sábado, 25 de junio de 2011

Bildu

El éxito electoral de Bildu en las pasadas elecciones, aun habiendo resultado sorprendente,  si lo analizamos desde una perspectiva histórica no nos habría de parecerlo tanto ya que la antigua Herri Batasuna consiguió llegar hasta los 367.000 votos en 1987 y Eusko Alkartasuna a los 181.000 en 1986, luego si sumamos estos resultados de forma conjunta, aún el desprestigio de cada formación por separado y sus bajos rendimientos electorales de los último años podría no extrañar que hayan alcanzado entre ambas los 275.000 votos obtenidos tanto en las recientes elecciones a las Junta Generales como a las Municipales del país vasco.

Justificar estos resultados, en cualquier caso y máxime cuando no ha habido una condena expresa de la coalición tanto a ETA como a su entorno, además de seguir manteniendo esa imposible comparación entre las actividades de un grupo terrorista con las de un estado de derecho como lo es la nación española, solo puede entenderse, desde todo un cúmulo de ambigüedades, que su electorado se haya sentido identificado y esperanzado con esa fusión entre una corriente vinculada a la violencia etarra y otra, aun de carácter independentista también, contraria a la misma. En cualquier caso, visto desde este lado, siempre ha de resultar doloroso la utilización de quienes lo denigran de ese mismo estado de derecho para conseguir sus objetivos como ha ocurrido con la resolución a su favor del Tribunal Constitucional que ha permitido su acceso al envite electoral.

De cualquiera de las maneras están ahí y, aunque podamos no ser partidarios de que la democracia “tenga que estar poniendo siempre la otra mejilla” en cuanto la historia nos demuestra que los resultados han sido, por lo general, desastrosos cuando ha ocurrido, tenemos que asumirlo salvo que por error u omisión de alguna de las partes se les expulsara del juego democrático lo que, a estas alturas del metraje, resulta ya excesivamente complicado. Además, lo más probable es que, llegado el caso a tal extremo diera lugar a una nueva convocatoria electoral y no parece momento ahora para abrir un nuevo frente en este sentido, con la enorme cantidad de problemas de mucho mayor calado en los que España se encuentra inmersa consecuencia de la mayor crisis económica y social de nuestro tiempo.

Lo único que cabe desear, por apuntar algo positivo, es que el electorado de Bildu, cansado de tanta violencia, y el peso que EA tenga dentro de la coalición favorezca la paz definitiva y que ETA se disuelva de una vez para siempre tras más de 50 años de actividad al margen de la ley y con la pesada losa de todo ese enorme historial de barbarie. El que, después, sigan reivindicando la independencia, por muy inaudito que pueda seguir pareciendo, si se hace dentro de los cauces legales es asumible por un estado democrático como  lo es, de hecho, el famoso caso de la provincia canadiense de Quebec donde los secesionistas han perdido varios referéndums al respecto sin que por ello recurran a actitudes violentas.

Lo que si debiera tener en cuenta Bildu y no lo está haciendo, es que ha de actuar con el máximo respeto a la democracia que le ha permitido desde el derecho legal haber alcanzado las cuotas de poder que ha logrado –que, probablemente jamás hubiera ni soñado-, evite actuar de una forma malintencionada y caprichosa y no pierda el tiempo en impertinencias como borrar de las instituciones los símbolos del estado, banderas, retratos, etc. Los símbolos son solo eso símbolos y también han traído siempre tantas bondades como desgracias por la exaltación o por la ofensa a los mismos. Vivimos en un tiempo donde, precisamente, hay problemas muchos más trascendentes para los ciudadanos que simplezas como estas. Bildu lo que debe hacer no es otra cosa que gobernar y gobernar para los ciudadanos con el mayor respeto e interés, tanto de los que les han votado como de los que no, desde el marco ideológico que le corresponda y hacer todo lo posible para sacar al pueblo de esta crisis descomunal en la que se encuentra abatido y que, por desgracia será larga, probablemente tan larga que no quedará tiempo para otra cosa en que pensar.

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