La calle es ya un clamor. Según las encuestas el 95 % de los ciudadanos no se creen sus promesas electorales. Y les colocan como el 3º. problema del país, por encima incluso del terrorismo. En las pasadas elecciones el partido que, según se dice, ha arrasado ni siquiera ha cosechado el voto del 25 % del total del electorado, es decir más del 75 % restante o no ha votado, o ha votado nulo, o en blanco (la suma de estas dos últimas opciones sería ya la 4ª. fuerza política y si se le añaden las abstenciones sería la 1ª.), o ha votado a otras opciones. O lo que es lo mismo, la mayoría –por ser generosos con el ganador-, no le respaldan. Ahora, los perdedores se debaten en las formas para recuperar lo perdido, olvidándose del fondo y repitiendo con lo mismo. Mientras, los ganadores –como siempre, a lo suyo-, piden una convocatoria de elecciones generales absurda por cuanto, técnicamente, solo significaría adelantar dos o tres meses las previstas. O solicitan una moción de confianza al perdedor antes que presentar una de censura que les obligaría a presentar un programa creíble. Y, no ha muy lejos, un sempiterno alcalde se gasta cuatro millones de las antiguas pesetas, en medallas para la nueva corporación… todo un alarde de austeridad. Y, por encima de todos los otros, los que mandan y dirigen los hilos del mundo en la sombra desde hace mucho más tiempo del que se nos cuenta, siguen cometiendo todo tipo de tropelías en beneficio propio y a costa del sufrimiento de la mayoría. Decididamente estos políticos, por encima de las siglas que representan, siguen sin enterarse. Y, digo yo ¿tendremos que hacer algo ya… no?
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