Hacíamos un testeo a la situación en Egipto en un artículo
anterior donde intentábamos hacer un repaso sobre episodios de cierta similitud
acaecidos en nuestra historia reciente y veíamos diferentes maneras de afrontar
sucesos de parecidas características que puedan poner en entredicho la
democracia. Intentaremos ver ahora como
la comunidad internacional ha venido actuando al respecto en distintos
escenarios y las consecuencias derivadas de ello. A pesar de todo y sin ánimo
de exculparla de sus manifiestos, y hasta en ocasiones terribles errores, valga
decir que hay que ser consciente que no es tarea fácil dar una debida respuesta
a determinadas situaciones y conflictos, máxime cuando es exigible una rápida
actuación del conjunto de naciones y se trate de evitar un derramamiento de
sangre.
Si hay un ejemplo que, por cercano, resulta paradigmático en
esta cuestión es el caso de la Guerra Civil Española. La Guerra Civil fue
provocada por un conflicto de orden interno a consecuencia de la polarización
de posturas políticas y sociales en relación a la modernización de la sociedad
española que pretendieron los diferentes gobiernos de la república, aún se
consignaran estos dentro de diferentes opciones políticas. En lo básico, el
rechazo frontal de las clases más altas, especialmente terratenientes, buena
parte de la cúpula militar ultra-conservadora y la jerarquía eclesiástica, que
en su conjunto controlaban la mayor parte de los recursos del país, a las
reformas propuestas y que fue
radicalizando cada vez más las diferentes posiciones encontradas sobre las
mismas. Pero, aunque ninguna potencia extranjera promoviera o interviniera en
el fallido golpe de estado de Julio de 1936 que provocó la guerra, es indudable
que la participación posterior, directa o indirecta, de las diferentes
potencias occidentales fue determinante para el transcurso y desenlace de la
contienda.
Si bien la historiografía franquista intentó ocultar durante
mucho tiempo la realidad de los acontecimientos acaecidos aquellos fatídicos
años, hoy contamos con la documentación suficiente para asegurar que la ayuda
militar directa facilitada a los sublevados, en la medida que lo hicieron tanto
Italia como Alemania , y la
inacción por su parte de las dos grandes potencias democráticas en el
continente, Francia y el Reino Unido, consecuencia de su “política de
apaciguamiento” con el régimen nazi, decantó de manera determinante la
guerra a favor de los mismos. La
ayuda rusa, por su parte, la única significativa de un país europeo al
gobierno legítimo de España, fue más que por cualquier otro considerando fruto
de sus intereses estratégicos y pecuniarios –si cabe en mayor medida estos
últimos-, no llegó nunca en la forma, condiciones, asesoramiento necesario y a
falta de un ejército profesional muy al contrario del material alemán y las
fuerzas italianas. Es más, lo que el régimen de Stalin propició de hecho fue la
rápida descapitalización de las arcas del estado. Ante la falta de apoyo de
Francia y el Reino Unido, el gobierno de la república busco ayuda rápida y de
forma excesivamente prematura allá donde la encontró pero a un coste altísimo,
mientras que en el bando contrario las ayudas apenas si representaron un coste
directo fruto del especial interés de Hitler y Mussolini por la propagación del
fascismo, contar con un aliado en el extremo suroccidental europeo y propiciar
además para Alemania un excelente teatro de operaciones donde poner a prueba
toda su fabulosa maquinaría bélica cara a la inminente guerra continental que estaban
seguros se avecinaba. Del otro lado a lo que sí que dio lugar la colaboración
soviética fue a la proliferación del partido comunista español, en respuesta
también del desentendimiento de franceses y británicos, cuando apenas si había
tenido representatividad durante el periodo republicano.
Por su parte las legendarias Brigadas
Internacionales que según la propaganda franquista se formaron por encargo
de Stalin –que si bien es cierto que fueron promovidas a su instancia, su desarrollo quedo a este al margen de las
mismas-, no fueron integradas mayoritariamente por soldados soviéticos como el
caso de alemanes e italianos, si no por un variopinto grupo de gentes
procedentes de toda Europa e incluso de EE.UU., Canadá, México, etc. que, con más voluntad que otra cosa –casi con
un cierto aire idealista podríamos decir-, venían a España a combatir al
fascismo.
Así, el destino de la guerra estaba echado casi desde el
principio y solo fueron el fervor popular en aras de la defensa de la libertad y
la democracia frente al fascismo, las indecisiones del ejército rebelde y, como
decíamos antes, el deseo de experimentar nuevas técnicas de guerra por parte de
la poderosa maquinaria militar alemana –aun a costa de masacrar a la indefensa
población civil-, lo que alargaron la contienda durante tres años. Solo será
fruto de la más pura elucubración imaginar
qué hubiera pasado si Francia y el Reino Unido hubiesen intervenido directa y
decididamente a favor de la República. Casi seguro, la influencia de las
grandes democracias occidentales hubiera dejado su huella en el futuro del país
caso de que estas hubieran logrado la victoria. Entre otras cosas porque tanto
los fantasmas del nazismo, el fascismo y el comunismo stalinista hubieran
quedados evidenciados y marginados de la
sociedad española. Quizá, también de haberse implicado franceses e ingleses, se
hubiese anticipado la 2º. Guerra Mundial y España se habría visto empujada a participar ineludiblemente en la
misma con azarosos resultados.
Pero, en cualquier caso, Francia y el Reino Unido –así como la fallida Sociedad de Naciones-, tuvieron en sus manos evitar toda una época de terror y barbarie como la que sumió a la sociedad española durante toda la década siguiente al final de la guerra y buena parte de sus años posteriores, hasta ser considerada, allende de los Pirineos y así se ha venido estudiando en sus escuelas y universidades, como la dictadura más cruel y sanguinaria del occidente europeo de todo el SXX. Si la democracia, aún por la fuerza de las armas, pero de la mano de las dos potencias más carismáticas de la época hubiese triunfado, España se hubiera evitado buena parte de la profunda y dramática huella que dejo la guerra, tanto que hasta hoy en día resuena en el imaginario público después de casi 40 años después de la muerte del General Franco. Pero eso, en cualquier caso también, jamás podremos saberlo.
Pero, en cualquier caso, Francia y el Reino Unido –así como la fallida Sociedad de Naciones-, tuvieron en sus manos evitar toda una época de terror y barbarie como la que sumió a la sociedad española durante toda la década siguiente al final de la guerra y buena parte de sus años posteriores, hasta ser considerada, allende de los Pirineos y así se ha venido estudiando en sus escuelas y universidades, como la dictadura más cruel y sanguinaria del occidente europeo de todo el SXX. Si la democracia, aún por la fuerza de las armas, pero de la mano de las dos potencias más carismáticas de la época hubiese triunfado, España se hubiera evitado buena parte de la profunda y dramática huella que dejo la guerra, tanto que hasta hoy en día resuena en el imaginario público después de casi 40 años después de la muerte del General Franco. Pero eso, en cualquier caso también, jamás podremos saberlo.
Las cosas habrían cambiado mucho de darse tales intervenciones por parte de Francia y Reino Unido, pero las consecuencias son imprevisibles. Quizá incluso la guerra mundial subsiguiente terminase siendo todavía más cruenta y de magnitudes impredecibles, o quizá se hubiese atajado -como bien dices- y solucionado en tiempo récord. Lo único cierto es que nuestra especie no es capaz de evitar hacer daño a sus semejantes, por ideas, por creencias, por estupideces. Todo es en vano, pues todo perdemos al final del camino, y plagar la vida de punzadas de dolor es una muy triste manera de existir.
ResponderEliminarUn saludo.
Y yo añadiría entre las razones alegadas por Elemento Cero la del racismo. La gente hace daño por racismo, pura y simplemente. Los nazis eran racistas. Los banqueros que dirigen este barco a la deriva, también. El capitalismo es un sistema esencialmente racista; desde el momento en que mantiene adrede a dos mil millones de personas en la pobreza, no puede ser sino racista.
ResponderEliminarGracias a ambos por vuestros comentarios.
ResponderEliminarSí, si que es dificil imaginar que hubiera ocurrido si las democracias de nuestro entorno hubieran acudido en ayuda del gobierno de España durante la Guerra Civil. Las variables son casi infinitas y los condicionantes, como vienen exponéis en vuestro comentario lo son del mismo modo.
Un saludo.