No es para menos desparramar tal
tristeza cuando, para colmo de males, al encender el teléfono tras
tomar tierra, lo primero que te encuentras es un mensaje de un amigo
que nos anuncia que ha vuelto a engrosar esa maldita lista del
desempleo. Por cierto, también titulado él como no habría ser para
menos.
Estas son las noticias con las que
abandonamos el país hace quince días y con las que, de uno u otro
modo, nos volvemos a encontrar de lleno cuando andamos nuevamente
cerca. Las mismas que no hemos podido dejar de atender y que nos
llegaban a tan lejanas tierras gracias a toda esta amalgama de logros
tecnológicos que nos rodean y nos hacen la vida mejor por un lado
mientras por otra también nos peocupan ante esa sensación de estar
permanentemente observados. Y es que no deja uno de escandalizarse
cuando ve como se hace tanta apología de la miseria, como se
manipulan de forma interesada los datos -las cifras del paro-, o como
personajes con sueldos millonarios proclaman un nuevo salario por
debajo del mínimo normalizado.
Es como si solo se tuviera en cuenta,
en la fría estadística, como escatimar los porcentajes al margen de
la realidad y de la vida de las personas. ¿Qué es entonces un
puesto de trabajo? Hasta ahora, entendíamos como tal, aquella
actividad debidamente remunerada que permitiera unas condiciones
mínimas de calidad de vida. Pero a la vista de los hechos y lo que
es peor, los deseos y las continuas declaraciones esgrimidas por los
supuestos representantes de la oligarquía pública de este país, un
puesto de trabajo ha quedado solo en eso, un porcentaje expresado en
una gráfica de datos por inhumana e incivilizada que pueda parecer
esta.
Veía hace solo unos días, en un
programa de televisión, como un ex-consejero de la Comunidad de
Madrid -100.000 € anuales de sueldo declarado-, afirmaba con
insolente prestancia que “mejor trabajo a cualquier precio que
desempleado”. E incluso se atrevía a proponer que “si el
interesado lo acepta”... Solo le quedó afirmar que ante la
tesitura de comer de la basura mejor optar a un “puesto de trabajo”
aun sea en un edificio cochambroso donde a costa de arriesgar la vida
se satisfagan las razones, en aras de su maldita competitividad, de
los grandes empleadores aun con tan dramáticos resultados como los
de hace apenas unas semanas en Bangladesh.
En otro tiempo no muy lejano,
tendríamos que pellizcarnos ante tamaños desatinos, hoy sin embargo
no se trata más que de una nueva vuelta de tuerca de esta crisis que
está sirviendo de excusa de unos para desbaratar las ilusiones y los
anhelos de la mayoría.
Negro mundo el que nos han preparado; creo que cuando volvamos a la normalidad será porque la esclavitud estará de vuelta entre nosotros como práctica corriente.
ResponderEliminarYo lo tengo claro, en el momento en el que trabajar no sea recompensando con un sueldo digno, lo dejo inmediatamente. Y si por avatares del destino acabo en la miseria, sin nada que comer, pondré fin al absurdo. La toma de la Bastilla asoma ya la nariz por el horizonte; estos personajes no pueden pretender que nos quedemos quietos al decir y hacer cosas tan ilógicas. Y bien cierto es que merecen toda una patada en la entrepierna.
ResponderEliminarUn saludo.
todo era pre-cocinado y listo para llevar!!! ya tenemos lo mismo que todos los demás países, contaminación, pobreza, desajuste, desequilibrio y bancarota!!! mentiras sobre mentiras, la verdad al fondo, todos la vemos pero nadie lucha por que nos gobierne ella...Somos Africa!
ResponderEliminarComo decía en mi respuesta a vuestro comentarios del artículo inmediatamente anterior a este, es una alegría encontraros aquí de nuevo.
ResponderEliminarMuchas gracias a todos por seguir ahí y, por cierto, esto del "jet lag" es un auténtico coñazo. Cuando ya iba empezado a dormir "de tirón" allí... ahora vuelta a empezar.
Un saludo a todos.