Decía Giacomo Leopardi, un poeta perteneciente al
romanticismo italiano del SXVIII, que
“la
paciencia es la más heroica de las virtudes, precisamente porque carece de toda
apariencia de heroísmo”. Sin embargo, siempre recordaré a mi padre que
describía al héroe como un soldado que, ignorante de la muerte de sus
compañeros de trinchera, continúa disparando su ametralladora sin descanso
hasta que en estas llegan los refuerzos y lo califican como tal. Con toda
seguridad el mismo soldado si se hubiera dado cuenta que era el último hombre
del puesto hubiera salido huyendo sin más
o se hubiera acabado rindiendo. Y eso, más o menos, es de lo que no parece
darse cuenta el presidente del gobierno de España, Mariano Rajoy, cuando pide
paciencia a los ciudadanos españoles víctimas de su inoperancia o quién sabe si
de sus propias intenciones en pos de un cambio en el modelo político y social.
Por el camino, millones de víctimas entre parados, desahuciados, arruinados y
empujados al pozo de la miseria o a la aventura de la emigración lejos de su
país, de su casa y de su familia.
Paciencia para ver como el pueblo se desangra mientras no
dejan de provocar a la turba con acciones como la de la flamante presidenta del
recién inaugurado “banco malo” –un ente público por cierto-, que, entre recortes
y recortes para los demás,
va
a cobrar la nada despreciable cantidad de 33.000 € mensuales o como Alfredo
Saenz, el legendario consejero delegado del Banco de Santander, ha salido por
la puerta falsa de las finanzas españolas con
un
fondo de pensiones bajo el brazo de más 88 millones de euros. Luego de
haber sido condenado por la justicia, indultado por el gobierno Zapatero,
vuelto a condenar, acogido por una ley del gobierno Rajoy hecha para su uso y
disfrute para finalmente ser abochornado por los responsables del Banco de
España. Y para colmo de males con el beneplácito de una mano de Emilio Botín, mientras
con la otra va a despedir a varios miles de sus empleados, aún reportando
ingentes beneficios la entidad de los que también fueron en su día a parar a
buen recaudo allá entre
las
encantadoras montañas suizas.
Paciencia sí, sobre todo para aquellos desahuciados o al
borde del desahucio, para aquellos que acuden cada día a algún comedor social a
recoger su ración diaria y la de sus hijos, para aquellos que trabajan de sol a
sol por poco más que una miseria o lambucean a la búsqueda de un puesto de trabajo a cambio de casi nada.
Para los que han visto caer la reja definitivamente de su negocio cuando no
asolado por las deudas, paciencia para muchos de ellos que un día tras otro
votaron al Partido Popular en la ignorancia de que aquello que dicen que
levantaron durante su anterior etapa del gobierno Aznar no fue más que un castillo
de naipes profusamente edulcorado.
Paciencia para esperar sin un solo dato objetivo, sin una
sola explicación, sin un solo hecho palpable, sin un solo proyecto que pueda
ser verificable y sin ningún antecedente histórico para, sin ninguna de estas premisas,
suponer que solo en unos pocos años el sacrificio de los sacrificados podrá
tener sus frutos. Y dónde estarán entonces estos, qué habrá sido de ellos. Y dónde
quedará el horizonte de los que desde la cima del poder político y económico
les exigieron que se inmolaran ante su suerte. Y todo ello mientras se multiplican por
millones los primeros y se reducen a la enésima parte los segundos.
Excelente artículo. Para entonces todos estarenos nuertos.
ResponderEliminarHe estado muy ocupada y ahora intento recuperar el tiempo perdido.
Un saludo
Muchas gracias Juliana por permanecer ahí y seguir, sobre todo, deleitándonos con tus artículos.
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