martes, 5 de julio de 2011

El Presidente Zapatero y la Nueva Vía.

Hoy, en su columna de Público Marco Schwartz, considera como el primer error de J. Luis Rodríguez Zapatero, nada más llegar a la Moncloa, “elogiar la herencia económica que recibía de Aznar”. Esta calificación que, a simple vista pudiera parecer un desatino desde la óptica neoliberal, es una reafirmación más de lo que muchos estábamos viendo desde los primeros años del aznarismo y que no era otra cosa que España estaba teniendo un crecimiento absolutamente desenfrenado y fuera de toda lógica, amparado en una burbuja inmobiliaria que tarde o temprano nos estallaría delante de las narices.

Pero Zapatero no supo o no quiso desvincularse y prefirió montarse en el carro del que tiraba toda aquella locura, en la “Champions League” de la economía en sus propias palabras, como afirmaría más tarde. De haber actuado desde las convicciones históricas del partido que representaba, el recién llegado Presidente debería haber echado el freno a ese crecimiento ficticio y advertido a la población que, de continuar por esa senda, la burbuja acabaría estallando con consecuencias desastrosas para todos. No hubiera evitado la crisis pero sí que hubiese suavizado algo sus efectos.

La mejor explicación plausible a tamaño desatino es que, tanto Zapatero como su equipo, no podían ver venir las consecuencias del terremoto que habría por llegar por cuanto habían renegado de la socialdemocracia clásica, en beneficio de lo que aquí se denominó la Nueva Vía, versión española de lo que en el resto de Europa se conoce como Tercera Vía. Hoy, casi agotadas dos legislaturas, estamos presenciando el fin del zapaterismo, de la misma manera que en la mayor parte de los países de la U.E. los partidos socialistas ya hace años que cedieron el paso a toda la comparsa neoliberal que, a pesar de tener sumido al viejo continente en el caos, sigue contando con el apoyo irreductible de sus votantes. Por su parte, el votante tradicional socialista, ha desistido de seguir manteniendo su confianza en unos partidos con políticas tan liberales, al menos en lo económico, que no concuerdan para nada ni con la historia ni con las siglas que los representan y que se han hecho tan serviles para con el capital como sus oponentes conservadores. Con el perjuicio añadido que, al forzar así el desplazamiento a la derecha del eje político, los partidos democristianos y liberales se han visto obligados a escorarse tan a la derecha que está haciendo que cobren auge movimientos claramente facistoides en la derecha más radical, con los antecedentes tan trágicos que ello conlleva para la historia europea.

Fue Tony Blair, con su llegada al poder en 1997 y apoyado principalmente por el canciller alemán Schröder quienes abrazan esa Tercera Vía y lanzan un órdago que pronto será recogido por todos los partidos socialistas de la órbita europea. Los seguidores de este modelo se inspiran en el sociólogo británico  Anthony Giddens que propone un sistema tanto en lo económico como en lo político basado en una síntesis entre el capitalismo y el socialismo. Sin embargo la borrachera liberal del nuevo milenio, con una economía que crece disparada en todos los mentideros bursátiles del mundo súper desarrollado desvirtúa y desideologiza todo de  tal manera que arrastra a todos los partidos políticos por igual saltándose principios que, en otro tiempo, hubieran sido inimaginables. Así la filosofía del laissez faire, las privatizaciones por doquier, incluidas la de los servicios públicos básicos, en definitiva el descontrol absoluto de los poderes económicos, hacen que la economía se desborde y los principales agentes económicos, “los mercados”, impongan sus leyes por encima de los designios de los gobiernos que, en su día, fueron elegidos por el pueblo.

Llegada esta situación que, desde el punto de vista del electorado de derechas puede ser asumible en su estigma neoliberal y conservador, es inadmisible a todas luces por el electorado de izquierdas que mantiene un importante componente ideológico basado en los principios socialdemócratas de libertad, justicia y solidaridad. De ahí el hundimiento de los partidos socialistas de todo el ámbito europeo. Y de ahí también el desprestigio de toda la clase política a la que no podía escapar el Presidente Zapatero. Peor aún, cuando a finales de 2007 el sistema se desmoronaba y él aún seguía aferrado a esa ilusión óptica que había proporcionado toda una década, cual reencarnación de los Felices 20, enganchada a un consumismo desorbitado apoyado en la multitudinaria concesión de créditos al uso del todo irracionales.

Es necesaria una regeneración completa de la clase política, más aún dentro de la izquierda y más específicamente en la actitud de los partidos socialdemócratas. Son las bases de los partidos las que han de obligar a la renovación de sus cúpulas dirigentes a través de una reordenación de sus ideas y volver a captar la realidad de una Europa que creció y se desarrollo tanto en lo económico como en lo social durante las décadas inmediatamente posteriores a la 2ª. Guerra Mundial y hasta, prácticamente, la década de los 80. Los logros del Estado del Bienestar no están reñidos con el desarrollo de la economía privada más pujante y esto ha sido así y puede seguir siéndolo desde la perspectiva de los partidos socialdemócratas. La experiencia de la Tercera o de la Nueva Vía, según el caso, ha resultado un fracaso y ha significado un rechazo absoluto por parte de su electorado natural. Europa, conforme a las encuestas que maneja la propia U.E. es mayoritariamente socialdemócrata pero eso no se refleja en las urnas porque ese electorado considera que los partidos tradicionales que habían apostado por sus ideas han dejado de representarles.

1 comentario:

  1. Enhorabuena por su nuevo blog. Animo y a no dejar de escribir ni de luchar
    Juan Torres López

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