miércoles, 13 de julio de 2011

Medios de comunicación y el Estado del Bienestar.

Algunas veces, cuando zapeo por la medianoche me encuentro a Ana Samboal dando la cabecera del “informativo” de Telemadrid. Ayer mismo, la cacé  diciendo lo de siempre: la España apocalíptica, la maldición de Zapatero, etc. Pero entre tanto dislate me llamó poderosamente la atención cuando, refiriéndose al nuevo ataque de los especuladores a las economías europeas, dijo algo como: “queramos o no esto es lo que dicen y hacen los mercados y hay que aceptarlo con resignación”.  Más o menos venía a decir que esto de los mercados es “palabra de Dios” y entras por el aro como buen cristiano o que Dios te proteja de los embates  de esos tiburones de las finanzas. Ya no seguí viendo más porque lo he hecho alguna vez y esta señora representa todo lo contrario de lo que ha de ser la función del periodista, es decir informar, enseñar y entretener.

Esto que no es más que un pequeño ejemplo de lo que podemos ver a diario en muchos medios, muy particularmente entre los que se encuentran ligados a la derecha más extrema, viene a demostrar de una manera bastante fehaciente un interés concreto no en informar ni en enseñar a la ciudadanía la realidad objetiva de unos hechos, sino que lo que se pretende es mediatizar la opinión pública, distorsionando la realidad objetiva y manipulando la información con fines espurios. Si a esto añadimos una verborrea y populismo fáciles, una cierta presencia  de élites selectivas y una continua y estudiada reafirmación continua en conceptos como libertad y verdad absoluta, más aún, atribuyéndose persecuciones foráneas, estaremos ante un cierto ejercicio proselitista con el fin de ganar espectadores poco interesados en descubrir por si mismos si lo que allí se afirma es conforme o no la realidad.

Al margen de la obviamente deficitaria gestión del ejecutivo del Presidente Zapatero, resulta más que significativo que se le achaquen al mismo todas las veleidades y perversidades que puedan darse en nuestro universo más finito. O como ocurre en el caso del Movimiento 15M, cuando solo se tocan de forma solapada sus reivindicaciones o los datos objetivos acerca de la concordancia de ideas para con el mismo de la mayor parte de la población, mientras se pone especial énfasis en sus apartados más minoritarios y menos representativos pero capaces de generar un cierto rechazo entre la ciudadanía. Mediatizar a una parte muy importante de la población resulta sencillo si se cuenta con los medios oportunos para ello. Si, por ejemplo, en un medio de comunicación más o menos influyente de un pequeña capital de provincias nos pasamos todo el día satanizando a un grupo étnico cualquiera, distinto del común general,  aunque solo este formado por unas pocas personas, enfocándolo y poniéndolo continuamente en el punto de mira despectivo tanto de tertulianos al uso como de los informativos diarios, al final acabaremos creyendo que la ciudad está llena de un millón de demonios que devoran las entrañas de la misma, aunque solo sigan siendo la misma media docena de expatriados sin que hayan cometido un solo delito.  

Este es el Cuarto Poder, tanta veces respetado como temido por toda la sociedad por su caprichosa capacidad para influir de forma decidida sobre la misma, en virtud a unos u otros intereses mayores. Por tanto es ahora cuando llega el momento de preguntarse: ¿realmente creen estos desinformadores de la realidad lo que dicen? La respuesta no es tan fácil como pueda parecerse cuando se trata de personas que cuentan con un cierto nivel de educación y cultura y es que, la historia nos demuestra que atributos como la vanidad, el egoísmo, la vehemencia, la ambición, la exacerbación o el ardor más impetuosos pueden hacer perder la noción de la realidad a personas con cierta solvencia intelectual. Ejemplos extremos de esto se han dado desde el principio de los tiempos y con consecuencias desastrosas para la humanidad, como pudiera ser el caso de figuras como las de Hitler, Pol Pot, Pinochet y un sinfín de etcéteras, auténticos genocidas de la historia. Entre el extremo y lo común el espacio es extraordinariamente grande y no es de extrañar que en personas de una capacidad suficiente puedan encajar contradicciones de lo más insospechadas.

Otra cosa distinta es que puedan darse muchas situaciones donde exista un cierto interés por hacer creer a la opinión pública la necesidad de acometer acciones que, en principio puedan ir en detrimento de la misma, esgrimiendo  para ello que después revertirán en unas mejores condiciones generales. Es el caso del empecinamiento de una serie de conocidos personajes empeñados en justificar que serán necesarios recortes a diestro y siniestro entre los comunes mortales en pos de un beneficio futuro, aunque sin especificar claramente cuales serán esos beneficios y a quien habrán de corresponderles. De ahí una pregunta que se está haciendo cada día con más insistencia entre los que vemos con preocupación el devenir de los acontecimientos de esta crisis sistémica que nos asola y los enjuiciamientos que se hacen de la misma en determinados debates: ¿acaso no estaremos presenciando, no el derrumbe, sino el desmantelamiento interesado del Estado del Bienestar? Esto, que nunca oiremos en una tertulia constituida a la sombra del gran capital, es posible que no resulte tan sorprendente si analizamos, de forma muy breve, las consecuencias que traería en la sociedad. ¿Quiénes serían los más interesados en que desapareciera el actual modelo de sanidad pública? Evidentemente las grandes beneficiadas serían las aseguradoras médicas, clínicas privadas, etc. ¿Y si despareciera el sistema público de pensiones? Los fondos privados de pensiones. ¿Y la enseñanza pública? Su espacio los cubrirían los colegios privados en todos los ámbitos de la enseñanza.

Y así sucesivamente tanto que, de forma solo algo sibilina, cada día se habla con más naturalidad en esos medios de la necesidad de concertación entre las diferentes administraciones y colegios y universidades privadas, hospitales privados, instituciones privadas de todo tipo… pero siempre en detrimento de los servicios públicos. Debemos profundizar más y toda la sociedad tiene que hacer un esfuerzo mayor por mirar más allá de esa maleza coercitiva en la que ciertos medios interesados pretenden envolvernos en beneficio de intereses superiores y en perjuicio de la inmensa mayoría de la sociedad. Y para ello nada mejor que bucear en otros medios de comunicación, prensa, radio, televisión, internet y en los libros que para eso están. Ello nos permitirá una visión mucho más abierta de los diferentes modelos de sociedad y sobre todo una capacidad propia y mucho más solidaria para opinar y decidir sobre un destino común y mejor para todos.

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