a la mayor parte de los partidos socialdemócratas europeos a los que sus votantes les han dado la espalda al sentirse defraudados ante la falta de respuesta a sus problemas, cuando se presuponía de los mismos un carácter mucho más solidario que el de sus oponentes conservadores.


En España, con sus aciertos y errores, las nuevas apuestas de estas formaciones políticas es sobre todo en el ámbito municipal donde van adquiriendo mayor arraigo pero contra las que toda una batería de acciones se han puesto en marcha desde el poder establecido con el fin de reprobar las mismas y ponerlas en tela de juicio, en ridículo si cabe, ante la opinión pública. Tanto como acusándolas incluso y advirtiendo de ello en tono amenazador de pretender instaurar modelo políticos y económicos tan depauperados  como los de algunas repúblicas bananeras, la antigua Unión Soviética, el régimen iraní o el tan infausto de la dinastía Kim de Corea del Norte.

Valga el caso que ha vuelto a darse en Madrid –ni mucho menos el único pero el más significativo por su cuantía y por cuanto se trata de la capital de España-, cuando el ministro de Hacienda, Cristobal Montoro, ha amenazado con intervenir las cuentas del Ayuntamiento que dirige Manuela Carmena, al no aceptar el capítulo de gastos previsto en sus presupuestos. Lo más singular del caso es que dichas cuentas cumplen con creces la ley de estabilidad presupuestaria –impuesta desde la U.E. a raíz del rescate financiero-, en cuanto a las dos premisas exigidas: déficit cero –el ayuntamiento de Madrid ha cosechado el pasado año un superávit de más de 1.000 mill. de euros-, y reducción de la deuda –más de un 40 % en su caso-. Sin embargo Montoro introdujo en España en la norma lo que se llama “la regla de gasto”, otra variable por la que ningún ayuntamiento o comunidad autónoma que tuviera superávit puede invertir en gasto público más allá del 2.4 % del mismo el ejercicio siguiente. El resto solo podrá dedicarse a amortizar deuda, lo que tal y como están los intereses en la actualidad no parece una opción muy razonable, o a guardarlo sin más en un cajón.

Resulta obvio que dicha “regla de gasto” tiene un claro sesgo ideológico: impedir la inversión pública. Desde el punto de vista neoliberal ésta debe quedar reducida a la mínima expresión de ahí que la privatización de los servicios públicos sea una de sus principales premisas, en este caso del gobierno del Partido Popular y en general como disciplina dominante en la Europa actual. En su doctrinario la intervención pública altera el libre funcionamiento de la economía que debe auto-regularse por sí sola como si de un ecosistema natural se tratara. Un concepto fisiocrático del SXVIII que si bien no fue bienvenido en principio por el liberalismo económico terminó siendo abrazado por este bajo la denominación de “laissez faire”.

El pasado mes de Diciembre el INE e Intermon Oxfam han vuelto a publicar los datos sobre los extraordinarios desequilibrios de la sociedad española que siguen aumentando año tras año y sitúan a nuestro país a la cabeza de la desigualdad en la U.E. Los datos resultan demoledores: Durante la crisis mientras los salarios de las clases trabajadoras peor pagadas se han desplomado el 28 % en la última década, los de las clases más altas no solo se mantuvieron si no que llegaron a aumentar en algunos casos, incrementándose todavía más la diferencia entre ambos. O lo que es lo mismo la diferencia entre el salario medio de un alto ejecutivo y el salario medio de un trabajador de la misma empresa se ha multiplicado de forma escandalosa en los últimos 30 años y no digamos ya respecto a los salarios más bajos donde la proporción se vuelve escalofriante. No solo y con eso, según datos de Eurostat, España se sitúa a la cola –después de Grecia-, de los 15 países de similar desarrollo de la U.E. en cuanto al nivel de su salario mínimo respecto al índice de paridad de poder adquisitivo entre países.

La citada “regla de gasto” o el aumento de los desequilibrios salariales son solo dos de los muchos botones de muestra del modus operandi que tiene en su haber una crisis como la actual en un cada vez más convulso SXXI. Una doctrina cuya vehemencia inusitada sigue acariciando dos de las peores fallas de la naturaleza humana: su avaricia y codicia sin límites, dispuestas a cualquier cosa para mantener su estatus a toda costa. En definitiva y mucho más allá de las simples apariencias cabría preguntarse quién o quiénes son los auténticos radicales y antisistema.

3 comentarios:

  1. ! Fantástico , genial ! TODO lo que usted explica aquí es la PURA realidad , además lo hace en un " idioma " tan claro que es imposible no comprenderlo , fe felicito . Ahora bien ¿ que hay que hacer para que esos millones de españoles que NO se han enterado aun , lo hagan ? Pienso que la forma mas normal de hacerlo debería de ser a través de los "llamados " medios de comunicación , no todos claro , hay algunos que no lo harán de ninguna de las maneras por los motivos que usted y algunos mas ya conocemos , pero ESOS otros que presumen de " periodismo a pesar de todo " y de independencia tampoco espero que lo hagan , como deberían , día tras día . Entonces solo se me ocurre una posibilidad ESE partido que llaman anti sistema , radical y muchísimas cosas mas , tiene que además de en el Parlamento , hablar con los ciudadanos en plazas y calles día si día también Un cordial saludo

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  2. Coincido en todo con lo que dice galanygarcia. Imposible explicar mejor lo que está sucediendo y cómo empezó.Es verdad que hay muchas personas que aún no se han enterado. Pero poco a poco los ciudadanos están tomando conciencia de lo que está pasando, aunque es dificil ser optimista. El comportamiento de Carmena es excelente, en todos los sentidos, aunque no mencionado, como merece, por los medios de comunicación. Además de tema del gasto público, ha organizado evento que deberían copiar otros muncipios. Uno de ellos se refiere a convertir a Madrid en un ejemplo de ciudad verdaderamente democrática, utilizando un programa ya utilizado en otras ciudades, nada de smart city.
    He oido que hay personas que quieren que convertirla en jefe de Estado.

    Un saludo. Enhorabuena por tan excelente trabajo.

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  3. Muchas gracias por los comentarios. Solo intentó aproximar, de la manera más razonada posible, lo que entiendo es la realidad de lo que está ocurriendo en la sociedad actual, al menos desde mi modesto punto de vista.

    Un saludo a ambos.

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