“El poder de las clases
dominantes sobre el proletariado y todas las clases sometidas en el modo de
producción capitalista, no está dado simplemente por el control de los aparatos
represivos del Estado, (…); dicho poder está dado fundamentalmente por la
"hegemonía" cultural que las clases dominantes logran ejercer sobre
las clases sometidas, a través del control del sistema educativo, de las
instituciones religiosas y de los medios de comunicación. A través de estos
medios, las clases dominantes "educan" a los dominados para que estos
vivan su sometimiento y la supremacía de las primeras como algo natural y
conveniente.” (Antonio Gramsci, filósofo italiano, 1891-1937).
El conocido como “desastre
del 98”, las pérdidas de las últimas colonias americanas y del Pacífico a
manos de los EE.UU., acabó sumergiendo en un estado casi depresivo al conjunto de la sociedad española de la
época, que tan bien retrató toda una generación de autores encabezados por Pío
Baroja, Azorín y Ramiro de Maeztu y que vino a sumarse al lastre del fracaso de
lo que se ha dado en llamar “el Sexenio Revolucionario”
-1868-1874-, el primer intento serio de la historia de España para establecer
un estado democrático. Este intento en falso por recalar la democracia en
España, acabaría liquidado con el pronunciamiento del 29 de Diciembre de 1874,
con el que se abriría paso Alfonso XII, poniendo fin también de este modo a la
1ª. República que apenas si había durado 22 meses, aunque de facto su duración
real no llegara a culminar siquiera un año ya que, otro golpe de estado, en
esta ocasión el del general Pavía el 3 de Enero del mismo año, había dado paso
a la dictadura del general Serrano.
Después, la democracia no volvería a hacerse hueco en el
estado español hasta la proclamación de la 2ª. República, el 14 de Abril de
1931 –por cierto a instancias de un monárquico, Juan Bautista Aznar-Cabañas, el
último primer ministro de Alfonso XII y un liberal como el conde de
Romanones-, para caer liquidada definitivamente
el 1 de Abril de 1939, tras el fin de la guerra civil que había dado lugar el
fallido golpe de estado del 18 de Julio,
tres años antes. Después, la dictadura del general Franco hasta la proclamación
de la Constitución actual y con ella el regreso a la democracia en 1978.
Sin embargo quizá la larga sombra del régimen franquista,
fruto de cuatro décadas de absoluto control sobre la sociedad española, se ha
empeñado en mantener ese carácter pesimista del 98 que tan buenos resultados
cosechó para el mismo en su intento por evitar el afloramiento de otros valores
en el pueblo que pudieran ponerle en evidencia
y lastrar al mismo con ese sentimiento de culpa que se diría enquistado
entre buena parte de la ciudadanía. Como todos los regímenes de su clase e
independientemente del color político que se trate, las dictaduras para
perpetuarse en el tiempo necesitan sostenerse sobre tres pilares fundamentales:
la desinformación, el miedo y la manipulación histórica. La adulteración de la
realidad pasada es promovida en aras a exaltar el fervor nacionalista y al
espíritu patriótico asimilando para sí ciertos fragmentos de la historia,
mientras el uso de otros episodios es
revertido en la forma contraria.
Por poner dos ejemplos que evidencian esto último, podríamos
citar en el primer caso el análisis de los avatares del imperio español del
siglo XVI, la conquista del continente americano y la manera en cómo se relataban en las escuelas franquistas. Por
una parte los apelativos a la enorme expansión del mismo, algo rigurosamente
cierto, y de otra la curiosa interpretación de la “colonización” americana. Al
amparo de la virtuosa Enciclopedia
Álvarez –el más conocido manual de uso para todos los escolares de la
época-, los españoles habían ido a América a evangelizarla y proveer de sus
riquezas al pueblo español con miras a suplir sus penurias y financiar las
guerras que ingleses y franceses se empeñaban en declarar continuamente al
imperio. Motivo por el cual, estos enviaban a sus piratas para abordar los barcos
de la corona española que portaban tales riquezas a la península con tan buen
fin. En la realidad, un conjunto de medias mentiras y medias verdades que no
serían puestas en entredicho hasta el fin del régimen, momento en el que
descubrimos que, en efecto, en España por aquellos entonces “no se ponía el
sol”, pero que los conquistadores no fueron a evangelizar las Américas, sí no
más bien a saquearlas a sangre y fuego para, además de financiar las trifulcas
reales, hacerse ricos ellos mismos y enriquecer a los reyes españoles que eran
tan crueles y sanguinarios como sus rivales, tal como marcaban los cánones de
la época, presos de una avaricia sin límites.En el aspecto negativo de la cuestión, quizá no haya ejemplo más actual hoy que el de la utilización del término “república” en la argumentaría del régimen. La palabra “república”, procede del latín “respública” que viene a significar “la cosa del pueblo” y que viene a definir un modelo de “organización del Estado en el que su máxima autoridad es elegida por los ciudadanos o por el Parlamento para un período determinado” (RAE). Sin embargo, si todavía al día de hoy preguntáramos al respecto a los ciudadanos de este país, buena parte de los mismos, nos definiría la república como una horda de violentos comunistas empeñados en la destrucción de la propiedad privada y la privación de las libertades, auspiciados por la banda de botarates que generaliza al pueblo español. Más o menos como si fueran instigados desde el estalinismo soviético de mediados del pasado SXX. Sin embargo, en primer lugar, se confunden dos conceptos absolutamente distintos como lo son el de un modelo organizativo del estado y un modelo ideológico. Por cierto, un modelo ideológico achacado al partido comunista que jamás gobernó durante la 2ª. República y que solo obtuvo relevancia cuando tras volverle la espalda al gobierno legítimo de España las dos grandes potencias democráticas europeas de la época, Francia e Inglaterra, por miedo a la implicación de la Alemania nazi en el conflicto, fue la Rusia de Stalin la que accedió a la venta de material bélico al mismo. Y esto, por mucho que se insista, que la inmensa mayor parte de países del mundo han adoptado para sí un modelo republicano donde se alternan gobiernos de derecha e izquierda de manera completamente normal desde hace décadas. Una percepción distorsionada de dicho concepto pertrechada por la mitomanía franquista con miras a su perpetuación en el poder.
En consecuencia, para esos mismos ciudadanos atrapados en
esa espiral histórica, ese supuesto carácter “violento” del pueblo español
necesita siempre una especie de “guía espiritual”, al modo en este caso de un
rey, que sirva de referencia para garantizar la paz entre los españoles. Y para
fortalecer tan disparatado, absurdo e irracional argumento, se echa mano al
devenir histórico de la nación española en los últimos siglos, como si este
fuera distinto al del resto de los países de nuestro entorno. Sin ir más lejos
y aprovechando el 70º. Aniversario del desembarco de Normandía que se celebra
estos días, bastaría echar un vistazo a algunas de las tragedias que representaron
para el continente europeo la 1ª. y 2ª. Guerra Mundial, las sucesivas guerras
de los Balcanes de finales del siglo pasado o los actuales acontecimientos en
Ucrania.
Tanto es así que, a la vista de los resultados de la
última consulta publicada por El País en relación a quedar en manos de los
ciudadanos la continuidad o no de la monarquía y de los resultados que esta
arroja –a pesar de los curiosos supuestos de alguna pregunta-, que a mayor edad
entre los encuestados la percepción de la monarquía es mejor y su resistencia a
un referéndum que la cuestione mayor, mientras que conforme la edad de los
mismos baja –especialmente entre aquellos que ya no bebieron de los textos de
la citada enciclopedia-, la continuidad de la monarquía queda en duda y su
deseo de decidir al respecto resulta irrefutable.
En definitiva, ese continuo menosprecio a escuchar la voz
del pueblo, a permitir incluso que esta se exprese libremente en esta u otras
ocasiones, así como el cada vez mayor desapego de las elites políticas al
servicio de la plutocracia, han acabado por cuestionar los principios más
elementales de la democracia. Y no se trata ahora de poner en entredicho las
aptitudes del rey entrante o el saliente, ni las simpatías o afinidades hacía
cualquiera de estos o, incluso, la fe en los mismos, si no lo que resulta harto
preocupante es la negativa constante del poder establecido para que el pueblo se
manifieste más allá del mero clamor popular y más allá también de depositar un
cheque en blanco en un proceso electoral, sobre si todo si se trata de cuestiones de especial
relevancia.
Por último, probablemente no haya otra canción que expresara
de forma más sensata y sincera los deseos del pueblo y que pretendiera romper
con tan infausto mito, durante la Transición y el retorno de la democracia,
como esta “Libertad sin
ira” del grupo Jarcha, que bien valdría recordar en estos momentos donde de
uno u otro modo, en unas u otras cuestiones, lo que realmente se pretende es
acallar la voz popular y evitar que el pueblo se exprese en libertad.
Dicen los
viejos que en este país hubo una guerra
y hay dos
Españas que guardan aún,
el rencor
de viejas deudas
Dicen los
viejos que este país necesita
palo largo
y mano dura
para
evitar lo peor
Pero yo
sólo he visto gente
que sufre
y calla
Dolor y
miedo
Gente que
sólo desea su pan,
su hembra
y la fiesta en paz
Libertad,
libertad sin ira libertad
guárdate
tu miedo y tu ira
porque hay
libertad, sin ira libertad
y si no la
hay sin duda la habrá
Libertad,
libertad sin ira libertad
guárdate
tu miedo y tu ira
porque hay
libertad, sin ira libertad
y si no la
hay sin duda la habrá
Dicen los
viejos que hacemos lo que nos da la gana
Y no es
posible que así pueda haber
Gobierno
que gobierne nada
Dicen los
viejos que no se nos dé rienda suelta
que todos
aquí llevamos
la violencia
a flor de piel
Pero yo
sólo he visto gente muy obediente
hasta en
la cama
Gente que
tan sólo pide
vivir su
vida, sin más mentiras y en paz
Libertad,
libertad sin ira libertad
guárdate
tu miedo y tu ira
porque hay
libertad, sin ira libertad
y si no la
hay sin duda la habrá
Libertad,
libertad sin ira libertad
guárdate
tu miedo y tu ira
porque hay
libertad, sin ira libertad
y si no la
hay sin duda la habrá
Libertad,
libertad sin ira libertad
guárdate
tu miedo y tu ira
porque hay
libertad, sin ira libertad
y si no la
hay sin duda la habrá
Libertad,
libertad sin ira libertad
guárdate
tu miedo y tu ira
porque hay
libertad, sin ira libertad
y si no la
hay sin duda la habrá (bis)
Es una pena que las clases dominantes sean tan ignorantes como para despreciar a la población, sabiendo de antemano que esta situación, como muchas otras muy parecidas a lo largo de la historia, terminó fraguando cierta animosidad renovadora -con llamas y hoces de por medio-. El dominio no puede ser mantenido eternamente, ni siquiera con la manipulación de la que tanto gustan, y menos si metemos en la mezcla redes sociales y otras herramientas que favorecen el intercambio de información sin "intermediarios".
ResponderEliminarOcurre que, por desgracia, incluso en las revoluciones se produce un fenómeno llamativo: se da un paso adelante, pero se reproducen las mismas injusticias, en esencia, que en el modelo de gobierno anterior. Esto ocurre porque las personas, sea cual sea su ideológica, es un ser primeramente egoísta y, secundariamente, social. Esta jerarquía infame emerge en toda interacción grupal, donde a menudo la verdadera intención queda oculta por juegos de luces.
No obstante, los ecosistemas cambian, y el paradigma político que nos ocupa también lo hará. Intentarán manipular, con muchos ciudadanos lo conseguirán, pero las mareas del tiempo no se pueden detener. Tarde o temprano, la monarquía desaparecerá, y quizá incluso la república. Posiblemente, un medio sumamente tecnológico alumbrará sistemas de gobierno plenamente grupales y simultáneos; ¿democracias? Ya veremos.
Un saludo.
Por supuesto. Habrá un cambio, porque difícilmente podrá soportarse durante mucho tiempo más esta situación que, verdaderamente, ha agravado mucho más la crisis de todo el sistema en que nos encontramos y con las enormes dificultades que está pasando una parte muy importante de la población.
EliminarPara bien o para mal, pero evidentemente esperemos que para bien. Aunque has dado en la llaga cuando dices que, al final, todo se acaba degenerando por cuanto la gente, por lo general, suele ser más egoísta que solidaria.
Pero, paso a paso, tendremos que arriesgar.
Un saludo.
.
La historia la escriben los ganadores. Los perdedores se merecen sus desgracias, etc. Es el discurso oficial, repetido una y otra vez, hasta que la gente traga y calla. Tengo la sensación de que siempre hemos tenido regímenes fascistas, desde Nerón hasta nuestros días; solo han cambiado el nombre. Incluso la República de la antigua Grecia era un fascismo encubierto. Es más, sostengo que todos los dirigentes de todos los tiempos han sido fascistas. Ninguno escapa a la regla. ¿O acaso no fueron fascistas las políticas que llevaron a cabo los Reyes Católicos con la población judía y musulmana?
ResponderEliminarSin duda, la historia es reveladora en muchos casos como los que citas Lorenzo. Pero, aún lo que estamos viviendo y estas experiencias, entiendo, que debamos dejar un margen, aunque sea exiguo, para la esperanza. De no ser así...
EliminarUn saludo.