domingo, 18 de febrero de 2018

Esa España que va tan bien

Entre otras muchas cosas otra de las cuestiones que debería preocuparnos en estos tumultuosos tiempos que corren es el extraordinario ejercicio de manipulación que desde el gobierno, numerosas instituciones públicas y buena parte de la industria mediática al servicio de un cada vez más omnímodo poder económico y financiero, pretende influir en la opinión pública ofreciendo una visión completamente distorsionada de la realidad.

Hemos comentado ya en otras ocasiones que el desarrollo y aplicación del capitalismo en su versión más fundamentalista desde el inicio de la crisis financiera hace ya una década, ha traído como consecuencia lo que sería un nuevo modelo de sociedad que podría ser asimilable a otros de tiempos pretéritos. Aquellos en los que un estado podía erigirse en una potencia dominante mientras sus ciudadanos eran víctimas de la más inclemente miseria.

Esta España del SXXI se ésta convirtiendo en un buen ejemplo de ello y no en vano nos encontramos ante un país que en lo que a la economía se refiere los datos macros resultan inmejorables con un ritmo de crecimiento y creación de empleo que nos pone a la cabeza de la mismísima U.E.  Nada desde desdeñable si no fuera porque la realidad a pie de calle dista mucho de esa misma percepción que no es más que el resultado del extraordinario aumento de los desequilibrios sociales y, en general, de la sensible pérdida de nivel adquisitivo del grueso de la población que sitúa a este mismo país a la cola de la OCDE desde ese punto de vista.

Volviendo al principio me gustaría comentar hoy dos cuestiones que vienen a ahondar en el tema y que no hacen más que poner en evidencia los aires triunfalistas del gobierno y que, por otra parte, auspician un futuro sumido en un mar de dudas. En primer lugar, valga recordar que según los datos del INE, desde 2009 a 2017 casi un millón de españoles han abandonado el país, según el Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero. Este número corresponde a los inscritos en los registros consulares de sus países de destino pero sabida la ineficiencia de los consulados y embajadas españolas que apenas si prestan servicio a sus compatriotas, muchos ni siquiera optan por inscribirse por lo que se sospecha que dicho número de personas es en realidad muy superior al oficialmente recogido.

No obstante aun dando por válida dicha cifra, podríamos determinar dos cuestiones más que evidentes: Por una parte que si tuviéramos en consideración ese millón de ciudadanos que se han visto obligado a abandonar este país ante la falta de oportunidades, la tasa de desempleo presentaría unos porcentajes aún mucho más escandalosos de los que al día de hoy todavía mantiene y por otra que, en consecuencia, resulta más que evidente que los mismos no tienen cabida en España.

Y es aquí donde ha lugar a lo referente al tan manido y poco debatido modelo productivo. Es cierto que este ha cambiado, al menos en parte, desde  el estallido de la burbuja inmobiliaria: hemos cambiado “ladrillos” por “turistas”. España, desde los tiempos del Desarrollismo, desde el fin de la catastrófica época de la autarquía franquista a finales de los 50 hasta las crisis del petróleo de los 70, ha basado buena parte de su economía en la construcción y el turismo. No en vano, en los momentos más álgidos de la burbuja, la construcción representaba más del 10 % del PIB mientras que la educación representaba un porcentaje pírrico del mismo. Por poner un ejemplo significativo, a la inversa de lo que ocurre generalmente en Suecia, en el otro extremo del índice de calidad de vida entre los países de similar desarrollo de la U.E., según datos de Eurostat.

Desde 2009 hasta hoy, la cifra de turistas que llegan a España se ha incrementado en un 57.4 %, un dato que resulta más que elocuente es atípico en tan poco espacio de tiempo en un país que ya es de por sí una potencia por este concepto en el mundo. Y que no es otro que el resultado de la extraordinaria caída de otros tradicionales destinos turísticos como ocurre con casi todo el norte de África, Turquía, etc. E incluso destinos tan señalados como París que ha perdido 1.5 millones de turistas al año, todos ellos consecuencia del terrorismo.


Por desgracia no es presumible que ni el terrorismo, ni la persistente inestabilidad de las regiones afectadas en nuestro entorno, especialmente en buena parte de la cuenca mediterránea, vayan a verse reducidas en el corto o medio plazo por lo que la afluencia de turistas seguirá llegando de manera multitudinaria a España. Aunque, los datos así lo revelan igualmente, la distribución de los beneficios procedentes de la industria turística presente los mismos desequilibrios que el resto del modelo económico.

En resumidas cuentas nos encontramos que dos de los más fundamentales recursos a que, como decíamos al principio, tanto las principales instituciones como sus voceros mediáticos recurren para alabar el milagro económico español, no son consecuencia directa de la gestión de las mismas sí no, en el primer caso por la desaparición masiva de una ingente cantidad de mano obra y en el segundo de un accidente de la historia.

Atentos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario