domingo, 9 de diciembre de 2018

La voz


Como era de esperar ha causado una conmoción en el escenario andaluz, más aun por la forma en que lo ha hecho, la irrupción de Vox, un partido ultra derechista avalado por sus homólogos europeos Marine Le Pen en Francia, Geert Wilders en Holanda y Matteo Salvini en Italia entre otros y por ello todos los medios de comunicación que se precien siguen valorando de manera tan insistente el hecho. Si bien es cierto que, por lo general, las elecciones autonómicas no suelen ser un espejo de lo que pueda ocurrir en unas generales y que cada zona de España tiene su propia casuística e idiosincrasia –el PSOE, por ejemplo, gobierna en Andalucía desde la llegada de la democracia lo que le ha pasado factura de manera muy sensible en especial a partir de sus numerosos episodios de corrupción-, no es menos cierto que pasar de prácticamente cero a  casi 400.000 votos es algo que no puede pasar inadvertido. Ya ocurrió con Podemos y Ciudadanos en su momento en un país donde desde 1982 el poder lo habían monopolizado PSOE y PP.

En primer lugar lo primero que deberíamos decir es que España no es tan diferente de los demás países de su entorno como hemos repetido en esta misma tribuna en numerosas ocasiones. Es cierto que en España, de la misma manera que ocurre a la inversa en los países de más allá del antiguo Telón de Acero donde los partidos de izquierda no tienen mucha relevancia, el hecho de haber permanecido casi cuatro décadas bajo una dictadura de derechas ha provocado que los grupos políticos que de un modo u otro puedan identificarse con la misma hayan tenido poca o casi ninguna presencia en las instituciones. Máxime si a eso añadimos que el Partido Popular, herencia de la antigua Alianza Popular un partido fundado por antiguos ministros de la dictadura, receloso incluso en su día de la actual Constitución, ha venido concentrando de manera casi exclusiva todo el arco ideológico conservador en España, desde el centro derecha hasta sus opciones más reaccionarias.

Por esto mismo es de suponer que a pesar de la extrema dureza con que la crisis económica ha sacudido la sociedad española hasta ahora, ello no haya tenido la debida traducción en la aparición de otras opciones políticas a la derecha del PP. Probablemente el que Ciudadanos, en su viraje a la derecha nacionalista y Podemos a la izquierda del PSOE hayan roto el citado monopolio PP/PSOE, ha dado pie a que una parte del electorado pueda presumir ahora de otra nueva opción en la derecha del tablero. En cualquier caso ¿Qué es lo que ha empujado a este último a depositar su confianza en un partido de las características de Vox?

Como ya hemos referido también en alguna ocasión, aunque los diferentes partidos en la extrema derecha se nutren de los mismos ingredientes es obvio que según sea el caso determinados parámetros resultan más preponderantes que otros. Es decir, aunque beban de las mismas fuentes –nacionalismo, inmigración, seguridad, etc-, no es el mismo discurso el de Bolsonaro en Brasil, que el del italiano Salvini o el del Tea Party en los Estados Unidos. En España Vox ha centrado su campaña básicamente en dos cuestiones prioritarias, por un lado la proyección de una efervescencia nacionalista española como reacción a la vorágine independentista catalana –el caso particular español-, y por otra parte el discurso anti inmigración habitual en todos los grupos ultraderechistas europeos con un marcado carácter xenófobo. Por lo demás los ya tradicionales alegatos en contra del aborto, antifeminista, anti LGTBI, del estado de las autonomías, de la ley de memoria histórica, etc. Situando siempre en un segundo plano lo económico con las conocidas recetas neoliberales que acabaron dando lugar a la actual crisis: bajada de impuestos, reducción de los servicios públicos, etcétera, etcétera.

Por lo demás un programa donde además de las propuestas ya conocidas de <Levantar un muro infranqueable en Ceuta y Melilla> o < Transformar el Estado autonómico en un Estado de Derecho unitario que promueva la igualdad y la solidaridad en vez de los privilegios y la división. Un solo gobierno y un solo parlamento para toda España.>, entre otras, que a su vez esta plagado de obviedades como la detención de imanes que propaguen el islamismo radical o la persecución de diferentes actividades delictivas ya de por sí recogidas en el ordenamiento jurídico español o curiosidades como la exención del IRPF para aquellos que tengan ingresos por debajo de los 12.000 € anuales cuando en la actualidad ese mínimo es de 22.000 € mientras se cita la consabida bajada de impuestos.

Visto el discurso de Vox, su campaña electoral y una vez analizados sus votantes en Andalucía, conforme diferentes parámetros y la ubicación de las mesas electorales, parece que la mayor parte de su electorado lo componen antiguos votantes del Partido Popular, es decir lo que podríamos adivinar como el ala más conservadora del mismo y buena parte de los que votaron a Ciudadanos las elecciones anteriores. Según otra encuesta de EL País, más del 78 % entre Cs y PP, poco más de un 7 % procedentes de antiguos votantes de Podemos y PSOE y el resto de otros partidos, que no votaron o lo hicieron en blanco en los comicios de 2015. Entre estos últimos los de ese pequeño reducto de la derecha post franquista -Falange ha perdido casi la mitad de sus votos- y el resto, su mayor parte, de los desencantados procedentes de cualquier parte del electorado con poco o ningún arraigo ideológico y enmarcados en las clases más bajas donde la crisis ha sacudido con especial virulencia y no han encontrado respuesta a sus innumerables problemas en otras opciones políticas.

Habrá que ver la proyección en los próximos meses de Vox. Es más que probable que su carrera siga en ascenso, al menos hasta las europeas, autonómicas y municipales que se celebrarán la próxima primavera ya que van a contar con un altavoz en una institución tan importante como el parlamento autonómico de la comunidad más poblada de España. Y en un país donde la precariedad laboral y los desequilibrios sociales no paran de crecer es su mejor caldo de cultivo. Frenar estos movimientos en toda Europa, con un fuerte arraigo nacional-populista, donde se ha encontrado la figura del chivo expiatorio cargando las causas de la crisis en la migración –en España ya casi el 29 % de los ciudadanos lo creen así, respuesta que en las clases más bajas alcanza casi el 44 %-, resultan difícil de combatir mientras las condiciones sociales se sigan deteriorando.
Soluciones sencillas a problemas extraordinariamente complejos o la utilización de términos como invasión o reconquista cuando se trata el tema migratorio calan en una parte de la opinión pública por mucho que los datos reales demuestren lo contrario. Por eso es necesario ponerse a trabajar de manera seria, ordenada y sin necesidad de darle la espalda a Vox desmontar de manera argumentada sus tesis de la forma más razonada posible por contra a la simplicidad que éstos esgrimen en cada una de sus denuncias y propuestas. Qué menos que facilitar a la opinión pública las debidas explicaciones antes que permitir que se aboque a un discurso integrista de peligrosas consecuencias.   

Probablemente la respuesta a ello debería pasar también porque de una vez por todas la clase política en general deje de mirarse el ombligo, se ponga por fin a gobernar para la gente y deje de hacerlo para las élites. Lástima que esto, visto lo visto, parezca tan harto difícil en el panorama actual.

<Afrontar el desafío de este nuevo periodo exige imperativamente a las democracias encontrar modelos económicos y sociales que apuesten, de modo efectivo, por eliminar la gran brecha actual de la desigualdad, por la solidaridad, expectativas que son de la inmensa mayoría de la población arraigada en la civilización del respeto mutuo y de la dignidad. Al mismo tiempo, sin embargo, resulta llamativa la aparición —como consecuencia de los efectos disgregadores de la globalización— de capas sociales reacias étnica, cultural y políticamente, que se identifican con un discurso de odio de remota experiencia. Se trata de una tendencia mundial, cuyas características comunes son tan importantes como sus diferencias.> Sami Naïr.

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