Margaret Thatcher |
Margaret Thatcher alcanzó Downing Street después de lo que
en el R.U. se había llamado el “Invierno del descontento”, cuando una serie de
huelgas habían generado un grave clima social en el país consecuencia del
elevado índice de desempleo existente. Además supo aprovechar para sí el rechazo habitual de ciertos sectores de la
población, cuando el desempleo aumenta, que acaba buscando como chivo expiatorio
a los inmigrantes que acuden en busca de futuro a los países más desarrollados,
como había pasado en las islas británicas durante la década anterior. Todo esto
y la descoordinación del partido laborista acabó permitiendo la llegada al
gobierno del partido conservador con la Sra. Thatcher a la cabeza.
Enseguida, el giro en la política social y económica de la
nueva primera ministra fue evidente. Aun en contra de algunos sectores de su
propio partido. Fuertemente influenciada por la ultra-ortodoxia liberal
refrendada en los textos de Friedman y sus precursores,
como Ludwig Von Mises
o Von Hayek de
la controvertida Escuela
Austriaca, Thatcher inicio una serie de medidas con la intención de dinamizar
la economía y reducir gastos, como desregularizar desde buena parte de la industria, el comercio y las finanzas hasta sectores básicos de la estructura
económica y social británica. Además de reducir los impuestos directos,
aumentar los indirectos, subir los tipos de interés y bajar así la inflación,
redujo de forma sensible los gastos sociales en educación y vivienda. Tanto es
así que, aún habiéndose graduado en la misma, la asamblea de la
Universidad de
Oxford le negó su doctorado “Honoris Causa” cuando fue propuesta para el mismo.
Aún sus nuevas políticas el desempleo siguió in-crescendo durante la mayor
parte de su mandato y las diferentes huelgas siguieron siendo una constante
durante la mayor parte del mismo, aunque a la baja, consecuencia de la
persistencia, a toda costa, en su política económica del gobierno. De hecho la
huelga minera del bienio 1984-85 ha sido considerada como una de las más
dramáticas de la historia laboral europea de la segunda mitad del SXX. Pero
Thatcher aguantó, aunque ello acabará devastando a la población de las ciudades
más afectadas por la debacle de la industria minera, consiguiendo además una
fuerte merma del poder de los sindicatos.
Manifestación por la huelga minera del R.U. |
Por su parte, la Guerra de las Malvinas resultó una magnífica excusa para
ganarse a buena parte de su pueblo, por cuanto supo explotar la sensibilidad
patriótica de los herederos del fabuloso Imperio Británico. Todo lo contrario
que la Junta Militar Argentina, dirigida en 1982 por Leopoldo Galtieri, que
pretendió con la ocupación militar del archipiélago desviar la atención del
pueblo argentino de la desastrosa situación del país, víctima de la dictadura.
La Guerra de las Malvinas, una cierta recuperación económica consecuencia del flujo
de dinero procedente de los extraordinarios resultados de los yacimientos
petrolíferos del Mar del Norte y el desbarajuste existente en las filas del
Partido Laborista, permitió en 1983 a Margaret
Thatcher revalidar su puesto de primera ministra con una más que sensible
holgura sobre sus adversarios.
Su estela siguió alargándose en las elecciones de 1987, aún
reduciendo su ventaja, gracias a su carácter de Dama de Hierro, apodo que recibió
de la antigua Unión Soviética –aunque sus relaciones se suavizarían con la
llegada de Gorbachov- o por poner en entredicho incluso la posición del Reino
Unido dentro de la, por aquel entonces, Comunidad Económica Europea. Pero dos
años más tarde su liderazgo dentro del partido conservador volvió a
cuestionarse, especialmente, cuando decidió imponer su “impuesto a la comunidad”, el llamado “poll tax”,
por el que todos los ciudadanos deberían contribuir con la misma cantidad de
dinero, independientemente de su renta, a las arcas públicas, lo que provoco una
nueva ola de rechazo popular, en esta ocasión, como no se había registrado tan
mayoritariamente desde mucho tiempo antes. Por fin, el 28 de Noviembre de 1990,
abandonó su cargo, por lo que acusaría posteriormente de traidores a sus
propios colegas.
Tony Blair |
En definitiva, su estilo de gobernar, su fuerza, determinación
y dureza, acabó acuñando el término “Thatcherismo”, pero si bien ya en su
momento las dudas fueron más que razonables, hoy el devenir de la historia ha
acabado demostrando que sus políticas de exagerada desregulación de la industria,
el comercio y las finanzas, las privatizaciones y su falta de sensibilidad por los
servicios públicos y el estado del bienestar, que tanto entusiasmo desataron entre
sus sucesores en toda la Unión Europea –España fue también un buen ejemplo de
ello-, y siguen manteniéndose hasta el mismo día de hoy en numerosos casos, han
acabado dando al traste con un modelo social que hubiera permitido que, con el
necesario compromiso de todos, el conjunto de la ciudadanía pudiera alcanzar un
alto grado de estabilidad.
“Es asombroso que la
Humanidad todavía no sepa vivir en paz, que palabras como “competitividad” sean
las que mandan frente a palabras como “convivencia”.”
José Luis Sampedro, D.E.P.
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