lunes, 20 de junio de 2011

La tumba de Franco

Echando un vistazo al B.O.E. de hoy mismo podemos evidenciar que contiene varios cientos de páginas. Es decir, en España, a pesar de la crisis, se sigue legislando y se publican infinidad de resoluciones ministeriales de una u otra índole en aras de la administración del Estado. Pero ello no ha de ser óbice para que cualquier iniciativa política deba ser llevada a efecto en el tiempo que se elija sobre todo cuando las circunstancias reinantes en el entorno de la sociedad que se pretende legislar no cumplan dos premisas requeridas para ello como lo son las de urgencia u oportunidad. Y este es el caso del traslado de los restos del General Franco –o de lo que queden de ellos-, fuera del Valle de los Caídos donde fueron enterrados “a mayor gloria” del mismo. 

Aún siendo cierto que la Transición Española fue una transición correcta que no perfecta, ya que antes las continuas amenazas de asonadas militares no fue posible una completa ruptura con el régimen anterior y no pudo establecerse una revisión acorde a la realidad histórica de la que es considerada en nuestro entorno como la dictadura más cruel del occidente europeo de todo el siglo XX, no parece que sea el momento más propicio para hacer movimientos en este u otro sentido. La situación político-social actual, conformada por una crisis de carácter sistémico como no se había dado en todo el mundo desarrollado desde la Gran Depresión de los 30, no resulta propicia para decisiones de poca o nula relevancia como pudiera ser el levantamiento del cadáver del dictador. Y seguro que provocarían alguna algarada de grupos radicales de extrema-derecha que, en numerosas ocasiones, se han manifestado tremendamente peligrosos por su inusitada violencia y podría además enardecer a ciertos movimientos de carácter fascista –consecuencia de dicha crisis-, que vienen asomándose a las instituciones españolas y europeas.


El Valle de los Caídos representa la máxima exaltación del franquismo que, como su propio nombre indica, tiene sobre todo un carácter egocéntrico en la persona del General Franco y fue erigido para dar eterno descanso al mismo y “…perpetuar la memoria de los caídos de nuestra gloriosa Cruzada”, según su Decreto Fundacional de 1 de Abril de 1940 –aunque las necesidades aperturistas de los 60 promovieran un aspecto más reconciliador en la misma-. Construido en condiciones inhumanas a costa de la vida de millares de personas condenadas en su mayoría por el terrible delito de pensar de forma distinta al régimen, debería mantenerse tal cual monumento al horror como ocurre con otras edificaciones tan monstruosas como esta, lamentablemente, en numerosos parajes de nuestro planeta y como un recuerdo y una advertencia a lo que nunca más debería volver a pasar.

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